Cumbre trilateral asiática
China pide a Japón y Corea del Sur un tratado de libre comercio y lamenta sus lazos con Washington
Li Qiang, Fumio Kishida, y Yoon Seuk Yeol se han reunido en Pekín
Cumbre trilateral celebrada en Seúl con presencia de China, Japón y Corea del Sur. / CHUNG SUNG-JUN / POOL
Adrián Foncillas
China, Corea del Sur y Japón han concluido el lunes su cumbre trilateral con las expectativas cumplidas: declaraciones de buena voluntad, compromisos de cooperación económica y otras vacuidades. La noticia estaba en la foto del primer ministro chino, Li Qiang, su homólogo japonés, Fumio Kishida, y el presidente surcoreano, Yoon Seuk Yeol. La cumbre anual no se celebraba desde 2009 por el covid primero y las desconfianzas después. Apenas una alusión oblicua al terco alineamiento de Seúl y Tokyo a Washington se coló en el discurso final de Pekín para no arruinar el reencuentro.
No es una lección irrelevante en este convulso mundo que las tres potencias asiáticas se sienten a hablar cuando las separan cuestiones comerciales, geopolíticas e históricas. Li ha revelado que China quiere cooperar en cuestiones económicas, especialmente en las cadenas de suministro, y avanzar en las negociaciones sobre el acuerdo de libre comercio varadas cuatro años atrás. Yoon ha añadido en su discurso el medioambiente y Kishida ha subrayado la responsabilidad compartida en la estabilidad regional. La agenda incluía otros asuntos como la ciencia, la respuesta a desastres naturales y el envejecimiento de su población, un problema acuciante al que ninguno de los tres países ha encontrado remedio.
Es probable que esta cumbre aceite la resolución de los conflictos económicos. Los lamentos no difieren a los que se oyen entre Pekín y Washington o Bruselas: Japón y Corea del Sur protestan por las trabas que China impone a sus empresas mientras esta acusa a aquellas de replicar el proteccionismo occidental. La solución, sostiene Pekín, es ese tratado de libre comercio empantanado entre tres economías que concentran un cuarto del PIB global y comparten lazos culturales. "Deberíamos vernos como socios y oportunidades para el desarrollo", ha defendido Li en Seúl. Tras reunirse el domingo con Lee Jae-yong, presidente de la tecnológica Samsung, prometió abrir el mercado chino para asegurar "las inversiones y el desarrollo de las empresas extranjeras".
Pulsión castigadora china
Contra el comercio atenta la geopolítica y la pulsión castigadora china. Ocurrió en 2017: la instalación en Corea del Sur de un escudo antimisiles estadounidense con un radar capaz de escrutar también territorio chino desencadenó un caudal de sanciones que zarandeó a todas sus compañías en el gigante asiático. Muchas no han regresado cinco años después. No es raro que los periódicos conflictos con Japón provoquen campañas de boicot a sus productos entre la población china.
Li mencionó el elefante en la habitación antes de reunirse con Yoon y Kishida. "Necesitamos diálogos honestos para mejorar nuestra confianza y resolver problemas. Necesitamos sostener el espíritu de la autonomía estratégica y mantener las relaciones bilaterales (…) Necesitamos promover un mundo multilateral y oponernos a la formación de bloques", continuó. Fue una alusión diplomática a la influencia estadounidense en la región que sus vecinos estimulan. La prensa china más inflamada los acusa de lacayos de Washington. Pekín está comprensiblemente inquieta ante esa deriva. Tokyo y Seúl han participado como invitados en la última cumbre de la OTAN y durante un tiempo se especuló con la apertura de una oficina de la organización atlantista en la capital japonesa.
A Japón y Corea del Sur, en cambio, les preocupan los lazos chinos con Rusia y, especialmente, Corea del Norte. La cumbre llega en vísperas de que Pionyang intente poner en órbita su segundo satélite espía. Ese lanzamiento, que vulnerará las resoluciones de la ONU, fue mencionado por Kishida y Yoon, mientras Li pedía una solución política al conflicto de la península coreana.
Nunca han sido sencillas las relaciones sinojaponesas. China no ha olvidado el sangriento imperialismo nipón e intuye una falta de sinceridad en las disculpas de su Gobierno. Los pleitos territoriales por las islas Senkaku/Diaoyu acaban de arruinar el cuadro. Con Seúl, en cambio, carece China de conflictos históricos o territoriales reseñables y comparten, en cambio, el rencor hacia Tokio por aquellas salvajadas. Pero el Gobierno conservador de Yoon, en una decisión contestada por buena parte de la sociedad surcoreana, ha sacrificado las viejas reclamaciones para fortalecer el eje con Tokyo. Ahí ha nacido ese nudo proestadounidense que China pretende aflojar.
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