Los huevos camperos gallegos en Andalucía: amor al primer bocado

  • Los huevos camperos gallegos en Andalucía: amor al primer bocado

No es ningún secreto que a los andaluces nos gusta comer bien. Somos de buen diente, y encima cocinamos de maravilla. Aquí las recetas familiares se aprecian, perduran, y se transmiten durante generaciones: que si el salmorejo de la abuela, la tortilla de la tita, el puchero de toda la vida como se hacía “en mi casa”...

Afortunadamente, muchos aprovechamos el confinamiento para volver a los fogones y recuperar platos clásicos, los de toda la vida. Más de un adolescente hizo su primer bizcocho o se estrenó como arrocero oficial durante aquellos días. No todo iban a ser malas noticias...

Y nos estamos refiriendo en esta ocasión a algo tan sano como los huevos camperos producidos en Galicia, donde las gallinas no sufren los calores ni la sequedad a los que tan acostumbrados estamos en gran parte de esta tierra en verano.

Por eso no nos extraña el crecimiento de las ventas en Andalucía de los huevos camperos. Cuando preparamos esos platos tan nuestros, nos gusta disfrutar de ingredientes de calidad, sobre todo por el sabor sin igual que le brindan. No hay más que saborearlos en la tradicional receta de los huevos a la flamenca: cazuelita de barro, tomate frito, pimiento morrón, guisantes, chorizo, jamón, un par de huevos... y al horno.

Los huevos con papas son otro clásico, el plato preferido de muchos (¿hay alguien a quién no gusten?). Esta receta cobra otra dimensión cuando se usan huevos camperos gallegos, por no mencionar su sabor intenso como acompañamiento de nuestros mejores entrantes veraniegos: salmorejo, porra antequerana, pipirranas, etc.

¿Por qué está ganando tantos adeptos el huevo campero en Andalucía?

Para conocer mejor por qué gustan tanto estos huevos es necesario remontarnos a la forma en que se crían las gallinas que los ponen. Para ello nos hemos desplazado hasta el corazón de Galicia, en Antas de Ulla, Lugo, donde la temperatura media es de 25º en julio y agosto y la humedad relativa, del 60%.

Una maravilla de clima; más a la hora de dormir, cuando se agradece, y mucho, tener a mano una colcha.

Allí está ubicado Pazo de Vilane, la granja avícola decana de España, fundada en 1996 (este año celebra su 25 aniversario) cuando el concepto huevo campero no existía a nivel comercial en nuestro país, y sólo se daba en producciones informales dentro de pequeños corrales.

Fue esta pequeña empresa familiar la que introdujo en nuestro país, con mucho esfuerzo y trabajo, el concepto de huevos camperos a partir de gallinas en libertad; tengamos en cuenta que todavía en 2020 un 78% de los huevos que consumimos proceden de grandes industrias de jaula.

¿Y por qué estos huevos camperos tienen ese sabor tan natural? Sin duda, la clave de la calidad del huevo de Pazo de Vilane está en su modelo propio de producción. Las gallinas pasan la mayor parte del día en los extensos prados verdes del Pazo, picoteando hierba fresca todo el año.

Estamos en pleno verano, sí, pero más parece que fuera primavera: aquí los pastos son de un verde intenso y las distintas gramíneas (trébol, cuernecillo, agrostis, llantén...) no sólo tapizan por completo el terreno, sino que siguen echando florecillas que se disputan las aves, como si fueran golosinas.

Es decir, en Pazo de Vilane las gallinas pastorean verdaderamente, e ingieren insectos, hierbas y flores frescas, así como piedritas que, una vez alojadas en la molleja, les ayudan a digerir y a nutrirse de forma adecuada. Se alimentan bien, en libertad, son gallinas felices, ¿cómo no van a estar deliciosos estos huevos?, ¿Se entiende ahora por qué los andaluces –que desde siempre hemos apreciado lo bueno- nos estamos enamorando del auténtico huevo campero gallego?

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