Una puerta abierta al cielo mudéjar

El centro de interpretación de la Torre de los Guzmanes narra la historia de este símbolo algabeño.

bin_33939058_con_16705827 La visita concluye con una incógnita: ¿quién habrá asesinado a Doña Elvira? / A. P. El cielo mudéjar se abría ayer a los visitantes después de muchos años encapotado. El emblema de La Algaba, La Torre de los Guzmanes, resucitaba de la mano de los alumnos de la Escuela Taller Puente Viejo, quienes hicieron un viaje en el tiempo de 600 años para contar cómo se erigió esta «joya» del múdejar, que con el paso de los años conservó su hermosura pero quedó infrautilizada. Así, daba el pistoletazo de salida un proyecto en el que el Ayuntamiento tiene puestas todas sus esperanzas: la puesta en marcha de un centro de interpretación, bautizado como El cielo mudéjar de La Algaba, que además de narrar el origen de esta enseña algabeña, expone el germen del municipio y sus tradiciones. El primer señor de La Algaba, Juan de Guzmán y Torres, consiguió estas tierras después de pactar un trueque con el conde de Niebla, a cambio de Medina-Sidonia. Juan de Guzmán ordenó construir esta torre en 1440 a Alí, un alarife –o albañil– que elevó lo que hoy es un símbolo de la Vega del Guadalquivir. Seis años después, el primer señor de La Algaba ya habitaba la Torre de los Guzmanes, desde la que podía controlar a sus vasallos. Más tarde, se usó como cárcel, almacén e incluso refugio para los habitantes que huían de las inundaciones. Juan de Guzmán, Fracisco Javier Fernández, Diego Manuel Agüera y Alí. Juan de Guzmán, Fracisco Javier Fernández, Diego Manuel Agüera y Alí. Tres golpes secos del alcalde algabeño, Diego Manuel Agüera, en el portalón alteraron la tranquilidad de la torre. Alí salió a recibir a un nutrido grupo de curiosos que descubrió los secretos de 27 metros de fortaleza y residencia que reviven la vida de la Baja Edad Media. Cuatro paredes, de cuatro estancias, que respiran las costumbres de Al-Gabab, y de las que hoy beben muchas de nuestra tradiciones. A través de las angostas y empinadas escaleras, el visitante se adentra en la vida de Juan de Guzmán y sus vasallos, y descubre el exquisito estilo heredado de sus habitantes mudéjares, que en la época representaban a la segunda comunidad más grande de la región, por detrás de la de Sevilla. Además de los vestigios de la torre original, como los vanos o los testigos mediavales de la construcción, el propio Juan de Guzmán, su mujer –doña Elvira– o un fantasma guasón apodado Manguz se encargan de guiar al visitante por las estancias de la torre. Una representación fiel, a la que acompañan una serie de audiovisuales con la última técnología, que crean una simbiosis perfecta de tradición y actualidad para contar la historia de La Algaba, además de amenizar una visita de carácter puramente histórico. Una visita que no deja indiferente a nadie. Y es que, cuando el invitado se queda absorto por las vistas que ofrecen los vanos entre las almenas de la Vega y Sevilla la noticia de la muerte de doña Elvira en extrañas circunstancia deja una pregunta abierta que el visitante podrá desvelar en compañía de los jóvenes de la escuela taller en un gymkana por La Algaba.

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