- Fachada virtual del anfiteatro de Itálica.
Los sevillanos del siglo XXI vivimos en un lugar importante. El tramo bajo del Guadalquivir, río Betis para los romanos y grande durante Al Ándalus, acogió a culturas y pueblos que dejaron huella y dieron fe de grandeza. Los fenicios honraban a Astarté en el Carambolo, el oro labrado de su tesoro acredita que sus sacerdotes bendecían los tratos comerciales a Melkart.
El Aljarafe es comarca con misterios que palpitan. Lo mismo Valencina reparte restos calcolíticos prehistóricos que en Tomares aparecen 53.000 monedas romanas del siglo VIº. Las incógnitas de Tartessos las ubicó allí Mata Carriazo, posteriormente desmentido. En parte, ocurrió igual a los restos de la mítica Atlántida, que el arqueólogo sanluqueño adoptado Adolf Schülten geolocalizó en las marismas próximas al sur sevillano. National Geographic con satélites lo corroboró. Añadieron que un tsunami la arrasó.
Tras despedirse de la historia el imperio romano, los almohades construyeron la Gran Mezquita. Sólo se conservan Puerta del Perdón, patio de los naranjos, sus muros y la parte inferior del alminar (Giralda). Los cristianos destruyeron la cúpula y añadieron campanas en la zona superior.
Neo Itálica, otra mirada
La Catedral Metropolitana hispalense tiene una raya en el Vaticano para situar su inferioridad en la Meca cristiana. Es la segunda más grande de las católicas, tras reconvertirse a musulmana Santa Sofía en Estambul. Algo parecido sucede ahora con Itálica. Se descubrieron por la geofísica más pruebas de georradar y láser que su Circo es el segundo del Imperio romano.
En el monumental Circo del hoy Santiponce cabían 80.000 personas, tantas como en los campos del Sevilla y Betis juntos. Fue el más amplio tras el Circo Máximo de Roma. Este extenso complejo lúdico se ubicó cerca del teatro al este de Santiponce. Itálica guarda secretos sobre los que aún los arqueólogos especulan, pero las evidencias llegan con la ciencia de vanguardia.
Fue un lujo de privilegiados metabolizar sin tasa las sabias palabras de Alejandro Jiménez Hernández. Hablamos de un Arqueólogo curtido en Europa y Asia. Mairenero y feliz de compartir sus descubrimientos gracias a su equipo y el Proyecto Moneda que nutren Fondos FEDER.
El pasado lunes conferenció en primicia sobre sus últimas investigaciones ante una entregada concurrencia del Rotary Club Sevilla International (RCSI). Su paisano el ingeniero-emprendedor Fran Guillén, también Presidente del RCSI, se quedó corto sobre el interés que despertó compartir mucho más de Itálica, un misterio que tapa Santiponce y secó el Lago Ligustinus.
Itálica ha sufrido distintos avatares desde los estertores de su esplendor. Regla Manjón Merjelina, Condesa de Lebrija, se encaprichó –felizmente- de sus mosaicos. Hurtó varios gracias a su impunidad de aristócrata y ser esposa de Federico Sánchez Bedoya. Tras fallecer en 1938 sin descendencia, sus herederos pugnaron por su millonario legado dinerario y artístico. Un informe policial, pues el origen de la colección tuvo origen turbio, recomendó que mantuviera la unidad. Hoy el Palacio de dicha Condesa en la calle Cuna puede disfrutarse.
Adriano y Trajano
Sabíamos que Itálica fue la cuna de dos Emperadores. Sabíamos, o nos lo hicieron creer, que fue una especie de Marbella para los romanos por las excelencias que ofrecía: buen clima, termas, anfiteatro, circo, cívitas completa, gastronomía de nota, factorías de garum próximas y orgías a go-gó. Pues de todo se sirve el humano para el bienestar de su existencia.
Alejandro Jiménez justificó la importancia de Itálica porque concentraba acaudaladas familias aceiteras que influían en el Senado romano. Los parlamentarios eligieron sendos regentes itálicos porque su poderío así lo permitió. La Bética en la Hispania romana pesaba más que otros territorios imperiales. Tras el cese de sendos emperadores, el poder romano vino desde el norte africano. Y todo sucedió sin que hubiera Bolsa en Roma.
Estos fueron los mimbres que impulsaron a Itálica en su esplendor. Adriano impulsó la Nova Urbe a partir del 117 después de Cristo. La dotó de grandes edificios, construyó un templo central con mármol de Carrara cuya cubierta tuvo tejas de dicho origen.
