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Un fotógrafo llamado Lula

el 17 may 2010 / 14:27 h.

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Relajado y feliz tras una larga noche de preocupación, esperanza, negociaciones y sueño, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva rompió el protocolo y se convirtió hoy en improvisado fotógrafo.

Frente a la marabunta de camarógrafos y reporteros que asaltaron la sala de reuniones y se abalanzaron sobre los tres líderes reunidos en Teherán, transformó la tensión en una broma que sorprendió a propios y extraños.

Los empellones y los gritos de los reporteros devinieron en risas cuando el mandatario se apropió de una de las cámaras y se dedicó a fotografiar a sus colegas y aquellos que trataban de sacarle la mejor de las instantáneas.

Después, se la pasó a su colega iraní, Mahmud Ahmadineyad, que con el mismo buen humor disparó a los periodistas y al primer ministro turco, Recep Tayeb Erdogan, quien también se sumó a la chanza de Lula.

La broma era el colofón a casi treinta horas de tensión en busca de un acuerdo que ayudara a desbloquear el conflicto nuclear que enfrenta a Irán con la comunidad internacional.

Una apuesta fuerte que según los expertos encerraba un alto riesgo político y diplomático para las aspiraciones internacionales del presidente brasileño.

Lula aterrizó la noche del sábado en Teherán procedente de Qatar, tras haber departido en Moscú con el presidente ruso, Dimitri Medvédev, y bajo la atenta mirada de Estados Unidos y el grueso de la comunidad internacional.

Tanto Moscú como Washington habían advertido que se trataba de la última oportunidad para eludir las sanciones a Irán, y habían expresado su escepticismo sobre las posibilidades del éxito del líder sudamericano.

Y en realidad, las perspectivas eran pesimistas a primera hora del domingo, en el inicio de una visita oficial que tenía como objetivo también fortalecer y estrechar los crecientes vínculos políticos y económicos entre los dos países.

Ambos mandatarios decidieron cancelar en el último momento la declaración conjunta que figuraba en la agenda, y no hicieron alusión alguna al asunto nuclear en su comparecencia conjunta de la tarde ante el IV Foro Comercial bilateral.

El sigilo dominaba la conversaciones, que sin embargo se desarrollaban a un ritmo frenético e intenso entre las bambalinas persas.

"Anoche estuvimos hasta casi la una de la madrugada (reunidos) y afortunadamente lo conseguimos"
, reveló después, durante la rueda de prensa el ministro iraní de Exteriores, Manoucher Motakki.

"Ni siquiera tuvimos tiempo para salir a cenar", certificó entre risas su colega brasileño, Celso Amorim.

Las perspectivas de acuerdo comenzaron a tomar forma a última hora de la tarde, cuando la agencia de noticias turca Anatolia, confirmó que Erdogan había decidido variar su agenda y emprender un viaje relámpago a Teherán.

En un movimiento considerado a posteriori crucial, el primer ministro turco había anunciado el viernes que cancelaba su viaje a la capital iraní, al parecer porque la parte iraní no había respondido de forma satisfactoria a algunas cuestiones, en particular a la posibilidad de intercambio en Turquía.

Sobre las dos y media de la madrugada, poco después de aterrizar en Teherán, un miembro de la delegación turca ya sugería que el acuerdo estaba cerca.

Por la mañana, y en una decisión inusual, la seguridad iraní permitió a la prensa observar las negociaciones tras el cristal de una sala aneja al centro de conferencias de Velenjak, un barrio acomodado del norte de Teherán.

Sentados en una mesa, ya más relajados, los tres dirigentes saboreaban un típico desayuno iraní, compuesto de té, pan tradicional y los afamados pistachos persas.

Allí, acosado por los fotógrafos, Lula decidió atreverse con su trabajo y tomar su propio recuerdo de un pacto que el jefe de la diplomacia turca, Ahmet Davutoglu, calificó de histórico y que ahora deben refrendar el resto de los países involucrados en la polémica nuclear iraní.

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