Los Gitanos

Derroche de Salud en tiempos difíciles

El Nazareno de los Gitanos presidió el Víacrucis del Consejo en un recorrido en olor de multitudes

Juanmi Vega @Juanmivegar /
03 mar 2020 / 00:53 h - Actualizado: 03 mar 2020 / 09:49 h.
"Los Gitanos"
  • Vídeo: Jesús Barrera
  • Víacrucis del Señor de Los Gitanos. / Jesús Barrera
    Víacrucis del Señor de Los Gitanos. / Jesús Barrera

La mañana amanecía desapacible. Con aires de oscuro recuerdo de lo que ocurrió en 2009, cuando el Señor de la Salud no pudo salir por culpa de las inclemencias meteorológicas. El suelo estaba mojado y el cielo encapotado. El frío hacía acto de presencia para romper con varias semanas de primavera adelantada, pero todo daba igual. Esta vez, once años después, el Nazareno de los Gitanos llegaría a la Catedral para presidir el Víacrucis del Consejo de las Cofradías.

La Ronda olía a canela y clavo desde bien entrada la mañana y el ambiente era de un lunes con aroma a mañana de viernes.

En el santuario estaba todo preparado para que a las 16:30 se abrieran las puertas y empezase a salir el largo cortejo, formado por 500 hermanos, que acompañaba a la imagen del Señor.

El público se congregaba alrededor de la iglesia para verlo a Él. Primeros metros y primeras lágrimas. La emoción que se palpaba era similar a la de una noche de madrugá. No faltaba un perejil. Tampoco el azahar perfumando la calle Verónica. Las cosas del cambio climático.

Una joven le preguntaba a su abuela cuándo le tocarían una marcha. La abuela le contestaba que al ser un Víacrucis, no había acompañamiento musical en forma de agrupación. Era el Señor sin aditivos. Puro. Cosa que hizo torcer el gesto a la joven.

El Nazareno llevaba la recreación de la túnica que se perdió en 1936 y que estaba atribuida a Rodríguez Ojeda. También portaba sus potencias de oro y rubíes realizadas por Manuel Seco Velasco en 1967, gemelos de oro, madreperla y rubíes y un alfiler antiguo de oro y brillantes donado por un hermano para el estreno de la túnica. Iba como mandan los cánones, aunque fueron bastantes los que dijeron eso de «a mí me gusta más con la túnica lisa».

En estos tiempos en los que, a todas horas, tenemos referencia a un virus pululando por el aíre, que mejor que derrochar Salud por las calles de la ciudad. Y así lo hizo el Dios moreno. Un Dios hecho terrenal que quiso conmemorar que hace 88 años subía a los cielos una de sus hijas predilectas, Santa Ángela de la Cruz, y ello lo hizo pasando por la puerta del convento que lleva su nombre. Allí, las hijas salieron a saludar a su Padre de la mejor forma que saben hacerlo.

La notable afluencia de público fue la tónica predominante. Mucho se ha hablado sobre el día de celebración del Víacrucis del Consejo. Lo cierto es que, cuando la imagen que lo preside tiene tanto tirón popular, no hay nada que impida que los ciudadanos se echen a la calle para acompañarlo.

Hasta las escalinatas de las Setas estaban llenas de personas queriendo inmortalizar el momento. La plaza del Salvador no se quedó atrás. Nunca estuvo solo.

Las calles aledañas al recorrido eran un mar de personas queriendo buscar, otra vez, al de la tez morena.

La Saeta se transformó en voces blancas de la Escolanía Salesiana María Auxiliadora junto a la Capilla Musical María Auxiliadora.

Quizás el momento más deslucido, por tedioso, sea el acto en sí de la celebración del Víacrucis, pero la salida del Señor no tendría sentido sin el rezo de las estaciones.

El arzobispo de Sevilla no pudo presidir el acto. En su lugar, la reflexión final corrió a cargo del vicario general, Teodoro León.

Cuando la noche se hizo y los candelabros, situados en las esquinas de las andas, que son los que lleva la Virgen de la Encarnación y que fueron cedidos por la hermandad de la Cena, iluminaban la cara del Señor de la Salud, se encendieron los recuerdos de estampas en blanco y negro perdidas para siempre por una guerra entre hermanos.

Entro de noche en la Catedral. La temperatura fue descendiendo a medida que el cortejo avanzaba, pero no el calor humano, pues nunca estuvo solo.

Todavía quedaba un momento muy emotivo. El ‘Manué’ tenía que visitar su antigua casa: San Román. En 1936 le prendieron fuego y se perdió todo lo que tenía la hermandad de Los Gitanos. Incluido el Señor de la Salud. Dos años después renació de sus cenizas y pudo salir desde Santa Catalina, a la que visitó a la ida.

Otra hoja del calendario cuaresmal que cae. Otro acto que finaliza y que habrá que esperar al próximo año para volver a repetirlo. Comienza todo a terminar.