La Paloma de Triana: algunos retazos de historia

La Virgen de la Encarnación vuelve a la catedral de Sevilla para conmemorar el XXV aniversario de su coronación canónica. Hace poco más de siglo y medio había sido desprovista de su antigua casa y condenada al olvido

15 dic 2019 / 10:27 h - Actualizado: 15 dic 2019 / 10:32 h.
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Sevilla, 18 de septiembre de 1868. La Semana Santa ya había renacido de las cenizas de la francesada y las desamortizaciones eclesiásticas y la fiesta conocía un nuevo esplendor adobado de los vientos románticos y la acción decidida de ciertos actores fundamentales como el erudito José Bermejo. El aterrizaje de los duques de Montpensier en el palacio de San Telmo a punto de doblar el siglo también había ayudado decididamente a condimentar un guiso que se hallaba en plena ebullición antes de estallar aquella revolución liberal que, bajo el nombre de La Gloriosa, sentenció gran parte del patrimonio monumental de la ciudad de Sevilla sin llegar a doblegar ese renacimiento cofradiero. En 2018 se cumplió siglo y medio del inicio de aquel tiempo convulso.

Ese incipiente esplendor cofradiero hay que ubicarlo en el tiempo y la historia que le tocó vivir: Antonio de Orleans, el intrigante y cofradiero duque de Montpensier, quiso hacer política de río revuelto y fue uno de los instigadores de la caída de su cuñada, la reina Isabel II, hermana de su esposa, la infanta Luisa Fernanda que acabaría bautizando con su nombre los inmensos jardines de San Telmo. El duque albergaba la esperanza de convertirse en rey de España aprovechando la inestabilidad que prestaba aquella revolución burguesa que había sufragado de su propia bolsa.

Pero un lance inesperado acabaría sacándole de la carrera a la corona. Orleans se batió en duelo con el infante Enrique de Borbón, duque de Sevilla, y lo fulminó con un tiro en la frente, quedando en la práctica descartado para sentarse en un trono que se acabó ofreciendo a Amadeo de Saboya, de brevísimo y convulso reinado entre 1871 y 1873. La restauración monárquica en la persona de Alfonso XII -hijo de Isabel II- puso fin al farrogoso sexenio revolucionario que había comenzado con el derrocamiento de su propia madre y había concluido en la inoperante I República.

Eso sí, don Alfonso volvió a acercar a los Montpensier al trono de España por vía de su infortunado matrimonio de María de la Mercedes, hija de los duques. La muerte de aquella frágil reina sevillana -¿dónde vas Alfonso XII?- puso fin al matrimonio, sólo cinco meses después de la boda. Pero ésa es otra historia que ya contaremos algún día...

Ocaso de la trianera hermandad de la Encarnación

¿Por qué contamos todo esto? ¿Qué tiene que ver estos lances con la actual cofradía de San Benito? Estos hitos históricos no fueron ajenos a la ciudad; tampoco a su Semana Santa... Los enjuagues del duque de Montpensier -que pudo haber estado implicado en el asesinato del general Prim y se negó a prestar lealtad al rey Amadeo- le obligaron a poner tierra de por medio. Mientras tanto, la junta revolucionaria organizada en Sevilla no perdió el tiempo. Se había constituido al día siguiente del pronunciamiento gaditano del propio Prim y el almirante Topete. La mecha de la revolución acababa de prender...

El 20 de septiembre de 1868 se constituyó la junta provisional revolucionaria de Sevilla. La catástrofe ya estaba en marcha. Sin solución de continuidad se decretó la supresión de seis parroquias y otros 23 templos. De nada sirvieron los lamentos del canónigo Francisco Mateos Gago, vocal de la comisión provincial de monumentos. La piqueta se cebó, además, con las históricas murallas de la ciudad, incluyendo la monumental Puerta de Triana -en las confluencias de las calles Reyes Católicos, Gravina y Zaragoza-, la del Osario, la de Carmona y la de San Fernando, al comienzo de la calle del mismo nombre. Ese gusto por el derribo, en nombre de un progreso mal entendido, tampoco se detendría, como veremos después, en los edificios eclesiásticos.

