Corpus Christi

Emociones cofrades recuperadas en torno al Corpus en Sevilla

La Sagrada Cena, la Hiniesta y Santa Teresa volvieron a sus templos

Juanma Labrador jmlabradorj /
17 jun 2022 / 19:56 h - Actualizado: 17 jun 2022 / 20:04 h.
"Corpus Christi"
  • Emociones cofrades recuperadas en torno al Corpus en Sevilla

En torno a la procesión catedralicia con Su Divina Majestad en la mañana de ese jueves que reluce más que el sol, Sevilla vive y siente al mismo tiempo otras emociones cofradieras. Desde hace más de medio siglo, la Hermandad de la Sagrada Cena recuerda a toda la ciudad su sacramentalidad a través del pasaje que escenifica la imagen titular que labrase Sebastián Santos, llevando a su Cristo al Palacio Arzobispal para presenciar el discurrir de Dios hecho Eucaristía en la custodia de Juan de Arfe. Y antes que la corporación de los Terceros, la de San Julián lleva también a su devoción letífica, la Hiniesta Gloriosa, al ayuntamiento, del que es su patrona, para presidir un altar ante el paso de Jesús Sacramentado.

Ya cubrimos la crónica de la emocionante ida de la Hiniesta en la tarde-noche de la víspera del gran día, ese día que arranca a las 6:20 cuando desde la calle Sol llega el Divino Maestro en el instante en que instituyó la Eucaristía. Pero este año no lo hizo en solitario sobre el paso del Señor de la Humildad y Paciencia, sino que fue con todo el misterio al completo, con ese apostolado que gubiase Luis Ortega Bru. Es verdaderamente sensacional ver avanzar este colosal misterio mientras amanece en la ciudad, adentrándose por las estreches de Alhóndiga para salir a la Pila del Pato en busca de San Ildefonso. El trinar de los pájaros se entremezcla con las voces blancas de la Escolanía de María Auxiliadora y la música de los instrumentos de viento del conjunto Air Brass Quintet. Son las siete y media. Queda atrás San Isidoro y la Costanilla, y ya huele a juncia y a romero. El paso discurre por donde mismo lo hará la propia procesión de la catedral, y a las ocho termina de descender por la Cuesta del Bacalao para arribar a su destino.

Pasan las horas, las hermandades, las autoridades, los santos sevillanos... hasta que Su Divina Majestad aparece en Cardenal Carlos Amigo -qué simbólico este año el nombre de esta calle-, y parece que verdaderamente todos estamos en el cenáculo aquel Jueves Santo en el que aconteció el primer banquete de la Eucaristía. Y tras rendir honores el ejército en la Puerta de los Palos a Dios, cuando restan veinte minutos para la una de la tarde y aprieta el sol, comienza a sonar Cigarreras, que con sus cornetas y tambores pondrá sus sones a la multitudinaria procesión de vuelta. Ojalá todos los que ven este paso de regreso hayan visto antes al Señor en la Sagrada Forma y se hayan arrodillado ante Él. “Cantemos al Amor de los Amores”. La banda suena a larga mañana de Corpus, y el misterio de los Terceros desanda el recorrido trazado en las primeras horas de la mañana.

Son las dos de la tarde. El sudor es considerable, aunque la llovizna de la tarde anterior ayudó a suavizar el mercurio de los termómetros para lo que muchos esperaban para esta jornada. El itinerario varía con respecto al matutino a partir de Boteros y Sales y Ferré. Qué revirá más prodigiosa al mando de Fali Palacios. El barco supera la prueba, y se encamina hacia San Pedro. Es hora de almorzar, pero el cuerpo pide refrescarse al menos, y tras una obligada parada nos reencontramos con la cofradía por Gerona. Se va haciendo un poco tarde, aunque el paso tiene que pesar ya lo suyo. Las cuatro menos veinte, y el Señor de la Cena ya está entre los suyos, en el barrio. Gira en el negocio de Tarín y se adentra en Sol, y poco después de las cuatro la puerta del templo engulle toda la luz de este misterio, y una vez arriado ante el presbiterio suena “Requiem” mientras brotan lágrimas de emoción. Esto fue por él, por Benito Rodríguez Gatius, consiliario de la hermandad fallecido repentinamente la pasada Semana Santa.

A la vez que regresó la Cena, el Santo Ángel devolvió a Santa Teresa a la calle Rioja, cruzando las portadas de la Plaza de San Francisco. Entre Santa Genoveva y Omnium Sanctorum, imaginariamente la santa alcanzó San Julián, y oró ante la Hiniesta, y tras la venia, continuó hasta su cenobio sobre el paso de la Virgen del Carmen y escoltada por los candelabros del Cristo de los Desamparados, aquellos mismos que fueron del Carmen de Calatrava. Alguien entre la bulla comenta que qué pena que esta talla teresiana no siguiente en Écija, de cuyo antiguo convento carmelita procede, y tras su cierre recaló a Sevilla. Magnífico, por cierto, el repertorio eucarístico de la Sección Musical de la Hermandad de los Gitanos, que lo dio todo hasta que a las dos de la tarde entró Santa Teresa en su templo de la calle Rioja.

Y tras el oportuno descanso, y previa visita a la muestra del Rosario de Carrión de los Céspedes en el Círculo Mercantil, a las ocho de la tarde sonó el llamador de nuevo ante la fachada plateresca del consistorio. La banda de Mairena del Alcor interpretaba “Hiniesta Coronada”, y la Virgen, entre el tintineo de las campanitas de su baldaquino, bajaba de su altar para volver a su barrio. La procesión mantuvo un ritmo firme y agradable, acompañando una muy buena temperatura. Subió la Cuesta del Rosario, y a las nueve alcanzaba la Alfalfa, y por San Juan buscó un laberinto de callejas en las que aún olía al pan bendito de la mesa de la Sagrada Cena. Por San Pedro salió a Doña María Coronel mientras se iba echando la noche, y a las diez ya pisaba esta Virgen coronada hace ya casi cincuenta años la calle Bustos Tavera para salir a San Marcos y adentrarse en su calle Hiniesta. Que preciosidad de recorrido, qué andar más elegante y qué buen modo de revirar la de los hombres que comanda la trianera familia Ariza... Pero todo iba llegando a su fin, llegando a las once de la noche a la calle Lira, y en Duque Cornejo, su grupo joven, a los sones de Campanilleros, le ofrecieron el amor de su devoción hecho pétalos que caen con su pureza del cielo. Y media hora antes de la media noche, la Hiniesta ponía punto final a esta manera de vivir el Corpus en Sevilla, una forma que no podíamos disfrutar, increíblemente, desde hacía tres años. Pero gracias a Dios, hecho Eucaristía, hemos vuelto.