Los estafadores se clasifican como ‘irredentos’ en términos criminológicos. No son delincuentes episódicos, ni actúan como fruto del impulso o las circunstancias. Estos timadores llevan tiempo defraudando en internet y redes sociales a la caza de datos personales y el dinero ajeno. Según expertos policiales la ciberdelincuencia se incrementa a pasos agigantados. Se calcula que sube un 30% anual sobre las estadísticas que arrancaron con el nuevo milenio.
Las calles vacías y comercios cerrados que logró el gobierno (RD 463/20) descendió el número de delitos a un 50% de media. Resulta llamativo que el País Vasco superara esa cota hasta el 69% durante los días del estado de alarma
Los cibercriminales, sin embargo, elevan al tope su maldad. Aprovechan el gancho de la pandemia para hacer de las suyas. Actualizan sus fechorías etiquetando a las víctimas como receptoras de mensajes para que ‘piquen’. Consideran que la sensibilidad y el pánico que hay sobre la pandemia contribuye a relajar la guardia de la ciberseguridad la buena fe y la credibilidad que algunos y algunas en ciertos portales y mensajes de la red
Los peores ‘hackers’ aprovechas los días del colapso hospitalario para atacar equipos y sistemas informáticos de centros sanitarios. Esta vileza, propia de desalmados, eleva el perfil de los personajes cuya cobardía se disfraza con el anonimato. La mala fe dolosa, no obstante, debe ser objeto de mayor carga punitiva. Pero los ciber delincuentes parecen impunes. Pocas veces los vemos en banquillos, sabemos su identidad o siquiera su ubicación.
Además de detallar en portales policiales (Guardia Civil, INCIBE y Junta de Andalucía) donde encontramos valiosos consejos, es básico no abrir, ni atender correos, ni archivos de desconocidos/as. Verificar el origen de quien envía el mensaje es balsámico. Además, ante la duda que alguna amistad, compañero/a y/o familiar fuera suplantado conviene verificar alternativamente la comunicación recibida. Puede hacerse por vía telefónica, telemática o presencial. Comprobar antes de invitar algún ‘malware’ ahorra tiempo, rabias y muchísimo dinero.
Los ciberfraudes persiguen, repetimos, obtener ilícitamente datos personales, sanitarios, claves personales, intimidades y dinero de las víctimas. Sus tentadores mensajes usan logos, textos, e identidades que intentan trasmitir credibilidad. Detallamos algunas variantes de ciberfraudes que atacan a cualquier navegante de internet, usuario de móvil o empresas con saldos, stocks y poder de compra-venta para sustanciar el fraude.
TARJETAS DE CRÉDITO: Bajo la excusa de copia o duplicado de la tarjeta se solicitan datos por medio de anuncios y alertas ‘de seguridad’ falsas. En este caso, si el usuario desconoce el fraude, el banco suele devolver el importe total de la operación no autorizada. Pero no todos actúan igual ni registran plazos razonables de resolución. Dan especial alerta los timadores que piden datos para clonar tarjetas crediticias o SIM telefónicos.
CHEQUES: Es frecuente que los defraudadores invoquen un supuesto pago de más por alguna adquisición en el comercio electrónico. Con el pretexto de enviar un cheque que reembolse la ‘demasía’ se obtiene datos con los que son atacadas las víctimas en sus saldos. El mundo al revés.
PIRÁMIDE VIRTUAL: Aquí no hay actividad o inversión real que la sustente. La codicia del internauta que ‘pica’ busca beneficios de la base de la pirámide con el dinero que invierten los siguientes inversores. Es tan antiguo esta modalidad de ciberfraude como -en la calle- el tocomocho o la estampita.
VISHING: La estafa combina teléfono e internet. La víctima recibe un SMS notificando que se efectuó una compra con su tarjeta de crédito. Este, alarmado, marca el número telefónico que viene en el mensaje. Enganchado en la llamada (de sobrepago telefónico siempre), un supuesto empleado bancario guía al usuario para que le proporcione sus datos confidenciales. El fin sería cancelar la compra no reconocida. La estafa es doble, pago exagerado de tarifa telefónica y regalar datos privados que retornan en operaciones fraudulentas minutos después.
VENTAS ‘ON LINE’: No se envía el producto comprado, o no se paga el recibido, o se cobran servicios no establecidos previamente. Como ocurre en los casos en que se venden productos mucho más baratos y, por ejemplo, se pide que se envíe una cantidad para gastos de envío o señalizarlo. Las gangas, los ‘black Fridays’ eternos no existen.
‘SCAM’ O CODICIA PLUS: Correos que informan de herencias, premios lotería donde jamás jugamos, pagos millonarios, negocios superlativos o depósitos huérfanos despiertan a la avaricia más perniciosa y vergonzante. Pequeños pagos a cuenta de gastos, comisiones, etc... entrañan este timo.
‘TOCOMOCHO’ VIRTUAL: Las tradicionales estafas basculan hasta comunicación entre las personas para la realización del engaño bastante se ubican en internet, bien el correo electrónico o bien el uso de las redes sociales. En esta categoría podríamos integrar el conocido caso de las ‘cartas nigerianas’, estafa en la que el engaño se logra explotando el ánimo de lucro de la víctima. La codicia infinita que vela tiene efecto boomerang
‘SPYWARE’ O ‘MALWARE’: El perfeccionamiento de los sistemas de seguridad en la banca electrónica ha obligado a centrar los ataques en la obtención de la información secreta, para su posterior utilización, haciéndose pasar por el usuario, obteniendo así, de forma más o menos directa según las modalidades, el beneficio patrimonial.
‘PISHING’: Consiste en robar los datos de identidad personales de los consumidores y los de sus tarjetas de crédito o cuentas bancarias. El cibercriminal se hace pasar por una persona o empresa de confianza en una aparente comunicación oficial electrónica, por lo común un correo electrónico.
‘PHARMING’: Aquí se re direcciona un nombre de dominio de una página web verdadera situada en la memoria caché del sujeto o de otro modo, a una página web falsa, o se monitoriza la intervención del sujeto en la verdadera. Desde ahí se obtienen datos personales o de cuentas. Los más populares suplantados son CORREOS, AGENCIA TRIBUTARIA, TRÁFICO, BANCOS, LOTERÍA NACIONAL, COMPAÑÍAS ELÉCTRICAS.
CIBERCHANTAJES: Recibir un correo con texto que indica tener pruebas de supuestos hechos comprometedores activa el pánico entre quienes frecuentas páginas porno y de peores contenidos que preferimos no detallar. El miedo al qué dirán, la cárcel o multa o esa vergüenza que se causan quienes tiene poca juega a favor de los defraudadores. En Sevilla han picado muchos pagadores, en bitcoins, tras recibir mensajes sobre actos privados mientras se visiona porno en todas sus modalidades. Jugando con la mentira, que resulta ser en parte verdad, hay quien pasa por caja.