Marruecos no piensa compartir mesa con los saharauis en su «vuelta a África»

Hace ya años que Rabat niega al Frente Polisario toda legitimidad como interlocutor para solucionar el conflicto del Sáhara Occidental, llegando incluso a negar que exista un «conflicto» y presentando el territorio como simples «provincias del sur»

23 nov 2016 / 20:48 h - Actualizado: 23 nov 2016 / 20:56 h.
  • 27 Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno africanos. Agencias
    27 Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno africanos. Agencias

Marruecos se ha fijado la próxima cumbre de la Unión Africana (UA) de enero en Adis Abeba como la fecha de su retorno por la puerta grande al organismo panafricano, pero sus últimos movimientos diplomáticos indican que quiere cobrarse una víctima: la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), miembro desde 1984.

Había dudas sobre si Marruecos, una vez de retorno en la UA, aceptaría sentarse con sus enemigos -con los que se disputa la soberanía del Sáhara Occidental- para combatirlos desde dentro o exigiría su salida como condición previa, pero los hechos parecen apoyar esta segunda opción.

Ayer, en Malabo, Marruecos se retiró de la cumbre árabe-africana y arrastró también a ocho países árabes aliados, entre ellos todas las monarquías del Golfo Pérsico salvo la kuwaití.

El motivo no fue otro que la presencia en la mesa ya no de una delegación saharaui, sino del «emblema» (supuestamente la bandera) de la RASD, según un comunicado del ministerio marroquí de Exteriores.

La asistencia a aquella sala de reuniones «debió limitarse solamente a los países miembros de la ONU, cosa que no fue respetada con la presencia del emblema de una entidad fantoche», señaló el comunicado, que como es habitual nunca llama a la RASD por su nombre sino que la califica de «seudo-república» o «entidad fantoche».

El incidente de Malabo se suma al registrado hace dos semanas en Marrakech, cuando la vice presidenta del Parlamento Panafricano, la saharaui Suelma Beiruk, que iba a participar en la cumbre del clima, fue expulsada en el mismo aeropuerto por haber intentado entrar en el país «con un pasaporte no reconocido por las Naciones Unidas», es decir, un documento saharaui, según dijo el ministro marroquí de Exteriores, Salahedín Mezuar.

En ambos casos Marruecos ha apelado a la falta de reconocimiento de la RASD en la ONU, obviando el hecho de que la república saharaui es miembro de pleno derecho de la Unión Africana y como tal participa en sus foros y la representa.

Por ello, el previsto retorno de Marruecos a la Unión Africana se anuncia tormentoso, ya que antes incluso de su regreso, Rabat quiere dejar claras las reglas del juego: no habrá la menor coexistencia, así sea en una sala de reuniones, con la «entidad fantoche».

Para el politólogo Maati Monyib, especialista en las relaciones de Marruecos con África subsahariana, esta «política del ataque de nervios», que revelan «decisiones mal calculadas y demasiado rápidas», es «totalmente contraproducente».

«La realpolitik, que consistiría en respetar las formas diplomáticas y tratar con normalidad con los países que reconocen a la RASD, sería mucho más eficaz» para los intereses marroquíes, señala Monyib en conversación con Efe.

Curiosamente, el incidente de Malabo se produjo cuando el rey Mohamed VI se encuentra embarcado en su enésimo viaje por África subsahariana, el segundo en el plazo de un mes, y que le ha llevado a Etiopía y a Madagascar.

Etiopía, junto con Tanzania (que el rey visitó a principios de noviembre) forma parte del grupo de países africanos que reconocen a la RASD y suelen apoyarla en foros internacionales, un grupo que Marruecos suele calificar como «el eje Argel-Abuja-Pretoria», en referencia a las tres capitales que lideran la postura pro saharaui.

Lo que Marruecos llama su «causa nacional» (su soberanía sobre el Sáhara) tiene ahora en África su campo de batalla, al ser este el único continente -en mayor medida que América Latina- donde la república saharaui cuenta con sólidos apoyos diplomáticos.

Hace ya años que Marruecos niega al Frente Polisario toda legitimidad como interlocutor para solucionar el conflicto del Sáhara Occidental, llegando incluso a negar que exista un «conflicto» y presentando el territorio como simples «provincias del sur».

En la actual relación de fuerzas, se ve como altamente improbable que Marruecos retome algún día las conversaciones informales que, auspiciadas por la ONU, celebró con el Frente Polsiario en varias rondas entre 2007 y 2008 en Manhasset, en la periferia neoyorquina.

Hoy la prioridad de Rabat es otra: sacar al movimiento saharaui de las pocas sillas que aún ocupa en el escenario internacional.