Historia

75 años desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki

Las caídas de las bombas en Japón supusieron un punto y aparte para la Historia de la humanidad, pero especialmente del pueblo nipón

Carlos Soliño carlossolt /
06 ago 2020 / 21:13 h - Actualizado: 06 ago 2020 / 21:17 h.
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  • Una imagen de Hiroshima tras el impacto. / El Correo
    Una imagen de Hiroshima tras el impacto. / El Correo

Se cumplen hoy 75 años desde que el presidente Harry S. Truman diese la orden para que ‘Little Boy’ acabase instantáneamente con la vida de unas 70.000 personas en Hiroshima y acabara cobrándose la vida de más de 200.000 personas por los efectos de la radiación en lo que sería el principio del último episodio de la II Guerra Mundial. Fue un evento que cambió para siempre la historia de la humanidad, que contemplaba por vez primera el potencial destructor del armamento nuclear sobre la población civil. Pero, sobre todo, cambió a un Japón que abandonó el ímpetu imperialista que marcó la primera mitad del pasado siglo en el país del sol naciente.

Rubén Almarza, especialista en Historia del continente Asiático y autor del libro “Breve Historia del Japón Feudal”, atiende a la llamada de El Correo para explicar los detalles que rodean a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y que provocarían un cambio en la mentalidad nipona que aún hoy se mantiene.

Para entender la participación de Japón en la Segunda Guerra Mundial que acabaría con el lanzamiento de las bombas atómicas, según Rubén Almarza «debemos remontarnos al punto de partida de los japoneses». El historiador explica que Japón se trata de un país que ha estado sumido en guerras civiles desde el siglo XVI hasta la Revolución Meiji (1868) momento en el que acaba el periodo shogunal. El fin del shogunato permite que el emperador recupere la importancia y el poder de tiempos pasados, dando inicio al periodo Meiji caracterizado por la gran industrialización que experimenta el país, especialmente en el campo armamentístico, y un auge del nacionalismo que empujará a Japón a expandirse por Asia en los siguientes años.

Hasta la Segunda Guerra Mundial Japón mantendrá una importante inversión en industria armamentística y desde finales del XIX se enfrentará a China y conquistará Taiwan, vencerá a Rusia en la guerra Ruso-Japonesa lo que posteriormente les supondría apoderarse de Corea, aprovechó la Primera Guerra Mundial para hacerse con las colonias alemanas del Pacífico y en los años 30 declaró la guerra e Invadió China aprovechando la guerra civil en la que estaba inmersa, además de atacar y conquistar numerosas colonias europeas y americanas del Pacífico.

El Japón previo a la Segunda Guerra Mundial es un país «con un fuerte sentimiento nacionalista y de superioridad a los países de su entorno, lo que los empuja a expandirse territorialmente» según Rubén Almarza. Su fuerte tendencia imperialista le supuso al imperio Japonés problemas con sus aliados históricos como el Reino Unido, que pidio al gobierno nipón frenar sus pretensiones expansionistas por la dureza con la que Japón estaba sometiendo Oriente. «Las llamadas de atención de sus aliados, que se concretaron en castigos económicos impuestos a los japoneses alimentaron una tensión ya existente que acabaría por impulsar a Japón a firmar el Pacto Tripartito con Alemania e Italia en 1940 y posteriormente a atacar Pearl Harbor en 1941» según el historiador, evento que supondría además la entrada de los E.E. U. U. en la guerra.

Ya durante la guerra, los japoneses atacarían y se apoderarían de Filipina bajo el control de los E. E. U. U. y seguirían atacando las colonias occidentales del Pacífico. «Se trata de un hecho clave, la falta de apoyo territorial para el bando aliado a la hora de iniciar la contraofensiva y que sus esfuerzos se concentraban mayormente en la amenaza que Hitler suponía en Europa, provocaron que el frente asiático se desenvolviera más lentamente que el europeo» nos explica Rubén Almarza. Esto provocó que con Hitler ya derrotado y el conflicto en Europa acabado, la Segunda Guerra Mundial continuase por la negativa nipona a la rendición incondicional impuesta por el bando aliado en la Conferencia de Potsdam celebrada en julio de 1945. El texto elaborado en dicha conferencia instaba a la rendición incondicional japonesa si no querían sufrir el uso de una violencia sin igual por parte de los Estados Unidos, a la renuncia de los territorios conquistados desde finales del siglo XIX y a la eliminación de un industria y cuerpo militar.

