La Bajada de la Soledad de Alcalá del Río, un viaje de regusto al pasado

Antes de que llegue la Semana Santa tiene Alcalá del Río un remanso de regusto que supone un viaje hasta un pasado cofradiero que el avance de los tiempos se ha encargado de diluir en la capital. Celebra la localidad este viernes la que es la primera procesión de una dolorosa bajo palio en la provincia, la Bajada de Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad Coronada. Una cita sin duda para no perderse y que en esta ocasión tendrá – sin perder sus formas y medidas – incluso un carácter extraordinario.

Hablamos del traslado de la dolorosa soleana a la parroquia para la celebración del Septenario en su honor. Se dice en la localidad que la Virgen baja por la diferencia de altura entre la sede de la cofradía, la capilla de San Gregorio, y el templo mayor, situado en una cota más baja. Pero este año, la hermandad se encuentra de forma excepcional en la parroquia por obras en la capilla donde reside. Es por ello que esta Bajada discurrirá por un itinerario distinto e inusual, por calles que habitualmente no recorre, y que brindará momentos inéditos a una procesión en la que ya de por sí merece la pena no perderse ningún momento.

La Bajada es el inicio oficioso de la Semana Santa

Este traslado, que siempre tiene lugar el viernes de la cuarta semana de Cuaresma, se ha erigido en una suerte de inicio oficioso de la Semana Santa. Cada elemento, cada detalle, el cortejo e incluso el andar evocan tiempos pasados que la hermandad de la Soledad, tan celosa de su historia y sus tradiciones, ha sabido conservar.

Por encima de todo destaca sin duda la Virgen, Nuestra Señora de los Dolores en su Soledad Coronada. Una talla anónima de la que ya hay constancia de su presencia en el pueblo en la primera mitad del siglo XVI. Alejada del dramatismo barroco, es una imagen de porte regio y con empaque; de acusado hieratismo pero gran dulzura en su expresión. La Virgen siempre viste de negro, siendo ataviada para esta procesión con las prendas y preseas más antiguas de su extenso ajuar.

Procesiona en un paso de reducidas dimensiones que es en sí mismo una joya y una reliquia del siglo XVIII. El palio es de los llamados de cajón, con bambalinas cortas que presentan en su cara exterior bordados decimonónicos de las hermanas Antúnez, y en su interior el primer verso del Stabat Mater en letras de plata, donadas en 1753 por el regidor perpetuo de la villa, y a la sazón soleano.

Como antiguamente, el paso se exorna con calas blancas

Se alumbra con faroles, candeleros y candelabros de brazos y tulipas, sustituyendo estos igualmente a los ramos de cola; con cirios altos y ramos de cera de estilo antiguo, la última incorporación de la priostía, que lo dota de una impronta singular. Se exorna con calas blancas, las mismas ‘flores de jarro’ que antaño los soleanos cuidaban en sus patios y corrales para ofrecérselas a la Virgen y adonar el paso para la Bajada.

Para portarlo cuenta con sendas maniguetas, situadas en cada costero, para ser llevado a hombros, lo que le proporciona un andar suave y reposado, muy característico de esta procesión. Uno de los ritos propios de la Cuaresma soleana es el sorteo de las maniguetas, en el cabildo de salida del Miércoles de Ceniza.

A las 10 de la noche da comienzo la Bajada, que en esta ocasión sale desde la parroquia. Acompañan a la Virgen las soleanas, alumbrando con cirios – unas hachetas de orfebrería que preparan en las vísperas con mimo y solo sacan en esta procesión y en la de Subida, de la que se hablará más adelante –.

El itinerario tomará por la calle entre la parroquia y la plaza del Calvario, para seguir por Reyes Católicos, Cristóbal Colón y plaza de España. Continuará por la céntrica Ilipa Magna, en sentido contrario a todos los años, para enlazar con Perpetuo Socorro, La Sacristía y volver al Calvario para entrar nuevamente en la parroquia. La banda de música de la hermandad será la encargada del acompañamiento, con un repertorio clásico y fúnebre.

Tras el Septenario, los titulares de la hermandad volverán a su capilla en procesión de Subida

Nuevamente en el templo, la Virgen será entronizada en el altar de Septenario. Un suntuoso aparato de cultos erigido en el presbiterio y ante el retablo mayor, que oculta por completo. De forma excepcional, el Señor de la Misericordia, el Cristo yacente también titular de la hermandad, acompañará a la dolorosa en estos cultos.

En la mañana del Viernes de Dolores la hermandad celebrará su función principal de instituto, con protestación de fe, ofrenda de caridad y ofrenda floral. Y en la noche, tras el último día de Septenario, los titulares quedarán expuestos en besapiés y besamanos, piadoso acto también distinto este año por la presencia del Señor, y que habitualmente – sólo con la Virgen – se extiende hasta altas horas de la madrugada.

En la noche de del Domingo de Ramos tendrá lugar la procesión de Subida que – tras la finalización de las obras precisamente este viernes – saldrá de la parroquia para hacer entrada en San Gregorio. Aún así, tendrá igualmente un carácter extraordinario, ya que será trasladado el Señor de la Misericordia en andas, precedido por hombres con cirios. Tras el yacente, el cortejo volverá a ser como en la Bajada, con las mujeres alumbrando a la Virgen para retornar a su capilla en su paso de traslados.