Polarización en el gigante sudamericano

Elecciones municipales en Brasil: un nuevo capítulo de la batalla entre Lula y Bolsonaro

El Gobierno y la oposición apuestan a quedarse con la ciudad de Sao Paulo para proyectar sus expectativas en 2026

El expresidente de Brasil Jair Bolsonaro y el actual mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva.

El expresidente de Brasil Jair Bolsonaro y el actual mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva. / Michael Kappeler/dpa

Abel Gilbert

Abel Gilbert

Casi 156 millones de ciudadanos de Brasil eligen este domingo alcaldes, vicealcaldes y concejales de 5.569 ciudades en la primera vuelta de una disputa electoral que excede los asuntos municipales: el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el ultraderechista Jair Bolsonaro vuelven a medirse ante una sociedad que no ha superado las divisiones de las elecciones nacionales de hace dos años. Las secuelas de la derrota electoral de Bolsonaro derivaron en un fallido intento de golpe de Estado y una polarización que volverá a expresarse en las urnas. Esos liderazgos tienen tal calado y despiertan emociones tan antagónicas que unos 300 candidatos decidieron, al amparo de las prerrogativas para utilizar seudónimos en las papeletas, presentarse como "Lula de la Cachaça", "Lula del bien", o, en su defecto, "Querida Bolsonaro" y "Negona de Bolsonaro".

El excapitán del Ejército no puede participar de procesos electorales hasta 2030 por una sanción del Tribunal Supremo debido a su campaña de descrédito ante la comunidad diplomática cuando sabía que su derrota se acercaba. Si el bolsonarismo y sus aliados se imponen el domingo en buena parte de los distritos, el expresidente ganará musculatura para pedir en las calles una amnistía que le permita competir en 2026.

Lula, por otro lado, pone a prueba a su Gobierno. Brasil crecerá este año un 3,2%. Al asumir el cargo, el Partido de los Trabajadores (PT) recibió un país con una tasa de pobreza del 31,6%, que ha logrado rebajar hasta el 27,5%. El último informe sobre el estado de la seguridad alimentaria en el mundo de Naciones Unidas muestra que el gigante sudamericano ha salido del mapa del hambre severo, un lastre que afectaba a 17,2 millones de brasileños en 2022 y que se redujo a 2,5 millones en 2023. Lula ha intentado ejercer un liderazgo internacional como mediador entre Rusia y Ucrania, sin resultados. Tampoco le fue bien en el caso de Venezuela. Sin embargo, la justicia brasileña logró obligar al magnate tecnológico Elon Musk a aceptar las reglas de juego internas que despreciaba: una victoria del país frente al multimillonario que el Gobierno intenta capitalizar como ejercicio soberano.

El factor Sao Paulo

Más allá de los orgullos nacionales, las valoraciones de la jornada del domingo tendrán un episodio determinante: la fuerza que se quede con la ciudad de Sao Paulo encontrará mejores razones para confiar en lo que sucederá en 2026. No solo se trata del distrito más poblado de Brasil, su motor financiero y cultural, sino el territorio donde más se siente la polarización política. Sao Paulo muestra sus múltiples y contradictorias facetas: islotes de enorme riqueza y los barrios donde se asienta la mayor población afrodescendiente del país; refinamiento y la presencia ya no tan subrepticia del Primer Comando Conjunto (PCC), el principal grupo narcotraficante de Brasil.

En ese Sao Paulo de múltiples contradicciones, las últimas encuestas consignan que existe una suerte de triple empate en la pelea por la alcaldía entre Ricardo Nunes, su actual autoridad, apoyado por Bolsonaro; el delfín de Lula, Guilherme Boulos, y Pablo Marçal, un polémico empresario e influencer’ de un discurso tan mesiánico como provocador, al punto de que un bolsonarista pueda parecer moderado. Marçal tiene cinco millones de seguidores en Instagram. Su perfil fue suspendido por la Justicia por acusar sin pruebas a Boulos de ser consumidor de cocaína durante un debate electoral. En otra discusión televisiva recibió un golpe con una silla de parte de otro candidato paulista, Jose Luiz Datena. Vinicius Torres Freire, columnista del diario Folha de Sao Paulo sostiene que a la clase media masculina le gusta Marçal por su "atractivo furioso y repugnante". Miguel Francia, en otro artículo de la misma publicación, dice que el empresario "refleja la miseria de una parte de la población acomodada". La posibilidad de que pase a la segunda vuelta del 27 de octubre, contra Boulos o Nunes, está latente por estas horas. No faltan los analistas que se preguntan si Brasil tendrá su propio Javier Milei por fuera de las estructuras que sostienen a Bolsonaro.

"La centralidad que ha adquirido la disputa en Sao Paulo se debe, en gran parte, a acontecimientos extraños y a la exótica figura de Pablo Marçal. Por eso, dependiendo de la configuración de la segunda vuelta y luego del resultado final de los sondeos, este fenómeno tiene mayores o menores chances de extenderse al resto de Brasil, con consecuencias variables para los liderazgos políticos establecidos hasta ahora o que estaban en formación", reconoció Vera Magalhães en el diario carioca O Globo.

El Gobierno de Lula confía en que Boulos dará la sorpresa el domingo. Un triunfo en el segundo turno en Sao Paulo vale doble porque esa ciudad siempre ha sido un motor de las discusiones ideológicas.

El problema del narcotráfico

La figura de Marçal tiene otra arista que no es electora: no ha podido desligarse de la sospecha de contactos entre el PCC y su partido, el PRTB. El jefe del Centro de Inteligencia de la Policía Militar paulista admitió su inquietud por la capacidad del narcotráfico de infiltrarse en estos comicios municipales. El coronel Pedro Luis Souza Lopes aseguró que su participación es mucho más grande de lo que imaginaba. "No podemos decir si son 100 ó 200 municipios, pero hay varios indicios palpables de alguna actividad importante del narcotráfico financiando la campaña electoral". Esa injerencia también ha sido detectada en otras ciudades del nordeste.

El PT y el PL (bolsonarismo) aspiran a imponerse en 13 de las 26 capitales del país. Otra vez, las dos fuerzas antagónicas deben chocar con una máquina que funciona en paralelo y que puede oscilar del centroizquierda al centroderecha, según le convenga: el Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) compite en buena parte del territorio como tercera opción, siempre dispuesta a prestar luego servicios al oficialismo de turno.