Formas y fondos clásicos en el barrio de San Vicente

La hermandad de las Siete Palabras inicia su estación de penitencia recordando las semanas santas que desaparecieron hace años

12 abr 2017 / 23:57 h - Actualizado: 13 abr 2017 / 01:15 h.
"Cofradías","Miércoles Santo","Las Siete Palabras","Semana Santa 2017"
  • El nazareno de la Divina Misericordia saliendo de la parroquia de San Vicente. / Fotos: Jesús Barrera
    El nazareno de la Divina Misericordia saliendo de la parroquia de San Vicente. / Fotos: Jesús Barrera
  • Los que se trasladaron a ver las Siete Palabras lo hicieron sin apreturas ni agobios.
    Los que se trasladaron a ver las Siete Palabras lo hicieron sin apreturas ni agobios.

El barrio de San Vicente sigue teniendo cada Miércoles Santo una cita con la Semana Santa más clásica. El propio cura párroco, Marcelino Manzano, lo decía durante la salida por lo bajini. «Esta salida y esta cofradía es de las cosas más clásicas que hay en la Semana Santa». Para empezar, el párroco del templo, con sotana y fajín, participa en el cortejo en la presidencia del paso de palio.

Y es que quienes tuvieron el buen tino de acercarse a San Vicente para ver cómo salía la hermandad de la Siete Palabras vivieron una salida que recuerda a cómo se vivía hace años la Semana Santa en Sevilla. No hay apreturas ni agobios, las vallas colocadas eran las justas y todo el que quiso se pudo mover, cambiar de sitio e incluso irse sin tener que pasar un auténtico calvario y discutir con unos pocos de esos comepipas intransigentes que hace suya la calle así por la cara.

A las siete y media de la tarde, hora fijada para el inicio de la Carrera Oficial, el sol comenzaba a dar una pequeña tregua, la estrechez de la calle y los naranjos ofrecían una confortable sombra que mitigaba todo lo que había caído durante las horas previas en la ciudad. El cerrojazo sonaba con fuerza y la puerta de doble hoja se abría para que comenzaran a salir los elegantes nazarenos de la sacramental. Túnica blanca, escapulario carmesí y cíngulo dorado en un cortejo que comenzaba a desfilar por el barrio de San Vicente dando ese pequeño rodeo que recuperó hace años y que le lleva por Baños y Goles para alcanzar la Puerta Real y desde ahí enfilar Alfonso XII para llegar a la plaza de la Campana.

Poco después de que la cruz de guía enfilara San Vicente ya estaba el Señor de la Divina Misericordia en el dintel de la parroquia. El Señor llevaba los dos cirios que fueron bendecidos en el pasado triduo y que, con las inscripciones de Luz de vida y Misericordia, querían ser un homenaje a los donantes de órganos, que tanta misericordia tienen regalando vida después de muertos.

Poco después llegaba el Cristo de las Siete Palabras, cuya salida siempre resulta complicada y la cuadrilla ha de emplearse a fondo. Rufino Madrigal, el capataz, parecía que tenía siete ojos en lugar de dos al tiempo y dejaba bien claro que confiaba plenamente en su cuadrilla y auxiliares porque el misterio logró ponerse en la calle, salvando, cuerpo a tierra, el dintel, de forma perfecta.

Y la guinda de la sesión de clasicismo en las Siete Palabras la puso la Virgen de la Cabeza y su paso de palio. Los costaleros también tuvieron que echar el resto nada más comenzar la estación de penitencia, pero los cuerpos se vinieron arriba cuando sonaron las dos primeras marchas: Pasan los campanilleros y Coronación de la Macarena. En ocasiones, no hace falta innovar.