{Sevilla, su Semana Santa y las miles de historias personales que guardan las hermandades dan pie a recrearse a la hora de contar historias hasta convertirlas, en algunos casos, en leyendas que se alejan descaradamente de la realidad. Jesús Araújo, hijo del recordado futbolista del Sevilla FC Juan Araújo, protagoniza la conocida historia de su padre con el Gran Poder pero con un triste final para él: según la (falsa) leyenda murió cuando era niño tras una grave enfermedad. Y la realidad es bien distinta. Ni estuvo enfermo ni murió.
Esta errónea leyenda sevillana fecha la historia en el decenio de 1960. El futbolista del Sevilla –ya retirado– pidió al Señor del gran Poder la curación de su hijo, pero éste finalmente no superó la supuesta enfermedad y falleció. Roto por el dolor y en un ataque de ira, Juan Araújo se encaró con el Señor y le espetó que no volvería más a verlo a no ser que fuera Él a su casa.
Tiempo después y con motivo de las misiones que se organizaron en 1965 para fomentar las devociones el Gran Poder debía ir al barrio de la Candelaria pero le pilló la lluvia cuando pasaba por Nervión y buscando refugio fueron a parar, precisamente, a casa de Juan Araújo, que abrió la puerta del garaje y se encontró frente por frente con el Señor del Gran Poder. Pues bien, toda esta leyenda es falsa.
Su protagonista es Jesús, es el menor de los cinco hijos del exfutbolista y ni estuvo enfermo, ni falleció, ni sabe muy bien por qué se originó esa leyenda que su familia siempre ha intentado –sin éxito alguno– rectificar. Sí reconoce Jesús que en su casa eran muy devotos del Gran Poder, así como de la Esperanza de Triana. «Nosotros íbamos todos los viernes a San Lorenzo a ver al Señor, y los domingos escuchábamos la misa en la Esperanza de Triana. Si no, lo hacíamos en la parroquia de la Concepción». Y es que es junto a este templo, pared con pared, donde el futbolista retirado había montado su negocio poco antes de dejar el fútbol, y era su medio de vida: el Garaje Araújo. «Era estación de servicio y allí se hacían cambios de aceite y se engrasaban los coches. El negocio iba bien y normalmente había unos sesenta vehículos todos los días. Teníamos tres empleados y arriba del garaje estaba la vivienda».
De aquel día del Gran Poder se acuerda perfectamente de todo lo que ocurrió, una historia que sí es cierto que tuvo como protagonista al Gran Poder, a su familia y al traslado del Señor hacia la Candelaria pero que se aleja de la historia que conoce la mayoría de la ciudad. «Yo tenía siete años e iba con mi padre a todos sitios. Como el Señor pasaba por Nervión, fuimos hasta la Puerta de Carmona y desde ahí lo acompañábamos hasta el barrio», relata Jesús. Sin embargo, a la altura de San Juan de Dios comenzó a llover y dado que por la altura de la Cruz el Señor no entraba en la capilla, Araújo ofreció su garaje porque estaba a escasos cinco minutos andando. Y así fue.
«Niño, ve corriendo a buscar a Julián», le dijo el padre al niño. Julián era el portero de un bloque cercano a la parroquia y capiller de la parroquia. Hacían falta las llaves del templo porque el Señor no cabía –de nuevo, la altura de la Cruz– en el Garaje Araújo. Sí lo hizo la Virgen del Mayor Dolor, que pasó la noche allí mientras que el Señor lo hizo en la parroquia. A la mañana siguiente, las dos imágenes continuaron su camino hacia la Candelaria. Y el joven Jesús Araújo estuvo ahí, completamente sano, para contarlo.