Hoy toca sacar del armario mental algo ‘políticamente incorrecto’, tabú, disfrazado con eufemismos. Es de los que está ahí, pero no se aborda por la impunidad que rebaja el reproche penal o bien pasa desapercibido. Una minoría, no obstante, lo percibimos con claridad. Especialmente, quienes conocemos de cerca problemáticas personales, dudas existenciales ajenas y ese temor que arrastramos los humanos mientras vivimos.
El miedo es, para qué ocultarlo, un gran negocio cuyas tarifas por gestionarlo, remediarlo o conducirlo no son gratuitas o mínimas entre los llamados paliarlo. La gran mayoría de profesionales y empresarios por citar suelen retornar alivio y conducirlo hasta donde puede su pericia. Pero aquí toca diseccionar, al efecto de ser identificados, quienes hacen caja del miedo sin recato, sin escrúpulo alguno.
Lo que toca ahora es definir qué es el miedo. Para algunos es una ‘emoción y sensación desagradable que provoca percibir un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso del pasado’. Para el DRAE tiene dos definiciones: ‘angustia por un riesgo o daño real o imaginario’ y ‘recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea’.
Para sintetizar este fascinante tema que la psicoterapia se las ingenia para dar respuesta acorde a la mente donde se alberga el miedo, debemos categorizar entre quiénes y dónde se centra el mercadeo del miedo.
Desde que nacemos tenemos un miedo recurrente. No es otro que la muerte. De tan cruda realidad hacen interpretaciones todos los credos que conviven en la tierra. La Sevilla más cristiana metaboliza mensajes de sus pastores. En el pasado pagaban los ricos por ‘indulgencias plenarias’ que avalaban un lugar impune de pecados cometidos lo que colmataba hornos del infierno, plagados de menos pudientes.
Como no entraremos cuestión de fe por respeto a la del lector o lectora y es realidad que los sepultureros siempre ven lo mismo cuando llenan los osarios sin preguntar si era rico o no el difunto, la muerte centra gran parte del miedo humano.
Desconocemos cómo y por qué científicos e intelectuales más gente que vivido en lugares con culturas distintas son los más descreídos de la religión. No olvidemos que por la fe han muerto millones de personas en crueles batallas donde la historia sólo recoge el relato del vencedor.
Sobre cómo y dónde yacer en el último viaje hay en España uno de los negocios más ingeniosos y rentables. Hablamos de pagar el entierro por anticipado y en cómodos plazos. Este fenómeno no se da tanto en otros países, como las aseguradoras que cobran mes a mes lo que pagan a precio de coste e iguala: féretros, esquelas, coronas, tumbas. Todo proviene del terrible ‘no tener donde caerse muerto’ cuando no podía sufragarse una tumba extramuros de algún templo. Hay alternativa gratuita: donar el cuerpo a la ciencia, que avanza a ritmo frenético y enseña a los futuros médicos.
Aquí es donde más intereses se conjugan. Los fármacos, cada vez más eficaces, ocultan en folios dentro de cajitas de cartón efectos adversos que citan para evitar reclamos. Curar mediante medicinas bajo prescripción médica deja tranquilo a cualquier que tiene en su casa una farmacia. El miedo a caer enfermo, o empeorar la salud, sin un fármaco cerca obra el ‘milagro’ de la automedicación o ese consejo del vecino o amistad sanitaria que aplaca la incertidumbre si conservaremos la salud.
Entre médicos hay inmensa mayoría que lleva a término su juramento hipocrático. Pero, valga la redundancia, los más hipócritas son los que les gustan más el negocio de la medicina. Y aquí tenemos ejemplos mil. Todos juegan con la credibilidad de la bata blanca, lo impoluto de la consulta y palabras que tranquilizan o inquietan.
El miedo a perder la salud, morirse, no sentirse bien es caldo para los médicos menos escrupulosos. Aquí lideran el ranking los Cardiólogos. Las patologías cardiovasculares encabezan listas de mortalidad entre españoles con el 29,66€ de fallecimientos. Además, entre los 40 y 50 años de una población más longeva que anteriores comienzan los tratamientos de una mayoría de pacientes fundamentalmente por hipertensión.
Pues bien, esa ínfima minoría menos ortodoxa llena consultas de pacientes entregados al ‘prestigio’ del galeno exagerando riesgos, obviando pautas, sobre medicando y hurtando esos ánimos y palmaditas que todo paciente agradece. La alternativa de dieta cardiosaludables, hacer ejercicio y obviar hábitos insanos (tabaco, alcohol, drogas) la suelen olvidar estos mercaderes de la salud que, repetimos, son minoría. Pero están ahí.
La psicoterapia más crematística con la problemática familiar (empresas, herencias, divorcios, conflictos padres-hijos-nietos), precariedad laboral, enfermedades crónicas e incurables hace caja. Hay variantes con técnicas de filosofía oriental, crecimiento individual o sectas que suplantan el miedo o inseguridad personal por vaciar la cartera o ganar adeptos.
Sentirse guapo/a, querido/a, presentable y un largo etcétera maridan la salud con el cuerpo que la sobrellevaba y ahí tenemos nutricionistas, cirujanos plásticos o endocrinos que por los kilos de más, arrugas del tiempo vivido o estar permanentemente atractivo/a ante terceros superan ese miedo que tenemos al ‘qué dirán’. La otra parte cobra bien la faena.
Si algún miedo supera a otros es ‘pudrirse’ en la cárcel o visitar los calabozos. El miedo es pánico entonces. Y como cualquier puede estar inmerso en diligencias penales por lo que estamos viendo se paga lo que sea para seguir disfrutando de la libertad.
