Guía cofrade: Magdalena (411)

Se trata de una de las figuras más desconocidas y enigmáticas del cristianismo. Juan Arias le dedicó un libro titulado ‘La Magdalena. El último tabú del cristianismo’ en el que arroja algo de luz sobre su papel en las primeras comunidades cristianas

04 abr 2018 / 07:10 h - Actualizado: 04 abr 2018 / 07:10 h.
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  • María Magdalena procesiona a los pies del Cristo de la Buena Muerte de La Hiniesta. / Manuel Gómez
    María Magdalena procesiona a los pies del Cristo de la Buena Muerte de La Hiniesta. / Manuel Gómez

Cuando un cofrade habla de la Magdalena puede referirse a varias cosas. Es, por tanto, un término polisémico en la Sevilla capillita. Lo primero que a un sevillano se le viene a la mente es la plaza de la Magdalena, antiguamente llamada del Pacífico. Una plaza que, en la expresión popular, ha terminado extendiéndose por la calle San Pablo hasta llegar a la parroquia homónima, sede de las hermandades de la Quinta Angustia y El Calvario, amén de la Virgen del Amparo y la Sacramental, que organiza el Corpus de la Magdalena.

Pero, ¿quién fue la Magdalena? Aunque la tradición cristiana se encargó durante siglos identificar a María Magdalena como una mujer pecadora, la prostituta que enjugó con su pelo y sus lágrimas los pies de Jesús, lo cierto y verdad es que los Evangelios no mencionan que dicha figura femenina fuera realmente la Magdalena. Lo que sí mencionan los textos sagrados es que fue María Magdalena la primera persona en encontrarse con Jesús Resucitado, a quien confundió en un primer término como un jardinero.

Cuando María Magdalena fue al sepulcro al tercer día, se encontró con la lápida abierta y la tumba vacía y le preguntó al supuesto jardinero que dónde había puesto el cuerpo del Mesías. Sin embargo, Jesús se identificó ante la Magdalena y la conminó a dar testimonio de su resurrección. He aquí, quizá, uno de los gestos más atrevidos y significativos de un Jesús que clamó en su magisterio por la igualdad de las personas –«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»–. Es decir, en una sociedad en la que la mujer no tenía voz en los asuntos públicos y estaba relegada a un segundo plano, Jesús la convierte en el altavoz de su resurrección, núcleo fundamental de la fe cristiana.

Según los textos apócrifos, María Magdalena no fue ninguna pecadora ni ninguna prostituta. Procedía de la región de Magdala, una zona rica por el comercio, por lo que se cree que la Magdalena fue una mujer hábil con las cuentas y muy preparada para la sociedad de la época. Tras la muerte y resurrección de Jesús, María Magdalena cogió las riendas de la primera comunidad cristiana, si bien su figura se fue difuminando con los siglos hasta el punto de tergiversar su papel en el magisterio de Jesús. Al ser una de las Santas Mujeres, aparece en diversos pasos de Sevilla como La Hiniesta, Santa Marta, La Quinta Angustia, La Carretería, Montserrat, La Mortaja o La Trinidad y suele llevar pelo natural y suelto.