Cofradías

La Macarena y la cátedra Sánchez Mejías abren el año ‘Gallito’

Las devociones de José Gómez Ortega centraron el hilo conductor de la primera charla organizada para conmemorar el centenario de su trágica muerte en Talavera

13 mar 2020 / 12:16 h - Actualizado: 13 mar 2020 / 12:22 h.
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La de este jueves fue la primera charla del programa de actividades culturales organizado por la Hermandad de la Macarena y la Cátedra Sánchez Mejías en torno al centenario de la trágica muerte de Gallito en el ruedo de Talavera de la Reina. También será la última actividad cultural de la cofradía de San Gil –que por ahora sí mantiene el calendario cultual con algunas restricciones- mientras duren las medidas y recomendaciones de las autoridades en torno a la propagación del coronavirus.

La pandemia centraba todas las conversaciones pero no impidió que las butacas disponibles en el salón de actos de la Hermandad se llenaran por completo. Pero la jornada, de alguna manera, tenía aire de punto y aparte. La charla ofició de cierre de una declinante normalidad mientras se esperan otras medidas... Pero había que hablar de Gallito –o José- de sus devociones, de su íntima relación con la Hermandad de la Macarena; de su fervor por la Virgen de la Esperanza y también por la Soledad de San Lorenzo; de su decidida participación en la coronación canónica de la Virgen del Rocío; de su perfecta simbiosis con otros actores fundamentales para entender el tiempo y el espacio en el que se mueve el coloso de Gelves...

Para ello, la comisión nombrada para los actos del centenario había contado con el abogado, veteranísimo costalero y pregonero de la Semana Santa de Sevilla, Enrique Henares. Henares, además, es sobrino nieto de Joselito y nieto de su primo Enrique Ortega ‘El Almendro’, que fue banderillero de José aunque el día de la tragedia de Talavera formaba en las filas de su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. En la mesa también se sentaba el profesor de Historia del Arte Andrés Luque Teruel, macareno y estudioso de la obra de Rodríguez Ojeda además de hijo del cuerpo. El recuerdo a su padre, el gran banderillero Andrés Luque Gago, volvió a ser inevitable.

Para hablar del Joselito oficial de junta y comprometido con su hermandad la mesa contó con el testimonio del propio Hermano Mayor de la Macarena, José Antonio Fernández Cabrero, que volvió a reiterar que la reivindicación de la figura de José Gómez Ortega –macareno y torero- era un acto de justicia. Moderó la charla el periodista, escritor e investigador Álvaro Rodríguez del Moral, autor de estas líneas, que ha desarrollado un amplio trabajo de recuperación de la memoria de José Gómez Ortega en las páginas –de papel y digitales- de El Correo de Andalucía.

Un triángulo creativo

La sesión sirvió para poner en valor la relación triangular que vinculó a tres hombres irrepetibles: hablamos del genial diseñador y bordador Juan Manuel Rodríguez Ojeda y del canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón que, con el apoyo resuelto de Gallito en lo económico, culminaron la reinvención estética de la cofradía de la Macarena y hasta la presentación pública de la Virgen de la Esperanza. Luque Teruel ayudó a entender que ese proceso ya estaba en marcha cuando entra en escena el coloso de Gelves. Al célebre manto camaronero de 1900 se le uniría el fundamental palio rojo de 1908. Son dos piezas maestras que se vincularían a otras joyas fundamentales: la corona de oro de la joyería Reyes –Joselito se encerró en solitario en la plaza de la Maestranza para ayudar a sufragarla- y las célebres mariquillas de cristal verde que el torero había adquirido en una joyería de París.

Todo ello confluye en un acto que marca un punto y aparte y que hay que entender dentro de la irresistible aura del arte regionalista. Se trata de la llamada coronación popular que se celebra en San Gil el Viernes de Dolores de 1913. Fue el propio Muñoz y Pabón el que impuso la corona de oro en un acto que marca las claves estéticas de la Esperanza. Se había redondeado el icono definitivo: la Reina tocada con su corona; ataviada con las mismas joyas de las señoras de la época; arropada por un manto iniciático y cobijada bajo ese palio transparente que se convierte en la piedra angular de la Semana Santa del siglo XX.

Muñoz y Pabón tomaría buena nota de la lealtad de su amigo José Gómez Ortega, en el que también se había apoyado para organizar un festival en la efímera plaza Monumental para sufragar otra corona: la de la coronación canónica de la Virgen del Rocío que el canónigo de Hinojos había muñido desde las páginas de El Correo de Andalucía. Y fue desde el diario decano de la ciudad desde donde defendió con absoluta libertad, desenfado y vehemencia los funerales catedralicios del torero después de caer en Talavera. Aquel artículo espoleó una cuestación popular para regalarle una pluma de oro que Muñoz y Pabón regaló a la Virgen de la Esperanza. Esa pluma sella desde entonces la devoción de José y la memoria de tres hombres leales: José, Juan Manuel y Juan Francisco.