Nuestro engranaje legal nos priva de libertad por días, meses o años acorde a decisiones judiciales basadas en conformidades de fiscalía aunque sustentada en pruebas (documentales, testificales, periciales) e informes de la policía o autoridad competente.
Ningún funcionario cobra mucho más por privar de libertad a cualquiera. Pero hay barra libre entre abogado para defender al imputado en lo que a cobranza se refiere. Y ese noble oficio en una minoría, y lo repetiremos hasta el infinito, de penalistas es un gran negocio dramatizando sobre el riesgo de ir a la cárcel tantos o cuantos años.
Los mejores letrados dicen la verdad al cliente desde el primer minuto uno. Sobre la gravedad de cargos, pruebas en contra existente, etc... Pero no es menos cierto que ser condenado o no depende de otros muchos factores que casi siempre se deben a la defensa de quien trasgredió la norma penal.
Uno de los miedos que más hace caja a profesionales sanitarios es la desazón por no dejar en la tierra hijos en nuestra despedida. La biológica voluntad de procrear para algunas personas se torna pesadilla cuando existe la infertilidad. Antaño esto era una especie de maldición que estigmatizaba, especialmente a las mujeres. Pero hoy en día hay incontables técnicas para lograr descendencia en casos difíciles de inicial infertilidad.
El avance científico chocó con morales o credos pero hay también negocio en lograr embarazar a una mujer que ansía ser madre, por lo general cuando su etapa más fértil ya pasó, no desea soportar una pareja o bien la prioridad maternal se aplaza hasta que llega el momento.
En Sevilla proliferaron durante los últimos años centros privados que casi garantizan la maternidad al 90% de los casos. La clientela es nutrida, discreta y hasta viene más allá de nuestras fronteras. El miedo a no ser madre, con el apoyo –las más de las veces- de una pareja que se comportará como buena compañía de progenitora hace que miles de euros vayan a la caja de negocios que antes eran impensables.
En la casuística pícara de los pioneros en esta materia contemplamos un caso de afamado Ginecólogo hispalense que se hizo millonario con las fertilizaciones ‘in vitro’. Aprovechando esa bolsa de clientela llenó su clínica de pacientes. Verbalmente les garantizaba embarazos en porcentajes alejados de la praxis vigente décadas atrás. El galeno hasta pronosticaba, en su labia con un 100% de acierto, el sexo de la criatura.
Muchos defraudados por no tener éxito en la procreación tras pagar millones de las antiguas pesetas reclamaron judicialmente por defraudar expectativas, además se descubrió que en las fichas de pacientes el Ginecólogo anotaba ‘a mano’ el sexo contrario al que verbalizaba a la ilusionada paciente con su feliz pareja. El Ginecólogo murió impune aunque millonario. Ya descansó de tanto negocio con ilusiones ajenas.
Sólo quienes tienen dinero y bienes materiales tienen miedo de perderlo y la implícita codicia de multiplicarlo. Las entidades financieras, bancos, chiringuitos, brokers lo saben bien. Sus sedes reparten mármol, profesionales bien trajeadas, con habilidades persuasivas. Antaño el dinero y joyas se guardaban a recaudo del hogar.
Con las crisis que recientemente sufrimos el pánico a perder ahorros, dinero heredado o no poder pagar deudas e hipotecas, etc.... hizo que el asesor bancario u otorgar confianza a un portal financiero sea la forma más adecuada de conducir el miedo con el ‘maldito parné’.
En Sevilla conocimos estafas piramidales con variantes diversas, invertir en sellos, inmuebles embargados, banca paralela, préstamos privados... Algunos fraudes tuvieron epicentro en notarías, sedes bancarias o lustrosos bufetes donde los tomos de jurisprudencia parecían avalarlo todo.
Aquella máxima que ‘nadie da duros a pesetas’ se hace patente con sacar tajada al dinero por el camino más corto. Inclusive, la osadía hizo que quisiera sacarse interés el ‘dinero negro’, es decir, al ajeno al pago tributario. Ciertamente, el miedo al fisco debe considerarse llegados a este punto.
Cualquier comunicación de Hacienda más que miedo causa lo siguiente. Para muchos es casi como recibir un jarro de agua helada una noche de invierno por usar términos amables. Todo lo s concerniente al tributo tiene arreglo con dinero. El problema es que da alergia pagar lo debido en plazo.
Una llamada de la policía o la presencia de la guardia civil causan miedo para quienes no tienen nada que temer o pánico al que se siente ‘pillado/a’. Esa sensación tiene sobre tarifa cuando se visita un bufete. Una cosa es una denuncia en papel que al cabo es fría y otra pasar por comisaría, ser interrogado o llamado interesando aclaración de algún delito.
En esta línea ser ‘descubierto’ de alguna tropelía causa pavor. Esta situación es el prado donde pastorea el chantaje más inmisericorde. El miedo para el chantajista es factor clave, sin el mismo ni hay extorsión ni se materializa pago alguno. Lo suyo es aguantar el chaparrón. Los individuos que se dedican a ello cambian, entonces, de objetivo.
Por último, añadir que los políticos conducen el miedo al futuro y el presente, sobre inseguridad pública o incumplir promesas electorales en un contexto social. Constatamos cómo el sistema del bipartidismo alternándose en el poder se fragmentó en coaliciones antes impensables a nuestras entendederas pero normales en países de nuestro entorno.
El ‘negocio’ de los políticos con el miedo que intentan remediar en sus votantes está claro: logran empleo que el aparato del partido no paga, pensiones vitalicias e indemnizaciones desmesuradas. También, regalan dinero y empleo público a familiares, amigos y socios... Sobran más comentarios.