Alberto García Reyes da un recital de compás y duende

El pregonero de la Semana Santa exprime el arte de la retórica para bordar una pieza de aires flamencos y en la que se acompañó puntualmente de una guitarra

02 abr 2017 / 14:43 h - Actualizado: 02 abr 2017 / 22:30 h.
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  • Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
    Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
  • Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
    Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
  • Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
    Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
  • Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
    Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
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    Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
  • Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera
    Un momento del pregón de Alberto García Reyes en el Teatro de la Maestranza. / Jesús Barrera

Brillante, hondo, genuinamente particular, con duende y amasado en el horno de la mejor literatura cofradiera. Un mago de la palabra, un artesano de la retórica como es Alberto García Reyes sólo podía alumbrar un pregón de la Semana Santa tan extraordionario y de tan alta calidad literaria como el que ayer se escuchó en el Maestranza. Desde el «¿Me deja paso, señora?», con el que principió su alocución, hasta el «mis dos palabras postreras/ serán Sevilla y amén» con el que hora y media después recogió las pastas de su pregón y se fue a los medios para recoger la ovación de un auditorio puesto en pie, este periodista sevillano de voz quebrada dio todo un recital de autenticidad, sevillanía y manejo del vocabulario. Combinando con maestría el verso y la prosa, este vecino de Dos Hermanas, que se proclama «hijo de la Esperanza», fue capaz de arrancar oles profundos del auditorio y de levantar como un resorte al público de sus butacas en el largo romance de tintes buzonianos dedicado a la Macarena, su gran devoción. Y si por algo, además, pasará a la historia el pregón de García Reyes, flamenco por los cuatro costados, es por haber asumido el riesgo de introducir en la siempre cuidada liturgia de este acto del Domingo de Pasión el toque de una guitarra flamenca por soleares, una innovación que el periodista había logrado mantener en secreto y que sirvió como fondo musical a uno de los pasajes más bellos de su disertación.

Prueba del absoluto dominio del pregonero del idioma de Cervantes fue su fascinante arranque del pregón, un largo y muy aplaudido romance, casi once minutos, en el que proclamó que «ya está todo preparado», dibujó el discurrir, tramo a tramo, de una cofradía y fue capaz de introducir una mención a todas y cada una de las hermandades que procesionan a la Catedral. «(...) porque aquí somos así:/ vamos a muerte con Dios./ Y a la hora de morir,/ Él muere en el Salvador/ y yo me muero en San Gil», remató en este arranque.

Tras saludar a las autoridades y mostrarle su agradecimiento al delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, «por estar en todo lo que haces a la altura de lo que demanda la historia de Sevilla», el pregonero hilvanó recuerdos para el armao fallecido en febrero Manuel Muñoz El Mono, para el cofrade Manolo Toro y para el periodista Fernando Carrasco. Fue en estos primeros compases de su disertación cuando sacó a relucir su condición de periodista y proclamó «el titular» de su pregón. «Hoy vengo a hacer una crónica de lo que me pasa a mí por dentro, del camino que coge la cruz de guía de mis entretelas cuando el Hijo de Dios y su Madre pasan por las puertas de las casas y se abren todas las ventanas de mi piel. Vengo a dar la Buena Noticia. La que siempre está de actualidad. Éste es el titular: Cristo vive y nos ama. Abran, sevillanos, que ya es la hora». Y, a modo de declaración de intenciones, compartió con el auditorio, la columna vertebral de su disertación, desarrollada en trece escenas. «Déjenme llevarles por esos recovecos, andando por encima del tiempo en este recorrido caótico por bocacalles, bullas y cangrejeos de mi recuerdo, y vengan conmigo por los callejones de mis venas a buscar la verdad definitiva (...)».

Y la verdad del pregonero comenzó en el Tiro de Línea, barrio donde dio sus primeros pasos su hijo Alberto y donde García Reyes, emocionado, revivió los recuerdos de Angelita, matriarca de la familia de su mujer, en un pasaje dedicado a subrayar la «trascendencia de la familia como institución cristiana». Angelita era una de esas mujeres del Tiro que le daban sus zarcillos al padre Botella para hacer la corona de la Virgen y que ahora recuerdan cada Lunes Santo poniendo su silla vacía en Felipe II. «Solo como está la silla/ de la abuela en la avenida/ donde se sienta mi herida/ a recordar su Sevilla/ que cada Lunes revivo/ y sólo queda el Cautivo».

Con los colores que se funden en la bola de cera de un chiquillo y que luego ha ido pasando de mano a mano debtro de la estirpe familiar, el pregonero trazó una metáfora del paso del tiempo, ante de referirse a la marcha de su pregón, Esperanza de Vida, y hablar de su Cristo de las Siete Palabras.

