De los tres viernes que el Gran Poder habitó en la iglesia de Santa Teresa

Hace 52 años el Señor ya presidió durante 18 días el templo de la plaza de las Moradas con motivo de la Santa Misión

28 dic 2017 / 21:58 h - Actualizado: 29 dic 2017 / 08:46 h.
"Cofradías","El Gran Poder"
  • La silueta del Señor, enmarcada por los frescos vanguardistas de la parroquia de Santa Teresa. / El Correo
    La silueta del Señor, enmarcada por los frescos vanguardistas de la parroquia de Santa Teresa. / El Correo
  • Los dos Nazarenos, en Santa Teresa.
    Los dos Nazarenos, en Santa Teresa.
  • El inicio del traslado, en la mañana del 28 de enero de 1965.
    El inicio del traslado, en la mañana del 28 de enero de 1965.
  • Un momento del traslado, en la avenida de Eduardo Dato.
    Un momento del traslado, en la avenida de Eduardo Dato.

Dieciocho días. Del jueves 28 de enero hasta el domingo 14 de febrero. Ese fue el periodo de tiempo que el Señor del Gran Poder permaneció en 1965 en la parroquia de Santa Teresa con motivo de las Santas Misiones instituidas por el cardenal Bueno Monreal con el fin de «ayudarnos a renovar nuestra vida cristiana». Allí, ubicado en el altar mayor, bajo los frescos vanguardistas del pintor Juan Miguel Sánchez –el mismo autor del diseño del palio de Los Negritos–, el Nazareno de Juan de Mesa habitó durante tres viernes entre la gente más sencilla de una barriada alejada de su capilla de San Lorenzo en más de seis kilómetros.

El templo situado en la plaza de las Moradas fue el lugar designado por la autoridad eclesiástica para trasladar al Señor durante la Santa Misión, mientras que a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso le tocaría presidir el centro misional número 9, ubicado en el grupo escolar San Fernando, entre las calles Joaquín Cortés y Carlos García Oviedo. Durante los días que duró la estancia del Señor en esta barriada, miles de personas desfilaron ante sus plantas, gente de toda clase y condición que mostraba un actitud piadosa y penitencial en cada visita: desde amas de casa que iban camino del mercado, obreros con el mono de trabajo, personas mayores y hasta fieles desplazados expresamente en coches particulares.

Cada día se celebraban tres eucaristías. El templo se abría diariamente a las seis y media de la mañana y cerraba sus puertas a las once y media de la noche, con un breve descanso a mediodía. Y a pesar de tan amplio horario de puertas abiertas, en bastante ocasiones el párroco del templo tuvo que conceder numerosos favores y abrir la iglesia a deshoras para permitir que muchos fieles, llegados de localidades o barrios lejanos, pudieran rezar ante sus plantas. Así lo cuenta el entonces párroco de Santa Teresa en una reflexión escrita sobre los frutos de la Santa Misión que se conserva en los anales de la hermandad del Gran Poder. «Nunca he visto rezar con mayor devoción a gentes sencillas como las que he visto en estos días», dejó escrito en el cura párroco, Francisco Malo Román.

Todo este ambiente de fervor y devoción que despertó la presencia del Señor en la parroquia de Santa Teresa es descrito muy bien por el investigador Emilio José Balbuena Arriola en un reportaje histórico de aquellos días, titulado La Santa Misión de 1965, publicado en el anuario que edita la propia hermandad. Ahí se relata cómo cada uno de los días en que el Señor bendijo con su presencia este rincón de Sevilla «en torno a un centenar de velas de promesa» permanecían constantemente encendidas en permanente ofrenda.

Hasta esta parroquia, presidida por un gran fresco de la Transverberación de santa Teresa pintado por Juan Miguel Sánchez, había llegado el Señor sobre unas modestas andas la tarde del 28 de enero después de un larguísimo traslado de casi diez horas de duración con parada en el sanatorio de la Orden de San Juan de Dios que entonces llevaba su nombre. Veintiocho minutos duró la visita al centro hospitalario ubicado en el tramo final de la avenida de Eduardo Dato, donde las dos imágenes titulares de la hermandad se detuvieron ante la puerta principal del edificio para que pudiera rezarse el Santo Rosario, cuyo primer misterio entonó, postrado en una cama y desde el balcón de la primera planta, el niño Antonio Garrote Ballón, en una de las estampas más emocionantes de este traslado. La aparición de la lluvia obligó a la hermandad a buscar refugio en la cercana parroquia de la Concepción para, posteriormente, continuar hacia su destino final en la plaza de las Moradas.

El presidido por el Señor del Gran Poder, designado como el centro misional número 8, fue estadísticamente el más concurrido de las Santas Misiones, acontecimiento que concluyó el 14 de febrero. Ese día, a las siete de la tarde, el Gran Poder iniciaba el camino de vuelta a San Lorenzo después de recoger a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso en su vecino centro misional.

El Nazareno de Juan de Mesa se despedía de las calles de la barriada que fueron su templo durante 18 días otorgando a su paso «vida para otras muchas almas muertas antes de la Santa Misión», en palabras del párroco.

En 2020, cincuenta y cinco años después de aquella Misión, el Señor volverá a bendecir con su presencia las iglesias de Santa Teresa, las Candelarias y Los Pajaritos al cumplirse los cuatro siglos de su hechura, y volverá a recortar su silueta sobre los fastuosos frescos de Juan Miguel Sánchez.

COINCIDIÓ CON EL SEÑOR DE LAS PENAS

Es otra de las imágenes más repetidas del traslado del Gran Poder hasta la parroquia de Santa Teresa para presidir el centro misional número ocho, asignado por la autoridad eclesiástica. El Nazareno de Juan de Mesa coincidió durante unas horas con el Señor de las Penas de San Vicente, que había pasado la noche en este templo camino de su destino en el barrio del Cerro del Águila.