Los imagineros son los profesionales artesanos que realizan imágenes a través de un proceso creativo y técnico de varias etapas que concluyen con la entrega de la pieza, pintada y lista para el culto cuando sea el caso. Así, los imagineros –que construyen imágenes- son profesionales del modelado, talla y pintura, toda vez están capacitados para llevar a efecto las distintas fases de un trabajo muy complejo. En sus manos están, pues, las devociones de un pueblo que acude con frecuencia a las imágenes (tallas de Cristos, Vírgenes o Santos) para rezar o solicitar peticiones así como agradecimientos y promesas.

La imaginería es una especialidad dentro del ámbito de la disciplina de la escultura. Es por eso que el artista imaginero es, básicamente escultor, que ha decidido dedicarse a la talla y elaboración de imágenes en madera. Es también habitual que el escultor imaginero dedique tiempo además a la restauración, especialidad ésta para la que se requiere una formación específica, muy técnica y de enorme responsabilidad.

Entre los imagineros sevillanos en activo con mayor número de imágenes en la Semana Santa de Sevilla se encuentran Antonio J. Dubé de Luque, Luis Álvarez Duarte o José Antonio Navarro Arteaga. También destaca por su relevante catálogo la obra de Juan Manuel Miñarro, si bien son muchos más los artistas notables con la gubia que ejercen en la actualidad su trabajo en la capital andaluza.

Criados en otro tiempo al amparo de algún maestro, los imagineros comenzaban el oficio en el taller de un profesional del que aprendían las técnicas de modelado, talla y policromía, fases necesarias para la elaboración de una imagen. Pasado el tiempo, el alumno comenzaba a independizarse del maestro hasta lograr, en el mejor de los casos, montar un taller propio. Hoy en día, a pesar de los adelantos en los estudios y titulaciones de los jóvenes que deciden dedicarse al oficio de la imaginería, sigue vigente la relación de aprendizaje y trabajo en prácticas mediante el cual la formación de los futuros artistas se cimenta en la observación de una disciplina muy peculiar. La imaginería está encaminada no sólo a la ejecución formal y artística de una talla de Cristo o de la Virgen, sino a dotar a ésta de la unción necesaria para que la imagen deje de ser mera escultura para transformarse en vínculo de las personas con lo eterno. Con el tiempo, el pueblo convierte a las imágenes en auténtico conducto con el cielo. Y esa fe, cercana siempre a las tallas bendecidas que tallan los imagineros, está muy definida en la devoción católica que nos rodea y que explica nuestra tradición. De ahí que las imágenes, siempre con nombre o advocación, reciban culto regularmente y sean objeto de veneración.