La conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo viene marcada dentro del Calendario Gregoriano por la celebración de la Pascua Judía, conocida como el Pésaj o Salto, que conmemora la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto relatada en la Biblia dentro del libro del Éxodo, fiesta esta mediante la que los judíos comenzaron a experimentar el sentimiento de nación libre.
La Pascua Judía comienza a partir del día 15 del mes hebreo de Nisan, que trasportado a nuestro calendario coincide con la última parte del mes de marzo y la primera parte del mes de abril, dando comienzo la noche de la Luna de Parasceve, que se traduce en la primera Luna Llena una vez entrado el equinocio de la primavera. Ya durante el siglo IV después de Cristo, el Concilio de Nicea del año 325 estableció que la Pascua Cristiana o Pascua de Resurrección se estableciera en torno a Luna de Parasceve, que significa viernes, pues la muerte de Jesucristo se produjo durante la Pascua Judía y así aparece recogida en todos los Evangelios (Mateos. 27,62; Marcos. 15,42; Lucas. 23,54; Juan. 19,14.31), y no existiendo dudas a partir de Lucas. 23,54-56 y Juan. 19,31 que era viernes.
El Parasceve es para los cristianos cofrades la luna llena más esperada del año, pues en torno a ella se celebra la Pascua Cristiana y por tanto se fecha la Semana Santa. Así, esta oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril, tomándose como referencia la muerte de Jesús y fechándose primero el Domingo de Resurrección como primer domingo posterior a esa luna. En función de ese domingo se calculan siete días atrás y se fecha el Domingo de Ramos.
Poetas y pregoneros que desde distinguidas tablas y atriles han cantado con su letras las excelencias de la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús según Sevilla, evocan cada año la Luna de Parasceve como símbolo inequívoco de la cercanía de la fiesta por antonomasia de la ciudad: la Semana Santa. Y es que en torno a esta primera luna llena de la primavera, Sevilla entera se transforma. La explosión de luz y olor cubre de tal forma la ciudad, que los sevillanos se echan a las calles envueltos en un auténtico ambiente de fiesta y recogimiento. En un alegre despertar, la fe, el recogimiento y el influjo de la Luna de Parasceve hacen el resto.