Tras la conferencia, los altos mandos militares japonesas comienzan a dividirse entre los partidarios de continuar la guerra, y los que apuestan por la rendición. Pese a esta división de opiniones y una sensación generalizada de que la guerra ya estaba perdida, los japoneses mantienen la negativa por la idiosincrasia propia del país, en el que el sintoísmo era la religión del estado y el emperador una figura con aura divina, por la que merecía la pena morir. Existen otros factores que ayudan a comprender la negativa japonesa, es importante recordar su punto de partida, como anticipábamos en las primeras líneas del texto. El sentimiento de superioridad que Japón siente respecto al resto de países asiáticos se construye durante la Era Meiji, por el importante crecimiento industrial que experimenta el país y porque el resto de países de su entorno tienen los primeros contactos con las civilizaciones occidentales, en las que estas últimas se aprovechan para tomar ventajas mercantiles y económicas con otros países asiáticos como China o Corea. Otro factor importante es que, en la mentalidad japonesa, no cabe renunciar a sus conquistas cuando no habían sido invadidos, como explica el experto en historia asiática «Japón vive la guerra fuera de su territorio, atacando las colonias occidentales y manteniendo el control sobre el Sudeste Asiático, China, Corea e Indonesia. En su territorio solo sufren los bombardeos estadounidenses por lo que aceptar la rendición en ese contexto no era una opción a contemplar».

Pocos días después de la conferencia de Potsdam y ante la ausencia de respuesta por parte de Japón el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman da luz verde al lanzamiento de la bomba ‘Little Boy’ sobre Hiroshima, con la excusa de que el ejército japonés no se rendiría sin una demostración de fuerza excepcional.

La segunda bomba, ‘Fat Man’, caería en Nagasaki tres días después ante la falta de respuesta del gobierno japonés, que no tuvo capacidad de evaluar los daños provocados por el primer lanzamiento. Tanto es así, que la rendición oficial de Japón se produciría el 2 de septiembre, casi un mes después del lanzamiento de las bombas, aunque las hostilidades pararon tras el lanzamiento de la segunda de ellas. El efecto devastador del armamento nuclear termino por convencer al gobierno japones de la rendición, en la que el emperador de ese entonces Hirohito jugó un papel relativamente importante ya que se encargó de frenar a la minoría belicista que pretendía seguir la guerra.

Tras la derrota japonesa, los Estados Unidos ocuparían el país desde 1947 hasta 1952 y con ellos llegaron una nueva constitución que sentaría las bases del Japón democrático y eliminaba el sintoísmo como religión oficial, la obligación de renunciar a todas sus colonias, quedando conformado como el Japón actual, y una modificación en la educación que pretendía acabar con un nacionalismo muy romantizado. Los norteamericanos también obligaron a Hirohito a grabar un mensaje de rendición que se emitiría en radio. Esta era la primera vez que el pueblo japonés oía al emperador, lo que acabaría con el estatus divino que este ostentaba para sus súbditos.

Desde entonces Japón inicia una recuperación económica que viviría su mejor momento en los años 60 y 80 conocido como El Milagro Japonés y empieza a desarrollar un sentimiento antibelicista generalizado a causa de los traumas generados por la guerra y por la posterior ocupación estadounidense, en la que la población japonesa sufrió numerosos atropellos por parte de las tropas norteamericanas.

Los impactos de Hiroshima y Nagasaki fueron la mayor demostración de los horrores que puede acarrear la guerra hasta la fecha. En ambas poblaciones no pudo volverse a cultivar hasta las décadas de los 80 y 90, y el impacto acabó con unas 70.000 personas en el momento en Hiroshima y unas 30.000 en Nagasaki, siendo el total de muertes provocadas por las bombas y sus efectos de más de 200.000 personas , más los daños y mutaciones ocasionados por la radiación remanente, que como curiosidad dieron lugar a la fantasía japonesa de Godzilla nos apunta Almarza, que recomienda las lecturas de Lluvia Negra - Masuji Ibuse, Indigno de ser humano - Osamu Dazai y El crisantemo y la espada - Ruth Benedict para profundizar y comprender el sentimiento que la caída de ambas bombas dejó en la población japonesa.

Rubén Almarza es graduado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, especializado en Historia asiática y escritor. Es autor de 'Breve historia del Japón feudal' y de 'Breve historia de la China contemporánea'. A su vez, es editor de la antología de relato histórico 'Cosas que nos importan'.