Con la naturalidad de la costumbre

San Esteban salió una hora antes y se comprimió para dejar paso a Los Javieres

27 mar 2018 / 22:39 h - Actualizado: 27 mar 2018 / 23:21 h.
"Cofradías","Martes Santo","San Esteban","Semana Santa 2018"
  • Cientos de fieles vieron pasar el misterio del Señor de la Salud y Buen Viaje por la Carrera Oficial. / Fotos: Diego Arenas
    Cientos de fieles vieron pasar el misterio del Señor de la Salud y Buen Viaje por la Carrera Oficial. / Fotos: Diego Arenas
  • Los costaleros sacan con la fuerza de costumbre a la Virgen de los Desamparados.
    Los costaleros sacan con la fuerza de costumbre a la Virgen de los Desamparados.

El Martes Santo al revés obligaba a adelantar la salida de San Esteban una hora y el principal inconveniente para la cofradía era comprimirse entre el Dulce Nombre, que avanzaba por Orfila tras el palio de la Virgen de los Desamparados, y Los Javieres, que salían de visitar a las Hermanas de la Cruz por Santa Ángela rumbo a la Catedral, en torno a las 21 horas. El cambio horario se saldó sin dificultad, aunque los miembros del cortejo tuvieron que almorzar más temprano de lo habitual y pedirse el día libre en el trabajo, y el segundo obligó a comprimirse a los nazarenos, colocándose de tres en tres durante los 30 minutos que la corporación de Omnium Sanctorum tardó en pasar ante su cruz de guía.

En la Casa de Pilatos, se preparaban los costaleros. Mariano Falcón, el nuevo capataz del misterio, organizaba a sus hombres, repasaba los relevos y daba las últimas indicaciones, a la par que hacía reparto entre a los que les tocaba hacer la salida y los que tendrían que ayudar por fuera en la salida del palio; mientras los nazarenos más pequeños, los que conforman los tramos de niños, correteaban pese al calor, las túnicas, las capas y los antifaces, que a esa hora no querían quitarse.

Ante la ojiva de San Esteban todo estaba previsto como siempre. Cada uno sabía a qué hora tenía que llegar, lo demás iría siguiendo su curso. María Casado con su hija y Ángeles con su nieto tenían su silla en primera fila dentro del espacio que la hermandad reserva a sus hermanos con dificultades de movilidad, y entre ellos, estas mujeres que forman parte del grupo que bordó el manto que arropa a su Virgen cada Martes Santo. Enfrente se agolpaba el público que no quiere perderse esta salida para la que más vale llevar reserva de resistencia y contención.

Dentro del templo, cada tramo en su sitio, la cruz de guía apoyada en la puerta, la megafonía preparada para que las palabras del hermano mayor llegasen a todos los rincones y los titulares inquietos también en sus pasos. El misterio del Señor de la Salud y Buen Viaje exornado por lirios; el palio, con frecsias y minicalas achampanadas, y, entre la candelería, dos cirios muy especiales: uno, con un lazo morado contra la lacra de la violencia doméstica; y otro con un pececito azul en memoria del pequeño Gabriel Cruz, además del ya clásico en casi todas las hermandades en memoria de los donantes de órganos. Tampoco podía faltar Julián Álvarez, ex hermano mayor e histórico en la corporación de la Puerta Carmona, que saludaba a diestro y siniestro a todo el que se le acercaba porque nadie quería salir de allí sin su particular bendición.

Y llegó el momento. A las 14.30 horas en punto se abrió la puerta. La Agrupación Santa Cecilia ya aguardaba ante la ojiva y se fue haciendo paso por la calle San Esteban. Casi en un suspiro se puso en la calle el cortejo completo del Cristo y, como si de la maniobra más fácil se tratara, el misterio, sin rozar siquiera un candelabro los dientes de esta puerta, empezó su estación de penitencia, rumbo a la Catedral, la Campana vendría después. En una de sus maniguetas, Álvaro Silva, tío del que fuera presidente del Consejo, Manuel Román, que ha celebrado ya sus bodas de brillantes en la hermandad.

De pronto, asomó «mi Morena», a decir de Ángeles, por la puerta: «Ya le están dando los rayos de sol a mi Morena», comentaba emocionada. Uno de sus hijos, costalero, formaba en la cuadrilla de refuerzo. Juan José Cobos, el capataz del palio, empezó a dar indicaciones. No habían hecho ningún ensayo previo específico, pero con la fuerza de la costumbre y la absoluta naturalidad, como si esto lo hicieran todos los días, el palio de la Virgen de los Desamparados, con los sones –tras la Marcha Real– de la marcha que lleva su nombre, interpretada por la Banda de Las Cigarreras, superó la ojiva dentada y se llevó todas las ovaciones de sus vecinos, de esos devotos del día a día, que no pueden faltar a esta cita.