Un año a ‘Trumpazos’

Donald Trump accedió al cargo de presidente de EEUU hace un año. Las ondas de caos se han extendido por todo el mundo

18 ene 2018 / 12:39 h - Actualizado: 17 oct 2016 / 21:40 h.
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  • El presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, muestra una de las leyes que ha firmado en el desempeño de su cargo, en junio de 2017. / Efe
    El presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, muestra una de las leyes que ha firmado en el desempeño de su cargo, en junio de 2017. / Efe

El presidente más singular de la bicentenaria historia de los EEUU lleva un año en el poder y su histriónico estilo de conducir las riendas de la democracia más poderosa de la Tierra rompe todas las previsiones. No ha habido semana que no se haya visto envuelto en una polémica. Pero ¿ese combativo estilo de acusar de todo a quien no está con él está sirviendo siquiera a los intereses de sus partidarios? ¿Su singular duelo de bravuconadas con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, ha servido para pacificar el mundo, para presionar al hermético régimen o para el turismo en Hawai –que son parte de EEUU–?

La demoscopia siempre ha jugado en su contra. Fue detrás de los sondeos en la campaña electoral de unas elecciones que ganó por sorpresa, de su primer año y en este el bonaerense diario Clarín destaca su baja popularidad en los sondeos del primer año (39 por ciento), un estadística relativa en la que cayó –y luego se repuso Bill Clinton–. Pero queda una eternidad política para las elecciones de 2020.

Claro que tal vez no sea eso lo que destaque la prensa mexicana (Trump sigue paso a paso la erección del muro en la frontera con el país vecino al sur). O la europea, ya que Trump le ha puesto todos los palos en las ruedas al proyecto de la UE que ha podido, empezando por su apoyo al brexit que dejará con 27 estados socios a la Europa unida.

France 24 destaca de este año su incendiario estilo diplomático y su abuso del tuit –140 caracteres directos, sin matices ni bromas, desde el primero al último descalificando a quien cuestiona sus acciones contrarias a los negros, contrarias a los ciudadanos de países musulmanes... sean líderes europeos o australianos, sean medios de comunicación –tiene detenidos a 23 periodistas, según un recuento de Reporteros Sin Fronteras– o sea quien sea. Ni siquiera tiene esa dosis de cortesía hipócrita con el antecesor que esperan las buenas maneras y cuando puede pone a caldo a Barack Obama, como si eso lo engrandeciera en algo.

La cadena pública francesa para el exterior también señala como polémico hito la retirada de EEUU del acuerdo contra el cambio climático de París, la misma razón por la que Greenpeace lo considera lo peor que le ha pasado al mundo en 2017 por eso y por reabrir las prospecciones petrolíferas en el Ártico estadounidense mientras las emisiones de CO2, causantes del cambio climático, alcanzan su nivel más alto en 800.000 años y continúa la escalada en las temperaturas estivales. Septiembre fue el mes con más días con huracanes registrados nunca en el Atlántico. Hasta uno se escapó hasta Irlanda.

En cuanto a su asalto contra los relativamente pequeños países a los que EEUU estigmatiza como eje del mal en busca de enemigos, de momento su confrontación –«tengo un botón nuclear más grande que el tuyo»– con Kim Jong-un parece que la ha ganado el norcoreano, que cada vez lanza más lejos sus misiles. Así lo sentenció hace pocas semanas Vladímir Putin, el presidente ruso a quien Occidente entero sitúa en una dulce relación con Trump cimentada en miles de hackers y trolls que difunden noticias falsas y una de cuyas bromas salpicó en diciembre a la ministra de Defensa Española, María Dolores de Cospedal.

Tampoco le ha ido bien a Trump contra Irán: se ha quedado solo en su idea de revertir el acuerdo nuclear logrado por Obama en 2015 mientras la potencia regional persa explora hasta dónde puede llegar en Oriente Medio contra Arabia Saudí.

De su estilo de sembrar el caos la mejor muestra es su empeño en reconocer a Jerusalén como capital de Israel en diciembre de 2017, con lo que ha trastocado el equilibrio en la región más convulsa del planeta, donde cada logro de paz precaria ha significado años de violencia y demasiadas muertes.

Y de su pretensión de que él y el norteamericano blanco, varón y más puesto de béisbol que en cultura general es lo mejor que le ha pasado al mundo da buena muestra el comentario de que países como El Salvador o Haití son «agujeros de mierda» de donde no puede llegar un solo inmigrante admisible.

En su casa, pasó –se puede matizar la expresión, pero no resultaría tan cierta– de las víctimas de los huracanes que arrasaron Puerto Rico; y también se enfrentó a los jugadores de fútbol americano que osaron protestar contra el racismo antes de cada partido. Los llamó «hijos de puta» (sic). Ahora parece a punto de cumplir sus amenazas de deportar a 800.000 inmigrantes o hijos de inmigrantes sin papeles, pero no ha sido capaz de derogar la reforma sanitaria de Obama.

La web de la cadena de televisión estadounidense CNN describe entre las cosas que sí le han salido bien están el goteo de una agenda ultraconservadora para la vida pública, que la economía mejore y que el Estado Islámico haya sido borrado del mapa.

Aaron David Miller, vicepresidente del Centro Internacional de Investigación Woodrow Wilson y autor del libro The End of Greatness: Why America Can’t Have (and Doesn’t Want) Another Great President (El fin de la grandeza: por qué EEUU no puede tener (ni quiere) otro gran presidente), expuso en un artículo para la cadena de TV CNN: «Donald Trump parece no tener un filtro entre lo que piensa y lo que habla... no tiene guion y con demasiada frecuencia no aprecia plenamente las consecuencias de sus palabras».

Y esas consecuencias, para El Tiempo de Bogotá, no son más que la paulatina e irremediable pérdida del liderazgo que había mantenido EEUU en el mundo