En el siglo XIX se localizó un mosaico que ya apuntaba al Circo. Se añaden pintadas de aficionados a las cuádrigas que apostaban por los jinetes de sus colores preferidos. Estos se sitúan en la orchestra del anfiteatro. Representan caballos en las que aparecían hasta los nombres de los apostantes. Las crónicas hablan de cuatro equipos con los colores blancos, azules, rojos y verdes. Los últimos casi siempre ganaban. Sufrían más con los látigos dale-que-te-pego, parecido a los béticos en el Benito Villamarín.
Otros edificios ‘nuevos’
El circo ahora descubierto por la ciencia añade hipótesis sobre dónde pudo estar. Esa realidad completa un conjunto de construcciones centradas en el divertimento, junto al teatro de Augusto y el anfiteatro que impulsó Adriano. Las revelaciones actuales recalcan que Itálica fue la primera urbe que Roma levantó en Hispania. Jiménez pondera su importancia sobre lo lúdico que aglutinó público de otras zonas de Hispania y Lusitania, más concentrar lugares de culto a las distintas deidades romanas. Vaya, una mezcla de Expo, Catedral y cofradías si se admiten estos coloquialismos ante un asunto de la relevancia que nos ocupa aquí.
El circo que aparece en la intervención arqueológica determinó que ocupaba una zona de espectáculos con más de ocho hectáreas. Su planta fue colosal: 532 metros de largo y anchura de entre 140/155 metros en el área donde iniciarían las carreras de cuádrigas. El modelo constructivo imitaría al Circo Máximo romano. Recordemos los fotogramas de Ben Hur: unos escalones de público largo en torno al espacio de la competición en forma de ‘U’ alrededor de un muro central (spina).
Itálica nada que envidiar tendría a los otros grandes circos del orbe romano. Podemos situar otros en la misma Bética, Cápua, Egipto, Turquía o Croacia. El conglomerado de edificaciones por descubrir en Itálica, pues los expertos calculan que Santiponce esconde un 60% de la segunda Roma, tiene una explicación que suma más incógnitas. ¿Cómo se pudo construir?. La respuesta que apunta Alejandro Jiménez es que a Itálica le falta un puerto por ubicar en su justa extensión. Ya se sabe que hubo embarcaderos en las proximidades del Alcázar sevillano. También que el cerro del Carambolo orillaba el Ligustinus. Que sus aguas colmataron el hoy más seco Coto Doñana, y que el Guadalquivir se navegaba hasta Córdoba durante los más fértiles días imperiales de Roma.
La lógica de Jiménez aplasta otras tesis. Nada pudo ser levantado en Itálica sin ser llevado hasta allí por vía naval, como sucede en El Cairo desde Asuán. La ingeniería romana rozaba la perfección. El puerto de Itálica aparecerá, como se sabe que lo fue Palos en la época colombina. La Segunda Roma tiene quien le escriba.
Sólo falta que en Itálica se le saque más jugo histórico y de sostenibilidad del que ven nuestros ojos hoy día. Ponerla en más valor por ‘quien corresponda’ para descargar de turistas Sevilla no sería mala idea. Unos versos sobre su adorada urbe de Paco Vélez Nieto qepd tampoco sobran.

Alejando Jiménez
Fue un lujo de privilegiados metabolizar sin tasa las sabias palabras de Alejandro Jiménez Hernández. Hablamos de un Arqueólogo curtido en Europa y Asia mairenero y feliz de compartir sus descubrimientos gracias a su equipo y el Proyecto Moneda que nutren Fondos FEDER.
El pasado lunes conferenció en primicia sobre sus últimas investigaciones ante una entregada concurrencia del Rotary Club Sevilla International (RCSI). Su paisano el ingeniero-emprendedor Fran Guillén, también Presidente del RCSI, se quedó corto sobre el interés que despertó compartir mucho más de Itálica, un misterio que tapa Santiponce y secó el Lago Ligustinus.
Itálica ha sufrido distintos avatares desde los estertores de su esplendor. Regla Manjón Merjelina, Condesa de Lebrija, se encaprichó –felizmente- de sus mosaicos. Hurtó varios gracias a su impunidad de aristócrata y ser esposa de Federico Sánchez Bedoya. Tras fallecer en 1938 sin descendencia, sus herederos pugnaron por su millonario legado dinerario y artístico. Un informe policial, pues el origen de la colección tuvo origen turbio, recomendó mantuviera la unidad. Hoy el Palacio de dicha Condesa en la calle Cuna puede disfrutarse.
