María del Rosario Francés Cabas y Miguel López López, nacidos en Pruna (Sevilla) a finales del siglo XIX, nunca pudieron imaginar que un hijo suyo, Miguel -nacido en 1914 en Bahía Blanca (Argentina)- llegara tan alto en la política de su país adoptivo.
Tampoco, que fuera preso en la república que le vio nacer gracias a la peor cara de la política. La trayectoria de Miguel López Francés tiene más luces que sombras, aunque la infamia le persiguió sin razón. Eso le queda claro al incansable genealogista pruneño Manuel Cabas Cuevas, descendiente de la madre del que fuera ministro argentino.
Miguel López Francés, tras doctorarse en Derecho por la Universidad de La Plata fue elegido Diputado en la Provincia de Buenos Aires por el Partido Laborista (antecedente del Justicialista que creara el General Perón) https://www.lanueva.com/nota/2014-6-6-0-11-0-dr-lopez-frances En 1948 fue nombrado, por el todopoderoso Gobernador bonaerense Domingo Mercante, Ministro de Hacienda, Economía y Previsión.
Al frente de dicha cartera en la provincia más importante argentina, López Francés alentó el pago de pensiones y el turismo social de los argentinos en Mar del Plata (‘Vd. paga el pasaje, nosotros el hospedaje’ repetía ante los contribuyentes y votantes). Implantó un modelo redistributivo de la riqueza y las cargas impositivas en la provincia bonaerense, la más poblada de las argentinas. Con no menos ímpetu, López Francés impulsó el Instituto Tecnológico y fundó la Universidad Nacional del Sur (UNS) en su Bahía Blanca natal. En tributo póstumo, el centro docente puso a su nombre un edificio y la principal avenida de la capital sureña. UNS le dedicó el primer capítulo del video ‘Archivo de la Memoria-Aquí vivieron’
Los vínculos de López Francés con Sevilla fueron como el palo flamenco de las colombianas, conocidas como cantes de ida y vuelta. Regresó a la tierra que vio nacer a sus padres en varias ocasiones. Estaba fascinado con la capital de La Giralda, donde pasó cortas temporadas y con el Pico pruneño del Terrril, el más alto de la provincia. Su intensa pero corta vida, como veremos, le llevó a recorrer más América que Europa.
Fueron los días 16 y 17 de junio de 1947, cuando Evita [Duarte]Perón –la legendaria esposa, fallecida de leucemia a los 33 años, del General Juan Domingo Perón- visitó por primera y única vez Sevilla. Aterrizó en el aeropuerto de Tablada y fue recibida como una heroína, como toda una estrella, multitudinariamente en una España aislada del mundo.
Se alojó en el Hotel Alfonso XIII. Mercante y López Francés integraban su séquito, compuesto por casi 100 personas. Mercante siguió viaje con la presidenta por otros puntos andaluces y Santiago, desde donde prosiguió la visita oficial de Evita hasta otros destinos europeos. Fue aquella una gira triunfal de la primera dama agentina 5 años antes de su temprana muerte.
López Francés, mientras tanto y desde una suite del Alfonso XIII, hacía lo que podía para que la encorsetada agenda oficial de Evita no reventara por exceso de actos militares que le programaron las autoridades franquistas. El hermano de Evita, Juan Duarte, protagonizó algunos escándalos que a López Francés le obligaron a permanecer en Sevilla unos días más para enmendarlos. Accedió al empeño encantado. Tuvo tiempo para encontrarse con familiares, amigos y paisanos de sus padres. El cuñado del General –de su parte- se comportó como un crápula que ofendió a damas y caballeros a su paso. López Francés disculpó su conducta hasta donde pudo su oficio.
En Sevilla, López Francés fue también un buzón adonde llegaban ofertas para emigrar a la entonces próspera Argentina desde una hambrienta España. No había presente ni futuro para quienes no eran franquistas en un país arrasado. Los días sevillanos de López Francés aglutinaron decenas de propuestas para soñar nuevas vidas en el país austral. Las mismas se plasmaron en incontables pasajes de sevillanos que embarcaron en Cádiz rumbo a Buenos Aires. El destino final era La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Allí López Francés era persona bien conectada y respetada por cuantos le conocieron. Era el sevillano más ilustre.
Domingo Mercante, militar próximo a Perón, además de ser influyente Gobernador de Buenos Aires (1946-1952) era uno de los cortesanos de dicho Presidente (1946-1955), el que más caló en la historia argentina. Según su esposa Eva Duarte, Mercante era ‘el corazón de Perón’.
Pero en Argentina todo es efímero, desde la bonanza y el dispendio hasta el hambre y la bancarrota. López Francés y el Ministro de Educación, el poeta Julio César Avanza, fueron detenidos y procesados por –presunta- malversación de fondos. Las acusaciones eran tan infundadas como el misil contra Mercante que le dirigían sobre sus dos ministros más populares y eficaces. Los navajazos partían de la intriga y bajeza política.
No obstante, a principios de 1955 fueron declarados libres de culpa y excarcelados por el Poder Judicial. http://pajarorojo.com.ar/?p=21827 Llamativamente, López Francés y Avanza fueron privados de libertad en el Cuartel de Bomberos de la Plata; después, en la planta primera de la cárcel platense. Nunca dejó de lucir boina y bufanda en sus paseos carcelarios López Francés.
