La necrofilia, estimad@s lector@s, es uno de los trastornos sexuales y mentales que mayor rechazo causa en la sociedad. Pocos podemos entender que haya sujetos que se exciten sexualmente o les apasione el contacto o la cercanía a cuerpos humanos sin vida.
Los trastornos sexuales podrían dividirse en tres grandes categorías, según concurren expertos en la materia: parafilias, disfunciones y trastornos de identidad sexual. Algunas profesiones tienen acceso fácil a estas tentaciones que van más allá de la cordura. Nos referimos a las concernientes a la salud humana, psicoterapia, docencia, etc.... Obviamente empleados de funerarias, tanatorios, cementerios y forenses lo tienen más a mano. Y sin alejarse demasiado de su empeño profesional.
Las parafilias son desvaríos mentales caracterizados por intensas y repetidas fantasías sexuales, impulsos hacia niños o personas que se oponen al sexo con el paciente de la patología, hacia objetos no humanos o situaciones como el sufrimiento o humillación propia.
La necrofilia se etiquetaría como una parafilia y afecta negativamente a la calidad de vida de una o varias personas. Otras parafilias son el exhibicionismo, voyeurismo, fetichismo o pedofilia. La psiquiatría hispalense más ortodoxa tendría opinión al respecto, pues no se duda su valía.
Para contextualizar la necrofilia conviene citar un caso famoso que encarnó el radiólogo Carl Tanzler (1877-1952). Exhumó en Key West, al sur de Florida (USA), a la que consideró mujer de su vida. Nos referimos a Maria Elena Milagro-Hoyos (1909-1931). Su propósito fue seguir teniendo relaciones sexuales con la difunta.
Tanzler, obseso mórbido, logró pegar los huesos de su amada con perchas y cables, tras rescatarla de la tumba. Le puso ojos de cristal en las cuencas y sustituyó la carne corrupta por una careta, traje de seda y cera con yeso blanco. La avanzada descomposición del cadáver se ‘vistió’ como momia. Pero fueron descubiertos, los restos de María Elena, por familiares del médico en 1940, siete años después de ser desenterrada la que fuera una bella dama de origen cubano.
Pillado #Infraganti.
Sevilla, 6 de mayo 2003. Al sur del sur europeo. Sobre las 8 de la mañana sucedió un hecho insólito. Causó espanto a unos policías nacionales que acotaban el escenario de una tragedia. Alertados por vecinos de un popular barrio sevillano, comprobaron la presencia de una chica joven inerte sobre el acerado tras haberse precipitado del piso alto en un bloque.
La desdichada mujer esparció sangre e incredulidad al vecindario. La consideraba una joven normal, apreciada por su desenfado y simpatía. Imaginen las lágrimas, rabia e impotencia de los familiares de la desdichada chica. Tras llegar efectivos policiales, se personó la jueza de guardia acompañada de una comisión de varios funcionarios. Estos avisaron a agentes de la policía científica y al forense de guardia.
El escenario del suceso se llenó, en pocos minutos, de más servidores públicos. Los policías uniformados casi oficiaban de cordón ante la muchedumbre que se congregó cerca del cadáver. Poco después, lo que añadió la analogía que vemos en la pequeña y gran pantalla, llegaron sus colegas de ‘la científica’. Estos expertos iniciaron la inspección ocular y desplegaron sus herramientas, para aclarar si el suceso era fortuito, suicida o lo indujeron manos criminales.
Mientras la jueza, una curtida Magistrada instructora, realizaba las primeras diligencias interrogando a vecinos y testigos del horrible hecho, dos policías le susurraron en un aparte los que sus ojos no podían comprender: el forense había desprendido el sujetador de los pechos y bajado las bragas del cadáver. Manoseaba, ante su espanto, impropiamente las zonas genitales de la difunta.
La Jueza no podía creer lo que le decían aquellos policías. Se acercó, sigilosa y discretamente, al lugar donde reposaban los restos humanos. No daba, tampoco, crédito a lo que veía. El forense estaba sobando las tetas y el pubis tal y como le alertaron los dos policías.
Presa de rabia más primaria, la resuelta Magistrada ordenó al forense se apartase del cadáver. Y que este fuese recubierto con una manta. Su vehemencia era incontestable. Adelantó, verbalmente, que aquel hecho lo denunciaría por el conducto pertinente. El forense, mientras, mantuvo el tipo callado, cabizbajo y quizá muy sorprendido pues no entendía nada.
Dicho y hecho. La juzgadora en su guardia cursó escrito que refería hechos de los que fue testigo directa. Imputó al forense por ‘tocamientos lascivos y libidinosos’ que iban más allá, a su equilibrado criterio, de sus cometidos profesionales. La denuncia, meses después, condenó al forense venialmente en un juicio de faltas, a día de hoy lo que se denominan ‘delitos leves’. Ahí no acaba esta triste historia con epidérmico reproche judicial.
