A la sombra del Señor de las Penas

La espera al sol en la plaza Carmen Benítez es recompensada con una cofradía perfecta y las saetas de Manuel Cuevas

09 abr 2017 / 20:14 h - Actualizado: 09 abr 2017 / 22:30 h.
"Domingo de Ramos","San Roque","Semana Santa 2017"
  • Un nazareno de la Virgen de Gracia y Esperanza se hidrata. / Jesús Barrera
    Un nazareno de la Virgen de Gracia y Esperanza se hidrata. / Jesús Barrera
  • A la sombra del Señor de las Penas

El Bar Teide dividía a medias su servicio entre el tirador y la Gaggia. El tiempo del almuerzo se ha vuelto loco este año también y la hora del café le ha dado la mitad del espacio a la cerveza. Afuera, como todo en Sevilla, también hay dos mitades. Tendidos de sol y de sombra, con privilegios repartidos: el frescor para los de la cara sur de la plaza Carmen Benítez y el solano para los que se apostan en la fachada de la parroquia de San Roque. El público bajo el azulejo de la Virgen de Gracia y Esperanza se cuenta con los dedos de cuatro manos. Entre ellos, hay un abuelo que lleva con mucha ilusión a su nieto, de unos siete años, a ver las cofradías del Domingo de Ramos: «Aquí se ve fenómeno, ya verás», le decía al chavalín, que tenía la cara ya como el niño del chiste de los garbanzos, mientras le bajaba el nivel a una botella de litro y medio de agua mineral. En la plaza, a Antonio Machín le crecían los enanos: un montón de niños se arraciman como angelitos en su pedestal para ver salir los primeros nazarenos de antifaz morado.

La segunda cofradía de la calle Recaredo se planta en la calle con un señorío que hace olvidar el calor. Llega el tremendo paso del Señor de las Penas con su cirineo, destelleando las enormes volutas del canasto, como olas de oro congelado, dando bendita sombra al infante de la botella, que, ahora sí, le da la razón al abuelo. Parado el paso, es el turno del saetero, un Manuel Cuevas inconmensurable que, al terminar, hace sonar la plaza como si fuera el auditorio con la mejor acústica del mundo.

El Señor ha puesto el pie en la calle con un montaje más corto de Silencio Blanco que le ha hecho la banda, Esencia, que el año pasado tomó el testigo de la Centuria. La primera revirá, hacia la derecha, con Jesús del Perdón como banda sonora, pone el paso en suerte para la puerta de la capilla de los Ángeles, en la que espera una cariñosa acogida. Negritos y San Roque son buenos vecinos, como así lo atestigua el abrazo entre hermanos mayores que ocurre minutos después ante la mirada de la Virgen de los Ángeles.

No tiene especial dificultad la salida del paso de la Virgen de Gracia y Esperanza, pero se hace un especial silencio, para dejar que se escuche la voz de Villanueva... y el sonido de las prodigiosas bambalinas de este palio. Sorteada la pequeña rampa y acabada la Marcha Real, suena uno de los principales estrenos para la cofradía: la marcha La Gracia de María, una belleza escrita por López Gándara e interpretada por la banda de la Cruz Roja. Uno de sus músicos, poco antes de empezar a interpretarla, no pudo evitar exclamar un «¡Madre de Dios!» cuando Manuel Cuevas terminó de ejecutar la segunda de sus saetas a esta hermandad. Esta vez se ha salido el cantaor ursaonense, vaya Semana Santa le espera.

Tras el abrazo a los Negritos, el próximo trecho se hace más llevadero para el público, pues la calle Recaredo le ha puesto un biombo al sol. Queda por delante una tarde noche brillante, con uno de los puntos cumbre del día: el paso por Caballerizas, un sueño de Domingo de Ramos.