Testimonios difusos por la causa de López Francés apresado sugieren que optimizó 10.000 hectáreas de un terrateniente cerca de Mar del Plata, popular lugar del veraneo argentino -allí se disfruta desde navidades-. Molesto por la expropiación y sospechadas minusvalías, el ricachón se quejó a Perón con el que tenía ‘hilo directo’ o guara, al entender cubano. Mercante atravesaba entonces horas bajas ante Perón. Hábilmente, el sambenito comprometedor encarceló a López Francés y Avanza. Mercante sería ninguneado a posteriori, como veremos.
En la soledad de la privación de libertad, bastantes sevillanos a los que favoreció López Francés ayudaron, arroparon y consolaron la injusticia que sufría tras ser un intocable de Mercante, antaño protegido de Perón. En 1953 Mercante fue acusado de ‘corrupción’ y ‘deslealtad’ en la cúpula del Partido Justicialista. ¿La culpa? Negoció, y terminó, demasiada obra pública. Ese logro, como lo sufren mediocres y oportunistas, molesta a los políticos y militares de salón.
La obra pública durante la gobernanza de Mercante es incontestable, sigue ahí: Inauguró 1.609 escuelas, terminó casi 5000 km de carreteras, pavimentó aproximadamente 1.800 calles, abrió 59 aeródromos, creó las Escuelas Superior y ‘Juan Vucetich’ [en honor al croata-argentino que inventó la identificación dactiloscópica] de Policía e impulsó -en 1948- el Festival Cinematográfico de Mar del Plata que aún perdura. Mercante tuvo en López Francés su más puntual pagador, cajero, planificador y estratega.
Pero, no lo olvidemos, el peronismo es un laberinto de populismo-fascismo-obrerismo que pervive al General arropado por el mito de Evita. Mercante, acaso, se acercó a quien no tocaba aplaudir y no pagó ‘coimas’ (mordidas) a quien debía. Son difíciles de entender los vaivenes del peronismo para los argentinos. No digamos para quienes no lo son. La que fue nueva esposa y viuda de Perón María Estela Martínez llegó a la vice y presidencia argentina entre 1973 y 1976 por razones de tanto peso político como la razón matrimonial. La ex bailarina aprendió rápido.
En 2019, por ejemplo, ganó las elecciones presidenciales Roberto Fernández siendo la vicepresidente la corrupta (tiene varios sumarios penales en su contra) y desconcertante Cristina Fernández, viuda del postrero ’albacea’ del último peronismo –Néstor Kirchner-. Cristina –recordemos- daba mítines con el póster de una Evita vigilante del dogma populista y resucitaba a su marido llamándole ‘él’ en público. Existiendo tan excelentes psicoterapeutas en Argentina nos preguntamos si visitó a alguno o seguirá llorando a Evita una Argentina sobrada en todo lo que no manosea la política. ¿Esa fue la herencia hispana tras la independencia?
Pero como tras un gran hombre hay una mujer excelente, la esposa de López Francés, Zunilda Peppi, liberó a su marido de la pesadilla de la política argentina, del peor peronismo. Logró que respirara los aires del exilio en Brasil, Uruguay y Perú. En tales países pasó años el jurista que financió y planificó la obra pública que Mercante legó a sus compatriotas.
Muchas personas que entran en la leyenda mueren jóvenes, traspasando su vida la historia. Sus densas trayectorias les hacen escribir, con letras de oro, momentos para lo perenne. Alejado de la política López Francés monta un gabinete jurídico en Buenos Aires tras regresar del exilio. Lo dedicó al asesoramiento empresarial. Tuvo singular éxito entre la clientela que atesoró el poco tiempo que se dedicó al negocio este servidor público.
Poco le duró a López Francés, nuestro ‘sevillano de ultramar’, su bufete. Se le diagnosticó un cáncer devastador. Le quitó la vida recién cumplidos los 50 años en 1965. No dejó hijos, pero nunca fue abandonado por quienes le consideraban paisano y benefactor. Los sevillanos que ayudó para encontrar mejor futuro en Argentina no olvidan –agradecidos- a este ‘buen hombre’, como el que definió el sevillano más universal Antonio Machado. López Francés inspiró la creación de varias ‘Casas de Andalucía’ en la provincia de Buenos Aires.
Tras su muerte, la viuda Zunilda Peppi donó la biblioteca de su esposo a la UNS. Los miles de ejemplares que poseía daban fe de la vasta cultura y formación de todo un intelectual y jurista. Destacó en vida por una personalidad arrolladora, verbo subyugante y oratoria de tribuno. Dejó escritos impecables informes y monografías económico-financieras aplicadas al gobierno que se estudian en universidades iberoamericanas.
Años después de desaparecer Miguel López Francés, su viuda recibió un tributo de su marido desde el más allá por su bien hacer, rehabilitado ya de las calumnias que padeció en vida. El pleno del Senado y Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires acordaron otorgarle ‘una pensión mensual graciable, vitalicia, reajustable e inembargable’ a su favor, según Ley 8419 del 1º Octubre de 1974 por el ‘equivalente al doscientos treinta por ciento (230%) del sueldo mínimo vigente para los agentes de la Administración Pública Provincial’.