Elecciones en EEUU

Elon Musk y Donald Trump: del odio al amor por interés

El candidato republicano quiere el dinero del hombre más rico del mundo, que se ha entregado a la causa trumpista para ganar influencia política y beneficiar a sus empresas

El expresidente Donald Trump mira de reojo al magnate tecnológico Elon Musk durante un mítin juntos.

El expresidente Donald Trump mira de reojo al magnate tecnológico Elon Musk durante un mítin juntos. / Brian Snyder / Reuters

Carles Planas Bou

Carles Planas Bou

Elon Musk quiere colonizar Marte, fabricar coches autónomos e implantar chips cerebrales a humanos para dotarlos de capacidades telequinéticas. Ninguna de esas promesas es tan arriesgada como su apuesta por Donald Trump, el candidato a presidente de Estados Unidos que una vez le menospreció definiéndolo como un "maestro en decir gilipolleces". Eso fue en 2022, cuando se detestaban. Quizás sigan haciéndolo, pero ahora se necesitan. El líder republicano se juega su última oportunidad de regresar a la Casa Blanca en las elecciones del 5 de noviembre y Musk es un poderoso altavoz al que no le importa quemar dinero para impulsar su campaña. El hombre más rico del mundo, por otro lado, ansía ganar influencia política en Washington para reducir los impuestos a sus empresas y ve en una presidencia trumpista a su mejor aliado. Como él mismo confesó entre risas, "si Trump pierde, estoy jodido".

El pasado 13 de julio, Musk aprovechó el fallido intento de asesinato contra Trump para anunciar al mundo que apoyaba su candidatura. No sorprendió a nadie. Tras hacerse con el control de Twitter y rebautizarla como X, el magnate tecnológico ha usado la red social como un ariete para atacar a los demócratas, criminalizar la inmigración, censurar informaciones críticas con el expresidente y ridiculizar las causas progresistas, amplificando todo tipo de bulos entre sus más de 200 millones de seguidores e incluso preguntándose por qué nadie ha intentado matar aún a Joe Biden o a Kamala Harris. A principios de octubre, la alianza cristalizó en un mitin en el que un Musk visiblemente entusiasmado pegó saltos por el escenario mientras vaticinaba que una victoria demócrata supondría el fin de la democracia en EEUU.

En los últimos meses, el polémico empresario se ha entregado por completo a la causa trumpista, regando su campaña con 75 millones de dólares. Ese dinero está ayudando a movilizar el electorado en estados cruciales como Pensilvania, Michigan, Arizona o Nevada. El milmillonario también está recurriendo a tácticas que podrían ser delito, como sortear un millón de dólares entre quienes apoyen a Trump o financiando una operación propagandística —destapada por OpenSecrets— que se hace pasar por demócrata para difundir falsedades como que Harris garantizará el acceso de los inmigrantes indocumentados a los servicios nacionales de salud.

"Musk está intentando comprarse un puesto en el gabinete de Trump", explica Jaime Caro, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Columbia en declaraciones a EL PERIÓDICO. "Desde que las empresas pueden participar en las elecciones, EEUU ha pasado a ser una oligarquía caciquil".

Más recortes, menos impuestos

Musk ha ligado su fortuna y su reputación a Trump, una implicación política "sin parangón en la historia moderna", según The New York Times. Pero, ¿por qué quiere que gane? El magnate tecnológico atribuye su ferviente apoyo a la necesidad de "reducir el tamaño del Gobierno" y acabar con un "exceso de regulación" que, asegura, "estrangula" a sus empresas y "erosiona las libertades".

Musk reniega del Gobierno, pero su riqueza depende de él. Sus dos principales compañías, Tesla y SpaceX, tienen cientos de contratos vigentes con la administración pública, que en la última década las ha regado con unos 15.400 millones de dólares de los contribuyentes. La externalización de departamentos cruciales como la NASA o Defensa le ha concedido una influencia política enorme. "Tesla y SpaceX han crecido bajo el auspicio de los demócratas (...) y si pierden las elecciones lo pagarán caro", explica Caro.

Sin embargo, sobre sus compañías también pesan al menos 20 investigaciones recientes por posibles ilegalidades que van de la falta de seguridad de sus coches autónomos a la contaminación de sus cohetes, según datos recopilados por el diario neoyorquino. "Musk quiere evitar la cárcel y miles de millones en multas", ha valorado el profesor y abogado Seth Abramson, autor de cuatro libros sobre los escándalos de Trump.

Conflicto de interés "catastrófico"

La maniobra podría surtir efecto. En 2022, Trump lo humilló cuando explicó que había ido a la Casa Blanca a pedirle ayuda para sus empresas y que, de haberlo querido, podría haberle hecho "arrodillarse y rogar". Sin embargo, ahora le ha prometido ser el nuevo "secretario de reducción de costes" de un Gobierno trumpista, un alto cargo con el que podría despedir a miles de funcionarios —como ya hizo en Twitter, sin mucho éxito—, pero también sugerir cambios en la normativa federal que beneficien a su bolsillo. "Se muere de ganas por hacerlo", ha dicho Trump.

De cumplirse, Musk tendría poder para regular a los reguladores que vigilan sus empresas, lo que según Walter Shaub, exdirector de la Oficina de Ética Gubernamental de EEUU, supone un conflicto de interés "catastrófico". El magnate prometió este miércoles que aprobará los vehículos autónomos a nivel federal. Además, apunta Rolling Stone, ese cargo le permitiría obtener "una de las mayores exenciones fiscales de la historia del país", valorada en decenas de miles de millones de dólares.

Despecho y radicalización

La simbiosis entre Musk y Trump nace del despecho. En 2019, Musk votó a Biden como antes había hecho con Barack Obama y Hillary Clinton. Al fin y al cabo, los demócratas eran los más favorables a los coches eléctricos de Tesla y a los cohetes reutilizables de SpaceX. Sin embargo, su relación con el aún presidente empezó a torcerse con el covid, cuando el Gobierno obligó a vacunar a los empleados de sus compañías. El apoyo de la Administración a los sindicatos también disgustaba a Musk, que los aborrece, pero lo que desgarró la herida fue que Biden no le invitó a una reunión de los fabricantes de vehículos eléctricos en la Casa Blanca, una exclusión que le apartó definitivamente de los demócratas, según The Wall Street Journal.

En los últimos años, Musk ha tendido la mano a dirigentes de extrema derecha como Javier Milei, Giorgia Meloni o Binyamín Netanyahu para promocionar sus intereses comerciales. No obstante, su alianza con Trump también va más allá de esos cálculos y responde a un proceso de radicalización personal que se aceleró cuando, en 2022, su hija transgénero cambió su nombre y apellido para dejar de estar relacionada con un padre ausente que describió como "cruel" y "narcisista". Musk ha dicho que su "hijo" murió "asesinado por el virus woke". Su visceral rechazo al movimiento trans le hizo acercarse a la alt-right estadounidense de la mano de Ron DeSantis, entonces llamado a ser la nueva estrella republicana. Cuando la ola trumpista la apagó, también arrastró consigo a Musk. ¿Y si Trump pierde?

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