Fue recurrida la sentencia por un penalista conocido por ‘sacar de la UVI’ a imputados con ínfimo margen de defensa y condenados ‘a priori’ por la fuerza de las pruebas, testigos y reincidencia delictiva. El forense, tras aspirar a ser directivo del Instituto de Medicina Legal judicial, no admitía manchar su expediente con dicha ‘falta’. Al parecer, sería lo único que le preocuparía. Se sentiría impune o acaso ‘intocable’ tras densa trayectoria como forense. Era muy amigo de un conocido Catedrático universitario; también de jueces, fiscales y parte de la vanguardia en la ‘Sevilla rancia’.
Polémica sentencia y ‘antecedentes’
La Audiencia Provincial, en 2005, absolvió al forense de los cargos que le perseguían. Fiscalía y acusación particular pidieron condena de 24 fines de semana de arresto y multa de 32.400 euros. La sentencia fue tan rotunda para los juzgadores como polémica para quienes seguían el caso. Afloraron ciertos antecedentes del médico que eran vox pópuli en el foro hispalense.
Por este desgraciado asunto el forense, finalmente absuelto, había sido suspendido de empleo y sueldo tras la denuncia de la Jueza que comentamos. Viviría, desde que le privaron del trabajo y la nómina judicial, del contrato que conservaba de docente universitario y de la fortuna familiar. Surge una pregunta: ¿Teníamos, ya, un necrófilo impune?.
Los tres magistrados de la Audiencia dictaminaron sobre el forense que la ‘exploración de mamas y vello púbico eran maniobras propias del ejercicio de sus funciones’. Imaginen la cara de la magistrada denunciante cuando conoció la decisión de sus tres colegas que deberíamos considerar ‘juristas’ por el rango profesional que detentan nada menos que en la Audiencia.

Otras fuentes del caso repiten ciertas palabras sobre estos magistrados del siglo XXI recién estrenado: machismo, corporativismo, amiguismo, clasismo ..... Muchas más voces repetirían la frase del que fuera incombustible Pedro Pacheco cuando era Alcalde jerezano: La Justicia es un [gran] cachondeo.
Las leyendas, dicen, se construyen sobre realidades. Lo más insólito del forense absuelto y docente universitario es que traía cola, y ésta se batía sólo en petit-comité. Los hechos que suceden en las salas sevillanas donde se practican autopsias y se enfrían los cadáveres deslenguaron a tope.
Esta historia del forense llegó hasta la fecha de jubilación tras ser descubierto en público. Los incrédulos ojos de policías, una jueza y vecinos que se arremolinaban temprano en una calle sevillana donde sucedió una tragedia fueron testigos. ¿Quién se escondía tras la bata de un forense de plantilla?. Su alter ego escondería a un posible necrófilo que no pudo reprimir sus impulsos, ni a primera hora de la mañana.
Las lenguas más afiladas situaban a este médico al servicio de la justicia con hechos similares sobre cadáveres, ojo siempre sobre mujeres agraciadas físicamente y antes de serles practicada la autopsia. Esta es preceptiva cuando se trata de una muerte no natural. Algo parecido, pero sobre un diván, sobre lo que podría ocurrir entre quienes se declararían víctimas del Dr. Criado.
Algunos justiciables referían del forense al autor de #infraganti que las bajas y altas médicas judiciales por hechos penales y accidentes las dictaba según criterio lo más disparatado posible. Variaba, según dicen, según cómo se levantase el tipo.
En ocasiones preguntaba: ¿Cuántos días quieres que le ponga para su baja?. Se intuyen las respuestas, exageradas por supuesto. Pero dicha realidad es gravísima. Los días de baja hospitalaria e impeditivas para funciones laborales gradúa acusaciones de fiscalía o demandas indemnizatorias. Ya referimos aquí el caso del ‘Jeta’.
Los consultados corroboran lo que podría hacer con quienes fallecieron este forense de leyenda mala. Una Magistrada constató la verdad real sobre la de la justicia terrenal. La increíble historia del forense necrófilo no arrancó con éste artículo. Llevaría consolidada muchos años.
Estaba escrita su historia e indirectamente en una denuncia. Y mucho antes en la morgue sevillana, consultas forenses y una mente que podría no estar pareja a la cordura. Si las paredes sevillanas de las salas donde se practican autopsias y conservan cadáveres hablaran, sabríamos más de este forense que podría precisar, paradójicamente, ayuda médica. ¿Hay batas bancas que tapan mentes necesitadas de psicoterapia?.