Pero hay que detenerse especialmente en la orilla derecha Guadalquivir para encontrar a la antigua hermandad de la Encarnación, precedente de la actual cofradía de San Benito. La corporación residía, en franca decadencia, en una capilla propia en la calle Pagés del Corro. Había dejado de hacer estación en Semana Santa en 1848 aunque estaba revitalizando sus cultos internos en el crítico año de 1868, en el que llegó a sacar a la calle la imagen de gloria de la Virgen de la Encarnación, que hoy también recibe culto en San Benito, rescatada del naufragio de su propia historia. Aquel pequeño templo, tal y como sucedió con la Capilla de los Marineros, fue suprimido por la junta revolucionaria siendo derribado seis años después.

San Benito de la Calzada: un tiempo nuevo

La dolorosa de la Encarnación, aquella antigua Palomita de Triana, fue trasladada a la iglesia de San Benito Abad en 1875. El templo de la calle Oriente funcionaba como auxiliar de San Roque después de la definitiva exclaustración de los monjes benedictinos que lo habían habitado durante cientos de años. Pero aún tuvieron que pasar 50 años más para que germinara en torno a Ella su actual hermandad, columna vertebral indiscutible del barrio de la Calzada cada Martes Santo. La llama se prendió a comienzos de la década de los años XX, hace ya casi un siglo, pero rebrotaría definitivamente en 1928, en vísperas de aquella Exposición Iberoamericana que también constituyó un auténtico motor para la Semana Santa, incluyendo el misterio de la Presentación al Pueblo que se convertiría en la fachada más visible de la cofradía.

La Virgen de la Encarnación, que ya había salido de una forma precaria en 1921, volvió a hacerlo en 1930 estrenando todos sus enseres. La historia de la corporación renacida ya iba a ser imparable aunque aún tuvo que afrontar algunas dificultades como la riada que inundó el templo de San Benito y provocó su cierre entre 1948 y 1952. En 1966 llegaría el estreno de la actual imagen del Santísimo Cristo de la Sangre, una soberbia obra de Buiza que abrió otro tiempo nuevo en la cofradía.

La coronación canónica

La coronación canónica de la Virgen de la Encarnación había tenido un precedente. El cardenal Bueno Monreal ya había impuesto a la Virgen de la Encarnación la corona de oro de ley que habían donado sus hermanos y devotos el Martes Santo de 1971. Pero hubo que esperar hasta 1994 para que el entonces arzobispo Carlos Amigo decretara la coronación en base a las nuevas normas diocesanas, que habían sido modificadas algunos años antes por Juan Pablo II.

La coronación pontificia de la Esperanza de Triana había obrado de bisagra –diez años antes- para inaugurar este nuevo tiempo en el que el antiguo y rarísimo privilegio pasó a ser potestad de los obispos relevando al capítulo de canónigos de San Pedro Roma. El punto de partida de este periodo lo constituyó la coronación de la Virgen de las Angustias en 1988, una imagen que se ya alejaba de los antiguos requisitos de antigüedad y acendrada devoción más allá de los estrictos límites de su hermandad.

Poco más de un lustro más tarde llegaría la coronación de la Virgen de la Encarnación, que goza de un incuestionable fervor en su barrio de la Calzada. Este domingo vuelve a su templo después de haber celebrado en la catedral el XXV aniversario de aquella jornada gozosa en el Adviento de 1994. Aún no se habían marcado algunas constantes de este tipo de ceremonias que hoy parecen inmutables. La Virgen de la Encarnación recibió la corona en el trascoro, entronizada en su paso, convertida en el rompeolas de muchas oraciones de los hombres y mujeres de esa ‘Calzá’ que, más allá del moderno urbanismo de Luis Montoto, pervive en un sentimiento y una devoción compartidos. Se había hecho historia.

A partir de aquel acontecimiento, la lista de testas coronadas dentro del ámbito de las cofradías penitenciales se ha ido engrosando hasta incluir a las dolorosas de la Estrella en 1999; los Dolores del Cerro y la Virgen del Valle, con un mes y medio de diferencia en el otoño de 2002; el Rosario de Montesión en 2004 y, al año siguiente, la Virgen de la Palma de la hermandad del Buen Fin. Los expedientes seguían teniendo salida en las estancias de palacio y en 2006 y 2007 se sumarían la Esperanza de la Trinidad y la virgen trianera de la O a las que seguirían, sucesivamente, las dolorosas de Regla de los Panaderos, la Paz, la Victoria de las Cigarreras y los Ángeles de los Negritos que ha cerrado por ahora esta lista en 2019.