El reciente desahucio de La Carbonería ha reavivado el debate sobre la labor de los focos de resistencia cultural de la ciudad, impulsados por la iniciativa privada fuera de los circuitos institucionales. En la asociación cultural Colombre, con sede en el callejón trianero del mismo nombre, están sensibilizados con la situación: «Nos enfada lo sucedido en La Carbonería, nos entristece saber que también perdemos La Imprenta Asociación Cultural, y que de momento no podremos volver a disfrutar de esa terraza tropical que ha sido el Pescao Crudo en el Paseo de la O, que también anunció el cierre temporal por no poder llegar a un acuerdo con el propietario», lamentan.
Según Pedro Gosálbez, uno de sus fundadores, «no es difícil darse cuenta de que hay una falta de protección hacia las iniciativas culturales. En la actualidad no conocemos que haya, por ejemplo, apoyo a los alquileres de locales que promueven actividades culturales. La consecuencia directa de esto, en Sevilla, la estamos ya viendo... estamos invadidos de veladores por todas partes, uno sale de casa y casi tiene que pedir permiso para poder pasar o para sentarte en un banco de una plaza porque todos son mesas y camareros avasallándote. No se puede jugar a la pelota en una plaza, pero sí se puede atestar la plaza de veladores, como en San Andrés. Lo que ha terminado por ocurrir es que prácticamente solo la hostelería, grandes marcas, franquicias o cadenas puede hacer frente a los altos alquileres que se piden en el centro o en las zonas comerciales o transitadas. A nadie le ha dado por regular eso y al final vamos perdiendo espacios añejos, y el problema no es la nostalgia sino la autenticidad que da el tiempo bien llevado».
La ingente labor que desarrollan gratuitamente, y que va de conciertos a teatro, es casi a pulmón, como suele decirse. «Las ayudas que salen a convocatoria pública en un ayuntamiento como el de Sevilla nos parecen muy flojas», dicen. «Quisiéramos equivocarnos, pero da la sensación de que son las migajas que quedan sobre la mesa después de haberse celebrado un gran banquete, en donde los comensales a menudo van con máscaras y quien invita se olvida de que lo hace con dinero público».
«El problema fundamental de las ayudas es que nunca, nunca, nunca se valora el trabajo de gestión y coordinación cultural; solo se valora el qué, nunca el cómo. Desde Participación Ciudadana acaban de anunciar una convocatoria pública para la concesión a proyectos específicos de subvenciones a entidades, asociaciones, federaciones... y uno de las advertencias –que se repite en casi la totalidad de las subvenciones que se publican– dice: ‘Solo serán subvencionables aquellos gastos de funcionamiento que guarden relación directa con la actividad subvencionada y sean indispensables para la adecuada preparación o ejecución de la misma...’ Con lo cual, si nadie valora el trabajo de gestión cultural, uno acaba yendo a lo que sabe con toda certeza que va a ejecutar en ese año... y si cae algo, que normalmente es con mucho retraso, más de un año desde que el proyecto concluye, es como un pequeño plus con el que cuentas para luego gastártelo en otra cosa, porque primero lo tuviste que poner de tu bolsillo», agrega.
¿El secreto de Colombre? «Nosotros sobrevivimos porque estamos donde nadie quiere estar, en un callejón escondido y alejado del tránsito, y hemos hecho de esta marginalidad nuestra mayor coquetería. Nos burlamos de nosotros mismos diciendo que estamos en el callejón menos conocido de Triana. Pero no somos
ingenuos, tal como están las cosas si ese callejón un día se pusiera de moda, nosotros no nos iremos, nos echarán».