Dicen que la fotografía estimula la evocación de un proceso muy amplio del recuerdo, por lo que no es un soporte sólo para la imagen, sino también para la memoria, aunque ésta, como dijese Rafael Montesinos, “escoja el camino más corto para herirme”. Y ahora mismo, ese camino para por la calle Feria, más concretamente por Omnium Sanctorum, ante la mirada de la Reina de Todos los Santos, porque bajo su manto aguarda ya la Esperanza de la Resurrección quien fuese su actual prioste primero, Francisco Javier Fernández Vázquez, que desde hace unas horas es uno de esos ángeles que revolotean en torno al grandioso paso de la Señora, uno de los más portentosos, no sólo de las Glorias, sino del ámbito cofradiero en general.
Si el rostro de esta preciosísima Virgen letífica muestra una sonrisa un tanto melancólica, ahora cobra mayor sentido cuando mira a sus hijos, que lloran la pérdida de un joven que, por serlo, se ha marchado muy pronto, porque Francisco Javier nació el 13 de mayo de 1993, por lo que no llegó a tener el tres como decena en su edad. Deja desolados a sus padres y a su hermana Beatriz, quienes en medio del dolor han de aferrarse más fuerte que nunca a la fe, y han de lograr alcanzar la certitud de que cuando contemplen a la Virgen, ya sea bajo el colosal baldaquino de su parroquia o en el fastuoso camarín de la Resolana -la Macarena era y es la otra gran devoción de esta familia-, él está con Ella, y mirando en sus pupilas, ahí habita Francisco Javier.
Hacíamos alusión a la fotografía al comienzo porque, tristemente, apenas las hay de este muchacho ejerciendo como prioste de su hermandad novembrina. La junta de gobierno vigente que preside Joaquín de la Peña Fernández, quien encara su segundo mandato, tomó posesión hace poquito más de un año, y ya le diagnosticaron cáncer a este joven que, con su sonrisa y su fe, ha sido un modelo de superación para todos, motivo por el que no aparece en la fotografía de familia realizada el día de la jura de los cargos. Sin embargo, jamás perdió la entereza, pues aunque físicamente no pudo desempeñar su cargo, sí acudía a la priostía para coordinar al grupo de cofrades que colabora en este área. Y no faltó a la procesión del pasado otoño, celebrada cuando hacía algo más de un mes de la aprobación del decreto que permitía, por fin, la recuperación del culto externo. Pero tuvo que marcharse, su cuerpo no aguantaba más esfuerzo. Tampoco, pues, existen fotos de este prioste con su palermo ante el paso.
Pero ilustramos este texto con una imagen bellísima. Luce Francisco Javier la heráldica de Todos los Santos en su solapa, cerca del corazón, y justo al lado del mismo, la sonrisa de su hermana, que le daba pulso y latido. Ambos se hallan en una comida de hermandad. Y Beatriz sabe que cada noviembre, tras la función principal, cuando celebren este almuerzo corporativo, su hermano seguirá ocupando su lugar en la mesa a la vera de ella. Y cuando porte un cirio, ya sea ante la Reina de Todos los Santos o ante la Esperanza Macarena o ante el Señor de la Sentencia, contemplará la luz que prende en el pabilo, porque simboliza la luz de Cristo, ese Niño Jesús que juguetea sobre el torso de la Madre en la calle Feria y que ya abraza a Francisco Javier. Porque él no se ha ido. Sigue vivo en esa llama, en el corazón y en la mirada de los suyos y de la Virgen.