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Crónica desde Estambul: pelea a muerte contra los perros callejeros
En las calles del país viven cientos de miles de perros sin propietario, que se alimentan de lo que los vecinos les aporta
Adrià Rocha Cutiller
Orhan, un joven turco de Estambul, caminaba una noche por el centro de la gran metrópolis turca cuando un perro malhumorado le cortó el paso. Algo relativamente normal: en las calles de Estambul, así como en toda Turquía, viven cientos de miles de perros sin propietario, que se alimentan de lo que los vecinos les aportan, tanto a ellos como a sus compañeros felinos.
Pero el perro que se plantó delante de Orhan no era amable y cariñoso como la gran mayoría de sus compañeros. “Me paré en un cajero automático y el perro me siguió, gruñendo. Pensaba que era porque le dolía algo, pero al acercárseme me mordió en la pierna. Por suerte no me pasó nada: fui al hospital, me vacunaron, y en unos días estaba todo bien. Pero ahora cuando veo algún perro por la calle, me asusto, aunque la mayoría nunca hace nada malo”, explica Orhan.
Esporádicamente, la prensa turca favorable al gobierno del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, publica historias parecidas a esta: según una organización islamista, entre mayo de 2022 y diciembre de 2023, en toda Turquía murieron 93 personas atacadas por perros. De ellos, 40 eran niños. La estadística, sin embargo, no explica cuántas de estas muertes fueron provocadas por perros callejeros.
Ahora, la historia parece dar un vuelco de 180 grados. Estambul está cerca de quedarse sin una de sus características: sus habitantes caninos. El Gobierno turco está preparando una ley que propondrá matarlos a todos.
“El trato que reciben los perros es uno de los frentes de la guerra cultural en Turquía”, explica el politólogo turco Selim Koru, que enumera otras: como los feminicidios, el colectivo LGTBIQ y la presencia del islam en el currículum escolar. Según el islam, el perro es un animal poco deseable, y su presencia en casa —a diferencia de los gatos— no es algo aceptable. Erdogan, islamista y conservador, ha hablado en decenas de ocasiones en estos términos, a pesar de que la historia no es nueva.
En 1910, la gobernación otomana de Estambul decidió desterrar para que muriesen en la isla de Sivriada todos los perros de la ciudad. La leyenda de la época habla de cómo los aullidos y chillidos de los animales se escuchaban desde las orillas de Esatmbul, y que un posterior terremoto convenció a las autoridades de que la decisión de condenar a muerte a todos los perros había sido errónea.
Vecinos de cuatro patas
Así, el debate nacional en Turquía ha sido copado entre partidarios y detractores de esta nueva ley, que propondrá capturar a todos los perros callejeros y mantenerlos en perreras durante 30 días. Si después de este tiempo, nadie ha reclamado al animal, éste será sacrificado: las estimaciones de perros callejeros en Estambul varían entre 100.000 y 300.000. En toda Turquía, según aseguró Erdogan la semana pasada, hay cerca de cuatro millones de perros sin amo.
“Algunos países han empezado a decirles a sus ciudadanos que no viajen a Turquía por riesgo de rabia y los perros callejeros. En términos de riesgo de rabia, Turquía está en la misma categoría que África y Asia”, dijo Erdogan ante sus diputados, sin entrar en ningún detalle. “Debemos solucionar este problema de una forma radical”, continuó el presidente turco.
Sin embargo, la solución no está tan clara. A pesar de que la mayoría de la población turca está de acuerdo en que existe un problema con los perros callejeros, pocos aprueban el asesinato masivo en perreras de los caninos de Estambul y Turquía. En la gran metrópolis turca, el domingo pasado, se celebró una pequeña protesta para reclamarle al gobierno que busque otras soluciones a la problemática, como una campaña a gran escala de castración que consiga reducir los números de perros sin dueño en varios años.
El Gobierno turco, sin embargo, hace oídos sordos. Según el politólogo Koru, la razón es política. “En Turquía y Estambul, alimentar al perro callejero del vecindario, ponerle un nombre, cuidarlo e incluso llevarlo al veterinario se ha convertido en una forma de plantarle cara al gobierno del país. Y esto, creo, es una de las razones por las que en los últimos años los números de perros callejeros se han multiplicado. Por el activismo político de muchos ciudadanos”, explica Koru.
Orhan, con su pierna ya curada del todo y sin cicatriz alguna, no fue a la manifestación del fin de semana pasado, pero lo tiene claro: “Que haya tantos perros en la calle es un problema. Pero la solución no puede ser matarlos a todos”.
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