In fraganti

Pintadas: Del grito popular al peor gamberrismo

Cuando no se pueden vehicular ansias personales y colectivas a veces las paredes actúan de tablón. Sevilla pasó de albergar pintadas que abrían sonrisas al bochorno del ataque patrimonial

Juan-Carlos Arias jcdetective /
19 jun 2021 / 04:00 h - Actualizado: 19 jun 2021 / 04:00 h.
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Es un privilegio vivir en Sevilla. Quienes están desterrados de la ciudad y provincia que les vio nacer añoran esa luz que escribía Machado, o ese sentimiento íntimo que emociona cuando disfrutamos la monumentalidad de una metrópolis donde el bienestar sólo lo relativizan la contaminación, el calor estival e incomodidades capitalinas no pensadas para tanto coche.

Servidor pasea con frecuencia el malecón fluvial, el parque de María Luisa y el centro histórico. Difícil cansarse de admirar el arte, pensar en la Historia y disfrutar de un lugar donde quien lo vive o visita siente es importante. Nuestra moral respeta lo importante hasta que surge el desvarío. La Avenida de la Palmera es de las pocas donde esos árboles tapan mansiones, palacetes u horribles hormigueros de oficinas.

Y en esa generosa Avenida tiene un monumento que regaló el expresidente venezolano Rafael Caldera a Sevilla siendo testigo el hoy Rey Emérito y tocayo Juan Carlos Iº en 1981. La estatua homenajea a Simón Bolívar con brazos abiertos mirando al cielo desde un caballo. En los laterales del pedestal hay palabras del genial Unamuno y fragmento de una carta del Libertador al Rey:Es nuestra ambición ofrecer a los españoles una segunda patria, pero erguida, no abrumada de cadenas’.

Este artículo arranca en la indignación que causan unos gamberros intolerantes y descerebrados que pintarrajearon sobre Bolívar dos acusaciones: ‘traidor’ y ‘asesino’. La pintada resulta difícil de borrar tras ser recientemente restaurado el monumento. Una subcontrata municipal, probablemente, ha logrado borrar la pintada. Pero los pintores tuvieron oficio para que a su repugnante huella le quede poso. Es imaginable quién está detrás de tan penosa pintada en tiempos crispados de precariedad política. No es un caso que cuestiona la libertad de expresión

A ‘Quien corresponda’ le tocará arreglar este desvarío y reponer la grandeza a un Bolívar que, repetimos, tiene los brazos abiertos y mira al cielo de la convivencia. La segunda patria americana para los españoles no la inventó el Libertador, estaba antes y pervivió después. Hoy Sevilla es la segunda patria de miles de americanos que consideran con orgullo a Bolívar su héroe patrio. Esa pintada que comentamos invita a más en el tema de la expresividad con el spray o la brocha gorda.

Política y desahogo

En Sevilla muchas paredes dan fe que el anonimato es cómplice de muchas pintadas. Quien escribe no quiere ser descubierto, aunque su mensaje tenga firma. Desde la revolución industrial tardía que arribó a Sevilla la injusticia, el clamor popular o la picardía local han pintado la reivindicación. Antes y después de la guerra fratricida anarquistas, el sindicalismo más encendido, falangistas y grupúsculos de derechas condujeron mensajes que marcaban pautas con ideología. Hoy en día hasta los comerciantes de Alcalá claman contra gamberros que afean negocios 7

Anarcos y anticlericales fueron los más imaginativos (La iglesia que ilumina es la que arde), maridan lemas con faldas (Ni dios, ni amo, ni marío) o proclama su quintaesencia (El pueblo unido funciona sin partidos). Las barricadas de las paredes reprodujeron proclamas del anarcosindicalismo retando al patrón, algo hoy impensable. Sobre todo, porque lo anarco en Sevilla se redujo al mínimo. Pero en un contenedor de basura se improvisó una urna (Vota aquí, da lo mismo)

