In fraganti

Justicia para Casimiro, el Supremo tiene turno

Hay crímenes ‘sevillanos’ que trascienden fronteras. Una noche cinco tipos robaron en un hogar y huyeron tiroteados. La Justicia se cebó con el allanado, no con los ‘chorizos’

Juan-Carlos Arias jcdetective /
15 may 2021 / 04:34 h - Actualizado: 15 may 2021 / 08:18 h.
"In fraganti"
  • Foto: Andalucía viva
    Foto: Andalucía viva

Hay crímenes ‘sevillanos’ que trascienden fronteras. Una noche cinco tipos robaron en un hogar y huyeron tiroteados. La Justicia se cebó con el allanado, no con los ‘chorizos’

Casimiro Villegas, de 57 años, es un sevillano de bien. Desde pequeño da cancha a su vocación de servicio. Unos años en el ejército forjó su entrega. Poco antes de la Expo del 1992 opositó a la Policía Local de Sevilla. Sólo su tesón ganó la plaza. No precisó de chuletas, amigos sindicalistas, familiares en el cuerpo o academias donde saben las preguntas a priori.

Tras encontrar el amor de su vida con Estefanía, levantó la casa de sueños compartidos en Dos Hermanas. Colinda con el canal de los presos. Casimiro llevaba una vida plácida con su pareja, trabajo, amigos y familia hasta la noche del 29 de marzo de 2011.

Aquella madrugada le desvelaron ruidos en su casa, alejada de otras viviendas. Descubrió que varias personas allanaron su hogar tras forzar cerraduras. Tiró de su arma reglamentaria tras comprobar el shock de su esposa e hizo huir a los asaltantes en la misma furgoneta que les llevó a un hogar ajeno. Ante una pelea desigual -entre Casimiro y sus cinco asaltantes- hirió a todos. Los ladrones escaparon precipitadamente tiroteados en su fragoneta. Las balas no mataron a nadie, sólo defendieron lo legítimo: vida y hacienda de una pareja que descansaba en su alcoba.

La Justicia de ‘platos rotos’

En #Infraganti no hay estrados, ni juzgador. Una instrucción cuestionable, según Casimiro, en un juzgado nazareno entrañó la caza al policía que abusó de su pistola. Dilaciones inexplicables e incidencias que merecen más artículos hacen buena una frase de Quevedo: ‘Donde hay poca justicia es un peligro tener razón. Los malos aquí acaban siendo las víctimas del sumario de Su Señoría.

Tal es el desvarío que comentamos que la Fiscalía empieza pidiendo a Casimiro 20 años de cárcel e indemnizar a sus asaltantes con más de 300.000 euros. Es imperativo citar otra máxima que viene al pelo. La escribió Simón Bolívar: ‘Es difícil hacer justicia a quien nos ha ofendido’. La acusación finalmente rebajó la desorbitada petición a quien se protegía, en su casa, de cinco personas más fornidas que él mismo. Rebajó, Fiscalía, a 16 años los años de cárcel para Casimiro. ¡Algo es algo!

Es imaginable que un mundo al revés atacara los pilares de Casimiro. Intentó varias veces suicidarse. La primera, cuando leyó la abultada acusación del Ministerio Público. Debió sucederle como al forense que le toca hacer la autopsia de un hijo o de la persona que ama. Sería el amargor pleno, el total.

El tortuoso y lento devenir de la Justicia le hizo a Casimiro, licenciado en Derecho antes del incidente, especializarse en violencia extrema añadiendo a su formación un curso universitario de uso de la fuerza legal. Gastó ya casi 70.000 euros en su defensa y registró más decepciones: opina que los cinco penalistas que contrató son un fraude. No supieron trasmitir al instructor y juzgadores lo sustantivo sobre la legítima defensa como concepto lejano a la ideología. Las herramientas normativas no las trasladaron al criterio del tribunal. Hicieron bueno a Ernesto Mallo cuando repetía: ‘Leyes hay, lo que falta es justicia’.

El policía asaltado a domicilio se queja de la escasa formación criminológica de los penalistas que pagó, sus nulos conocimientos básicos de balística, el no aplicar el concepto de la legítima defensa y defender a machete la inviolabilidad del hogar. Un jurista sevillano ya anticipó que en España hacen falta tres Códigos Penales: uno para los ciudadanos, otro para juzgar los delitos cometidos en la cárcel y un tercero para los penalistas.

Finalmente, la Justicia española al sevillano modo, en octubre de 2019 –más ocho años después de los hechos- encontró en la tesis de los ‘platos rotos’ su bálsamo justificativo: si hay lesionados hay delito. Si hay policía que aprieta el gatillo hay un ‘malo’. La Sección Tercera de la Audiencia Provincial no aplicó una #JusticiaparaCasimiro que demanda la ciudadanía ante los asaltos con robo que vulneran la inviolabilidad del hogar, el espacio más privado e íntimo de la persona y las familias.