Adriano y Trajano
Sabíamos que Itálica fue la cuna de dos Emperadores. Sabíamos, o nos lo hicieron creer, que fue una especie de Marbella para los romanos por las excelencias que ofrecía: buen clima, termas, anfiteatro, circo, cívitas completa, gastronomía de nota, factorías de garum próximas y orgías a go-gó. Pues de todo se sirve el humano para el bienestar de su existencia.
Alejandro Jiménez justificó la importancia de Itálica porque concentraba acaudaladas familias aceiteras que influían en el Senado romano. Los parlamentarios eligieron sendos regentes itálicos porque su poderío así lo permitió. La Bética en la Hispania romana pesaba más que otros territorios imperiales. Tras el cese de sendos emperadores, el poder romano vino desde el norte africano. Y todo sucedió sin que hubiera Bolsa en Roma.
Estos fueron los mimbres que impulsaron a Itálica en su esplendor. Adriano impulsó la Nova Urbe a partir del 117 después de Cristo. La dotó de grandes edificios, construyó un templo central con mármol de Carrara cuya cubierta tuvo tejas de dicho origen.
En el siglo XIX se localizó un mosaico que ya apuntaba al Circo. Sed añaden pintadas de aficionados a las cuadrigas que apostaban por los jinetes de sus colores preferidos. Estos se sitúan en la orchestra del anfiteatro. Representan caballos en las que aparecían hasta los nombres de los apostantes. Las crónicas hablan de cuatro equipos con los colores blancos, azules, rojos y verdes. Los últimos casi siempre ganaban. Sufrían más con los látigos dale-que-te-pego, parecido a los béticos en el Benito Villamarín.
Otros edificios ‘nuevos’
El circo ahora descubierto por la ciencia añade hipótesis sobre dónde pudo estar. Esa realidad completa un conjunto de construcciones centradas en el divertimento, junto al teatro de Augusto y el anfiteatro que impulsó Adriano. Las revelaciones actuales recalcan que Itálica fue la primera urbe que Roma levantó en Hispania. Jiménez pondera su importancia sobre lo lúdico que aglutinó público de otras zonas de Hispania y Lusitania, más concentrar lugares de culto a las distintas deidades romanas. Vaya, una mezcla de Expo, Catedral y cofradías si se admiten estos coloquialismos ante un asunto de la relevancia que nos ocupa aquí.
El circo que aparece en la intervención arqueológica determinó que ocupaba una zona de espectáculos con más de ocho hectáreas. Su planta fue colosal: 532 metros de largo y anchura de entre 140/155 metros en el área donde iniciarían las carreras de cuádrigas. El modelo constructivo imitaría al Circo Máximo. Recordemos los fotogramas de Ben Hur: unos escalones de público largo en torno al espacio de la competición en forma de ‘U’ alrededor de un muro central (spina).
Itálica nada que envidiar tendría a los otros grandes circos del orbe romano. Podemos situar otros en la misma Bética, Cápua, Egipto, Turquía o Croacia. El conglomerado de edificaciones por descubrir en Itálica, pues los expertos calculan que Santiponce esconde un 60% de la segunda Roma, tiene una explicación que suma más incógnitas. ¿Cómo se pudo construir?. La respuesta que apunta Alejandro Jiménez es que a Itálica le falta un puerto por ubicar en su justa extensión. Ya se sabe que hubo embarcaderos en las proximidades del Alcázar sevillano. También que el cerro del Carambolo orillaba el Ligustinus. Que sus aguas colmataron el hoy más seco Coto Doñana, y que el Guadalquivir se navegaba hasta Córdoba durante los más fértiles días imperiales de Roma.
La lógica de Jiménez aplasta otras tesis. Nada pudo ser levantado en Itálica sin ser llevado hasta allí por vía naval, como sucede en El Cairo desde Asuán. La ingeniería romana rozaba la perfección. El puerto de Itálica aparecerá, como se sabe que lo fue Palos en la época colombina. La Segunda Roma tiene quien le escriba.
Sólo falta que en Itálica se le saque más jugo histórico y de sostenibilidad del que ven nuestros ojos. Ponerla en más valor por ‘quien corresponda’ para descargar de turistas Sevilla no sería mala idea. Unos versos sobre su adorada urbe de Paco Vélez Nieto qepd tampoco sobran.