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In fraganti

Verdad irracional, mentira patológica

Quienes dañan honras, entornos familiares, relativizan verdades, o perjudican a la justicia, la policía o la evidencia son omnipresentes. Hoy identificamos a los mentirosos

Juan-Carlos Arias jcdetective /
08 jul 2023 / 04:00 h - Actualizado: 08 jul 2023 / 04:00 h.
"Denuncias falsas","Adicciones","Psicología","Fraude","In fraganti"
  • Verdad irracional, mentira patológica

#Infraganti no es un espacio ajeno a lo sustantivo de la mente que causa perjuicios a terceros/as. Hace años abordamos aquí los desastres que causan quienes deliran con la fantasía desiderativa. Esa forma de pensar se basa en la ilusión que se le aplica la mente. Evade, de alguna forma, lo que no nos gusta. Quien vive esta fantasía cierra los ojos ante la realidad. Sólo imagina lo que desea.

Esta semana nos enfrentamos ante algo diferente, pero no muy lejano a la fantasear selectivamente. La mentira es afirmar lo que se sabe que no es verdad. No decir verdad conscientemente va más allá cuando representa un trastorno de la personalidad. Lo más venial en este terreno es cuando el individuo falsea la realidad constantemente sin obtener beneficio propio. Ante terceras personas faltar a la verdad sería transparente; con frecuencia parecen, esos mentirosos, bastante creíbles.

Según la psicoterapeuta Rosario Linares le mentira nos acompaña en la vida desde la infancia. Se recurre a la misma desde la primera adolescencia hasta la edad adulta. La mayoría de edad se estrena con mentiras llamémosle ‘esporádicas’. La Universidad de Massachusetts (EEUU) reveló años atrás que el 60% de las personas mienten al menos una vez durante una conversación de diez minutos ante cualquier interlocutor.

Mentir compulsivamente no siempre persigue algo o evita males. Hay quienes ocultan así adicciones, hábitos confesables o los pasajes más negros del pasado personal. Estos/as mentirosos/as difícilmente reprimen su compulsión, les puede el impulso a engañar, que acaban normalizando a fuerza de repetir mentiras.

Uno de los síntomas más apreciables de esta clase de mentirosos que hoy analizamos es que comparten una baja autoestima. Precisan destacarse, necesitan parecer más interesantes y ser aceptados por los demás. La ansiedad es parte del mentiroso/a. La tensión, el binomio verdad/falsedad y el miedo a ser descubiertos añaden ingredientes a estos personajes.

Suelen, además, tener dificultades sociales porque hay quienes les “pillan” fácilmente con radares personales, por lo que son conscientes que su credibilidad a veces es ‘0’. Les resultan balsámicas las mentiras duraderas, no las epidérmicas aisladas para salir airosos de la presión social. Cuando mentir es un hábito entraña una marca personal.

Varias anomalías de la personalidad (histrionismo, narcisismo, borderline –límite-, sociopatía, inmadurez, síndrome de Münchausen) se añaden a quienes mienten compulsivamente.

Verdad irracional, mentira patológica


Mentir, sí o sí

Quienes faltan a la verdad entrados en la patología lo hacen sin motivo, sin racionalidad. Insisten en ello, a veces, para huir adelante ante adversidades que le causan sus propias mentiras. Digamos que construyen un mundo cercano al de la fantasía desiderativa que detallábamos antes.

Ante personas con mínimo sentido común quienes mienten erigen situaciones ridículas de incredulidad. El paso siguiente es inventar situaciones más insostenibles. Una vez advertido, o descubierto, el engaño raramente se admite por lo que es más común seguir mintiendo, buscar conspiraciones o demonios privados para sostener lo más peregrino.

A los mentirosos compulsivos les alcanza un momento que asumen ese estatus como un hábito, como operativa para relacionarse con los demás. Consideran, al cabo, que no mentir les perjudica. Se sienten más confortables con mentiras que llegan a fabricar con oficio. Vayamos al trapo con algún ejemplo.

Hay quienes, tras ser detenidos, acusados o denunciados por evidencias incontestables niegan enérgicamente los hechos. No suelen hurtar o inventar complots entre personas de su entorno, competidores, jefes o subordinados, vecinos, etc....

