La chicotá más amarga: Recordando a Juan Carlos Montes

Hoy se cumplen 20 años del acontecimiento que marcó la Semana Santa de 1999 y a la hermandad de Las Aguas

Juanmi Vega @Juanmivegar /
28 mar 2019 / 17:56 h - Actualizado: 29 mar 2019 / 08:07 h.
"Lunes Santo","Las Aguas","Cuaresma","Semana Santa","Cuaresma 2019"
  • Juan Carlos Montes y la cuadrilla del paso de Cristo de Las Aguas. / Las Aguas
    Juan Carlos Montes y la cuadrilla del paso de Cristo de Las Aguas. / Las Aguas

Hace veinte años, un niño esperaba en la puerta de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario. Este pequeño acompañaba a su padre mientras cumplía con la labor de retransmitir a toda Sevilla la entrada de la hermandad de Las Aguas. Era el tercer año en este emplazamiento de esa pareja radiofónica que nunca coincidió en el tiempo.

Pasaban 45 minutos de la hora fijada y la Cruz de Guía de la cofradía llegaba a la calle Temprado. El escape de gas de la calle Sierpes obligó a apagar todos los cirios y toda la candelería de los pasos. Incluso los nazarenos fueron advertidos de que no apoyasen las varas en el suelo para no crear una chispa. Antonio Santizo explicaba cómo apagó los pasos y la dificultad que conllevó. Minutos después, la noticia empezaba a revolotear en el ambiente.

Hace 20 años, la hermandad de Las Aguas vivió el momento más duro de toda su historia. Juan Carlos Montes, costalero del paso del Cristo de Las Aguas, cayó fulminado al cruzar el Arco del Postigo.

La cruz de guía seguía parada en la puerta del atrio. El paso seguía arriao y los costaleros estaban fuera del paso.

Luis Chamorro estaba allí y le explicó al periodista que, minutos antes de lo que ocurrió. «Juan Carlos estaba descansando. Con una lata y un bocadillo en los alrededores de la Catedral, descansaba esperando el relevo que se llevaría a cabo en la confluencia de la calle Almirantazgo con Tomas de Ybarra».

«Curro Calderón, segundo de Salvador Perales, llevaba el paso. El Cristo arrió antes de llegar al Arco del Postigo para bajar la cruz. Una vez bajada la cruz, los cuerpos de los costaleros se echan por parejo a tierra para salvar el arco. Salvado el Postigo, los cuerpos vuelven a alzarse y es ahí cuando Juan Carlos no pudo más y se fue al suelo. El paso se arrió al lado de Arfe y allí lo sacaron rápidamente. Algunas de las personas que estaban en ese punto para ver la cofradía fueron los primeros que atendieron al costalero» explicaba Chamorro.

La ambulancia llegó unos minutos después que se hicieron eternos. Entró por la Avenida de la Constitución rompiendo el cortejo por completo. La virgen seguía en la calle Tomas de Ybarra. Los costaleros miraban por los respiraderos como mira el torero al toro en el burladero. Finalmente se salieron de las trabajaderas.

Los servicios sanitarios estuvieron casi una hora tratando de ganar la partida a lo inevitable. Al público que rodeaba la ambulancia le pidieron espacio para poder maniobrar y poner rumbo al hospital Virgen del Rocío.

Los costaleros no sabían qué iba a ocurrir. Algunos estaban yendo a la iglesia y otros se mantenían alrededor del paso de Cristo. La ambulancia arrancó de la calle Arfe. Las sirenas rompían el silencio y la oscuridad de un día para el olvido.

La noche lo envolvía todo. La madrugada ya caía por la calle Dos de Mayo. El frío helaba los cuerpos de los presentes que descubrían poco a poco lo que había ocurrido un par de metros atrás.

El paso de Cristo aparecía en total silencio. Los costaleros que estaban fuera del paso se metían en la capilla con los ojos rojos. La imagen viva de la desolación.

Salvador Perales mandaba el paso. El capataz no daba más voces de las precisas. Se levantaba a los tres golpes de llamador. La Banda del Sol, que se estrenaba ese año en las Aguas, no interpretó ninguna marcha a la entrada.

Guadalupe llegó y el silenció se rompió con una saeta interpretada desde un balcón. Perales, al igual que con el Cristo, no hablaba. El palio se movía con la rapidez de un retranqueo. El nudo en la garganta impedía recrearse.

20 años se cumplen de una tragedia que marcó la Semana Santa de 1999.

Fue la chicotá más amarga. Los costaleros perdieron a uno de los suyos. El Cristo de las Aguas no quiso que Juan Carlos fuese más sus pies y lo llamó para tenerlo a su diestra.