El primer momento álgido llegaría acto seguido, en un bello homenaje a las madres, «esas niñas perpetuas que se pasan la vida rogando a Dios por nosotros», y que personificó en la Virgen de la Piedad del Baratillo, «esa quinceañera que lleva a su hijo muerto por la vera de la plaza de los toros» y que «es el culmen de la bravura». «(...) Eres el lance más lento que jamás tocó Tejera (...)», le piropeó el pregonero desde el tendido de su atril.

Para referirse al Cachorro, García Reyes recordó a Manuel Molina, del dúo Lole y Manuel, cuando en los estertores de su vida se fue a buscar un Viernes Santo al Cristo expirante de la calle Castillla para preguntarle «Señor, ¿cómo se cruza este puente?» hacia la orilla definitiva.

Vendría luego la innovación musical del pregón, un recital de versos por soleares acompañado por la guitarra de Paco Jarana, marido de Eva la Yerbabuena, en el que García Reyes fue capaz de contar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús en Sevilla con el inconfundible compás de su voz rota. «(...) Te juro que no me fío/ del que está besando al hijo/ de la Virgen del Rocío (...)». Las palabras del pregonero danzaron sobre una melodía de casi siete minutos en la que las cuerdas de la guitarra de Jarana engarzaron compases de Soleá dame la mano y de Virgen del Valle para terminar por soléas.

Todavía le quedaba al pregón la locura de juntar en el pentagrama de Font de Anta a dos grandes devociones, Amargura y Esperanza de Triana, el toque de atención a los «excesos» de las cofradías, y asomarnos a ver al Gran Poder, el Señor que viste de malva, a través de los ojos de Manolo Lara, cuya vista apenas percibe leves sombras.

A estas alturas, el pregonero se quitó el reloj para hablar de la Esperanza, ese «huracán que se lleva cada Viernes de la Muerte todas las supercherías de la ciudad», a la que en un largo romance comparó con los hitos más gloriosos de la historia de la ciudad. Y para terminar su pregón, unos desgarrados versos a Sevilla... «(...) y ante Dios, cuando Dios quiera,/ mis dos palabras postreras/ serán Sevilla y amén».

LOS PASAJES MÁS DESTACADOS

El homenaje a las madres y el lance torero de la Piedad

Uno de los momentos álgidos del pregón llegó con el homenaje a todas las madres y el romance torero dedicado a la «Virgen más madre de Sevilla, la más niña, la Piedad del Baratillo». «(...) Y siempre te hiere el toro/ del Miércoles por la tarde/ cuando la luz es de oro/ y el pitón es indoloro/ en tu corazón que arde (...)», declamó García Reyes en unos versos llenos de sensibilidad y de referencias taurinas en los que no faltaron una mención al «Faraón» Curro Romero, amigo del pregonero.

La Pasión de Cristo recitada por soleares

Para el recuerdo de la historia de los pregones quedará ese momento único en que García Reyes fue capaza de contar por soleares la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús en Sevilla acompañado del toque a la guitarra de Paco Jarana, uno de los mejores guitarritas de este tiempo e hijo de Luis Franco, el hombre que enseñó al periodsista de ABC a tocar la guitarra. Encerrados en la magia de tres o cuatro versos, García Reyes declamó poemas como éste dedicado a San Gonzalo: «Sanedrita del Tardón,/ anda ve y dile a la Virgen/ que ya es su coronación».

El Gran Poder visto por los ojos de un invidente

Al «Señor que viste de malva» dedicó el pregonero uno de los pasajes más emotivos de su disertación. Contó la lección que le dio Manolo Lara, un amigo que casi ha perdido la vista y que le condujo una Madrugá a ver al Gran Poder a un callejón. «Illo, aquí no se ve ná», le espetó García Reyes a su amigo. «No verás tú», le contestó. El periodista cerró los ojos y aprendió a escuchar al Cisquero. «Y aprendí a ver ciegamente su omnipotencia». «Quiero darte las gracias Manolo... con tus ojos he divisado lo invisible».

El romance buzoniano a la Esperanza Macarena

García Reyes instrodujo su romance a la Macarena hablando de los «manosblancas», cinco hombres que, detrás de la Esperanza, llevan guantes de gamuza y protegen el manto de la Virgen «sacando los brazos que se cuelan por las rendijas de la devoción en las entrañas del tisú». Luego, anunció a la ciudad la Buena Noticia, «Sevilla es Esperanza», para a continuación engarzar un largo y apasionado romance a la Macarena que puso en pie al teatro y que arrancó los oles del auditorio.