Casi ocho siglos de historia en la espada de San Fernando

El alcalde Sanz portó por vez primera la «lobera» en una procesión que este año ha salido a la calle de manera extraordinaria

El alcalde Sanz con la espada de San Fernando en la Puerta del Sagrario.

El alcalde Sanz con la espada de San Fernando en la Puerta del Sagrario. / Juanma Labrador

Juanma Labrador

Si la Puerta de los Palos es también conocida como la de «Matacanónigos», en la mañana de los 775 años de la recristianización de Sevilla, el jueves 23 de noviembre, festividad de San Clemente, casi lo fue más que nunca. No es que hiciese «viruji» como diría Paco Robles, es que hacía frío. Bastante. Daban ganas de ponerse un abrigo sobre otro en el interior de la Santa Iglesia Catedral, donde había bastantes fieles para orar ante los restos de San Fernando, expuesto en su urna abierta a la contemplación de los sevillanos desde las ocho y media de la mañana.

Pasadas las diez, se organizó el cortejo que acompañaría en esta ocasión histórica, por el aniversario que se conmemora, a la procesión de la espada del Santo Rey, que portaría por vez primera el nuevo alcalde, José Luis Sanz, tomándola entre sus manos poco antes de las diez y veinte, a la par que Blanca Gastalver recibía el pendón al ser la concejal más joven del consistorio.

La procesión partió desde la Capilla Real, de la que primeramente salieron las tablas alfonsíes, a la que escoltaban los miembros de la junta directiva de la Asociación de la Virgen de los Reyes -ausente la Patrona de su camarín al hallarse en el altar mayor para la misa vespertina de esta efeméride tan especial-, y tras ellas, la Virgen de las Batallas. Siguieron los sacerdotes diocesanos, los canónigos, la reliquia de San Clemente portada por el padre Antero Pascual, el pendón, la corporación municipal y la espada «lobera» del monarca santo.

La comitiva tomó por la nave que desemboca en la Puerta de San Miguel y giró en el trascoro para adentrarse en la Parroquia del Sagrario, donde ponía su música renacentista el grupo «Ministriles Hispalensis», y salir por su puerta a la Avenida de la Constitución. No había pocas personas presenciando esta histórica procesión a pesar de lo laborable de la jornada y la hora gélida y temprana. Algún concejal se lamentaba de ir sólo con el traje y no haberse puesto su chaquetón.

Todo fue muy fugaz. En tan sólo siete minutos, el alcalde llegó desde el Sagrario a la Puerta del Perdón del Patio de los Naranjos, donde el maestro de ceremonias, el sacerdote Luis Rueda, aguardaba con los acólitos Diego Milán y Jesús Luengo para incensiar la espada durante este atípico itinerario callejero. Dejándose atrás la calle Alemanes, el sol daba al fin algo de calor por Cardenal Fray Carlos Amigo, y a los pies de la Giralda, el cortejo descendía de las gradas para pisar la propia Plaza de la Virgen de los Reyes y acceder de nuevo a la catedral por la Puerta de los Palos.

El viento soplaba con toda su frialdad a la entrada de las tablas alfonsíes y de la Virgen de las Batallas. Los concejales Juan Bueno y Álvaro Pimentel no se apartaron en ningún momento del lado del alcalde escoltando la espada, al igual que lo hacía la policía local de gala cerrando la procesión, que a las once menos diez volvía a estar dentro del templo, encaminándose hacia el altar mayor, donde esperaba la Santísima Virgen de los Reyes. Sí se echó de menos la presencia del arzobispo, monseñor José Ángel Saiz Meneses, no asistiendo tampoco ninguno de los dos prelados auxiliares, ni monseñor Teodoro León Muñoz ni monseñor Ramón Valdivia Giménez.

A las once de la mañana arrancó la santa misa, presidida por el ya referido sacerdote Antero Pascual, asistiendo a ella el ayuntamiento, que ocupó sus asientos dentro del propio altar mayor, y contándose con la asistencia de cientos de fieles, si bien muchos de los presentes decidieron retirarse para contemplar la exposición fernandina del trascoro o visitar en sus jornadas de puertas abiertas la remozada y resplandeciente Parroquia del Sagrario. Una vez más, Sevilla ha escrito otra página de su historia, y tras lo vivido, hay quien se pregunta si no debería ser realmente festivo local el 23 de noviembre, y que los sevillanos conozcan esta celebración tan desconocidísima y hasta ignorada por muchos.

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