El desahogo sobre el timo tras comprar viviendas con defectos puede escribir de forma faltona (Emosido engañaos). En la fachada de una inmobiliaria apareció algo revelador (Por culpa vuestra vivo con mis padres) sobre la emancipación juvenil. Un despedido repetía pintada retadora ante su antigua empresa (Me sobra tiempo y pintura). Pero el patrón no le hurtó respuesta (Y a mí disolvente). Arte total. El agobio fabricó otra (En casa me oprimen, en el trabajo me explotan). Y hasta en la sede de Podemos hispalense llegó el grito de la torería (La tauromaquia es cultura. Más respeto)

La transición y los primeros gobiernos de Felipe González generaron muchas pintadas en barrios populares con consignas de la izquierda del Partido Comunista. Había pintadas Joven Guardia Roja, ORT, PCE-ML o sindicatos agrícolas larguísimas. Hacían falta muchos minutos para leerlas completas. Revindicar libertad para presos, replicar excesos policiales o vindicar el voto eran el guion más frecuente. Una muy buena se contradice con la ortografía (El fascismo se cura lellendo). O interviene en política internacional (En Estados Unidos la libertad es una estatua)

Difícil explicación tiene una pintada sobre una musa de aquellos años cuya belleza era evidente. Pues bien, alguien la replicó (Nadiuska, fea). Un lema electoral del PSOE felipista -por el buen camino- añadió la guasa sevillana (Por el buen camino, hacia el langostino). La memoria histórica se activa por alojar un templo restos de un militar. Regaló pintada que dedica al General Queipo (La Macarena llora por un asesino a su vera).

Feminismo, fútbol y filosofía

La rivalidad Betis-Sevilla ha fabricado más pintadas con picardía, más guasa y esa entente cordiale que a la postre reina entre las criaturitas y el señorío de triunfo. Entrenadores, jugadores y directivos de ambos clubs han personalizado algunas pintadas cerca y lejos de sus canchas. Mejor no dar mucho más detalle para o ser etiquetado aquí injustamente.

La Semana Santa, la competitividad entre hermandades, el sentimiento de barrio o los desvaríos en Cabildos, procesiones o individualismos de diván han regalado a nuestros ojos pintadas mejorables. Mejor no citar aquí nada con exclusivo afán de evitar conflictos o ese desahogo que descalifica.

El feminismo más pintón incorpora a la mujer en el empeño de expresarse como merece. Cerca de templos se repetían consignas (Alejad los rosarios de nuestros ovarios), replican dogmas (Yo no salí de tu costilla, tú saliste de mi vagina), invita a la diversidad (El Papa no nos deja comernos las almejas) o se queja de la dictadura de la moda anoréxica (La talla 38 me aprieta el chocho). Un macho alfa pintó sobre rótulo de una marca de moda algo irreverente (Pa MANGO el mío).

Algo desafortunado por la violencia que entraña repitió pintadas (Hazte feminista y maltrata al varón), pero se salva con tintes románticos (El amor es alegría, no una pena), más prosaicos (Creo en el amor a primera risa) o pacifistas (Haz el amor, no la guerra). El clamor sobre La Manada y su víctima en los sanfermines rectificó a la Justicia (No es abuso, es violación). La tinta violeta lleva razón, cuando la tiene.

El banco de un parque copió el texto de otro lejano a Sevilla (Tranquilo: este banco no te roba). La filosofía de andar por casa tiene embajada en las pintadas (Ante la duda no te cambies de acera), revela lo obvio (Por qué callar si nací gritando) nos interroga (¿Es usted normal o todavía lo piensa?), cambia un lema militar (Todo por la tapia) o aboga por lo razonable (Dichosos los normales, esos seres extraños).

Al sevillano modo hay intérpretes del homicidio potencial (La droga mata, el trabajo también), o del mal causado por los cigarritos de la risa (El porro apollarda). La crisis repitió algo lógico (No podemos apretarnos el cinturón y bajarnos los pantalones a la vez). Ante una prohibición de pintar las paredes en el aviso hubo una pregunta (¿Y en el cartel?)