Otras veces inventan, ingeniosamente, conspiraciones o tramas turbias que raramente se identifican con personajes, entidades o hechos constatables. Otro recurso, a veces dramatizados convenientemente, añade a las mentiras identidades ajenas o delatan a inocentes.

Los/as más compulsivos/as, inclusive desatan una batería de ‘contra denuncias’ para fundamentalmente crear señuelos, cortinas de humo o engañar con cierto oficio a los agentes de la ley que investigan verdades.

Un detalle a lo escrito son las denominadas denuncias falsas, muy socorridas de quienes mienten. Cuestan poco (¿hay variable ‘catalana’?), causan dudas en la Justicia o la Policía sobre la culpabilidad del denunciante, redirigen el foco acusatorio, y se archivan no registras consecuencias a quien denuncia. La falsedad de estas denuncias tiene variante ‘vacuna’ cuando protegen al ‘malo’, si admitimos este coloquialismo.

No obstante, el gran problema de esta clase de personas, de mentirosos/as patológicos/as y compulsivos/as, es que pierden la confianza de sus afectos más cercanos. Estos mitómanos acaban con graves problemas familiares, fracturan sus parejas, son despedidos o bien arruinan sus negocios con tal forma de conducirse en la vida. El triste final de muchos compulsivos en la mentira es que acaban sufriendo aislamiento social.

Matracas de quienes mienten

Seguidamente, como hoja de ruta o bien como diccionario que usan los/as que faltan a la verdad temerariamente reproducimos palabras que los/as identifican.

1. “Nunca

Así sustituyen el “No”. Por ejemplo, si les preguntas ¿Hiciste esto? responde “Yo NUNCA haría eso”, en vez de decir simplemente “No” o “No lo hice”. Esta es una alerta sustantiva de las mentiras que van colando estos personajes. Ese “nunca” raramente desaparece de sus labios.

2. “Eso”

Quienes mienten suelen añadir “eso” o “esa” a cualquier sustantivo. “Esa mujer”, “ese tipo”, “ese dinero”, son algunos ejemplos. Hablamos en este caso de un intento subconsciente de distanciarse de la palabra. Este es un truco común de los manipuladores. Usar “eso/a” es un recurso esencial.

3. “Sí, señor/a”

Sumar género a la defensiva, sin causa aparente, oculta algo. Quienes faltan a la verdad más allá de lo razonable así descargan su posible estrés o problemas episódicos.

4. “Por cierto ...”

Lo usan mucho para minimizar lo que dirán a continuación. Es una especie de prólogo de la parte más importante de la mentira que relatan. Atención al “por cierto” puyes siempre viene algo cuestionable detrás.

5. “Pero”

Con esta palabra restan importancia a lo que dicen. Es repetitivo para ni afirmar ni negar nada entre quienes suelen faltar a la verdad.

6. “¿Por qué haría eso?”

Esta pregunta es recurrente. La repiten para ganar tiempo fabricarse más mentiras o seguir con su relato verbal. Encontramos variables a la pregunta: “¿Quién, qué clase de persona crees que soy?”, “¿Me estás llamando mentiroso/a?”, o el socorrido “Ya sabía que esto iba a pasar a mí, que no te creerías esto”.

7. “Dejé”

Hay veces que quienes mienten optan por no detentar nada. Todo lo “dejan”. Su apego a la verdad es raquítico. Un ejemplo: los/as mentirosos/as en lugar de decir “me fui para la casa a las 6″, señalan “Dejé (o abandoné) el lugar a las 6″. Los/as que engaña siempre se distancian de algo o alguien para tomar perspectiva de sus propias mentiras.

¿Hay cura?

Las terapias que suelen aplicar los profesionales de la psicología y psiquiatría cuando hay conciencia de salir de este trastorno consisten en fortalecer la autoestima, mejorar las habilidades sociales y facilitar herramientas para resolver los conflictos generados por el/la paciente que por fin necesita ayuda profesional.

Las terapias aplicadas tienden a la conformidad del tratamiento, constatar los problemas que causas las mentiras y eliminar los pensamientos negativos. Las técnicas de modificación conductual se orientan a concienciar del daño de la mentira y hacer llevadera una vida sin la necesidad de mentir.


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