Conviene añadir que existe un incremento de robos que se perpetran con moradores ‘a sabiendas’ los últimos años. La extrema violencia, el factor sorpresa y el pánico del ultraje son elementos objetivamente agravantes. ¿Qué decir si además la vivienda está alejada de núcleo poblacional, habría menores, ancianos, mujeres o discapacitados dentro?. Suma y siguen los agravios.

Una sentencia, de más de cien páginas, condenó a Casimiro a dos años y medio de cárcel, y a pagar más de 50.000 euros indemnizatorios a sus asaltantes. La indignación del reo-víctima es comprensible. Y no se escribe en clave justiciera. Es, repetimos, encontrar una respuesta inadecuada y punitiva ante la legítima defensa. La Justicia concedió a Casimiro la eximente incompleta de miedo insuperable y la atenuante muy cualificada de dilaciones indebidas. La autocrítica de la Justicia es tímida.

El coraje del Licenciado Casimiro Villegas ha escrito, preso de su indignación y rabia, el recurso de casación al Tribunal Supremo. Ha logrado superar, sin ser penalista ejerciente, el filtro de la más alta instancia judicial española. La Sala Segunda, presidida por Manuel Marchena, adjudicó como ponente de la sentencia Pablo Llarena. ocupadísimo con el procès catalán, será quien decida sobre la libertad de Casimiro. Al que la vida le cambió una noche de hace diez años.

This is incredible!!!!!!

Decíamos que la historia de Casimiro ha trascendido fronteras. Las redes sociales, internet y en Facebook y Twitter #JusticiaparaCasimiro han movilizado conciencias. Policías de Melbourne (Australia), de varios condados irlandeses y de Florida (USA) han mostrado su incredulidad a Casimiro. Le apoyan en su –justa- causa. En esos países, Casimiro sería un héroe. Habría sido condecorado por tirotear a delincuentes con su arma en su hogar. Daría conferencias para contar su experiencia contra el mal. Pero aquí, estimados lectores y lectoras, Casimiro teme la cárcel y lucha contra un sistema que evidentemente necesita actualizarse al sentimiento popular.

En la normativa anglosajona allanar domicilio ajeno acarrea pérdida de derechos. La inviolabilidad del hogar es sagrada en el Common Law. Defender con arma, o sin ella, el reducto más íntimo de cualquier persona es parte de una Emmienda norteamericana.

¡Spain is different! Otro sevillano, residente en Santa Clara, saldó a balazos, con tino de tirador deportivo, el asalto de unos ladrones que maniataron a su esposa. La Justicia fue más benevolente que con Casimiro.

Casimiro, orgulloso de luchar su causa, invoca al cronista que países como Chile o Italia acogen una seguridad jurídica. La que desarrolla la ‘legítima defensa privilegiada’ cuando la trasgresión es dentro del hogar mancillado. Reinventado con el coraje de entender la razón de su parte ya esboza argumentos para esgrimirlos ante la justicia europea, por si el Supremo vuelve a tumbar sus mantras: el domicilio es inviolable, sufrió violencia extrema de delincuentes.

Obviamente, Casimiro es un descreído. Está convencido que en Sevilla y en Dos Hermanas se ocultan por inconvenientes las estadísticas y la fenomenología criminal. Acabará todo, pensamos, según pronóstico el sabio Miguel de Unamuno cada uno es cada uno tiene sus cadaunadas

El poli reinventado

De apacible ciudadano que trabajaba para que la norma se respete quedó un pensionista por incapacidad y un hombre crecido ante la adversidad. El ex policía Villegas dedica ahora su tiempo a sacar adelante ‘Zero Suicidio policial’, asociación que patrocina PREDEPOL. Escribe también un libro al que ya le puso título y prevé auto-editar. Dragón Negro dará que hablar. Maridará derecho penal policial y su justificación operativa. Su particular investigación sobre puntales jurídicos la estudió en repertorios jurisprudenciales, leyes comparadas, dando conferencias y el aliento de juristas como Fuster Fabra, reputado penalista barcelonés al que Casimiro admira más que a los que contrató hasta que fue condenado.

Una productora televisiva, con sede fuera de Sevilla por supuesto, está muy interesada en documentar la historia de Casimiro. Esta no se explica que sobreviva si no es gracias a Estefanía. Ella fue la que sacó el arma de su cabeza antes de reventársela. Ella sustancia la lucha de un hombre al que el mal le fabricó soluciones. Los retos fortalecen más desafíos.

Casimiro agita el colectivo ‘Zero Suicidio Policial’. Ayuda a familias y compañeros/as que merodean el precipicio de matarse para terminar con todo. El suicidio entre servidores de la seguridad pública y privada es un problema de salud pública, social. Para el suicidio no hay ni políticas preventivas. Ya escribíamos en ésta página de #Infraganti sobre ese tabú. Debe implementar más ayuda y sumar herramientas a nuestras autoridades.

Las cifras de suicidios con la pandemia se han multiplicado. Y entre los de servidores públicos más. Los policías suicidas franceses, por ejemplo, ya entraña un conflicto de estado. En Sevilla, sin ir más lejos, sólo el Teléfono de la Esperanza acude a la llamada del suicida en potencia La #JusticiaparaCasimiro espera turno en el Supremo.