-
Imagen de las pinturas restauradas. / Ramón Cañizares
La restauración de las pinturas murales de la capilla sacramental de San Lorenzo ya ha concluido. El traslado del Santísimo Sacramento –previsto para el próximo viernes, al término de la misa semanal de la Hermandad de la Soledad- será el definitivo colofón a un complejo proceso coral que ha permitido recuperar el esplendor de esta obra del siglo XVIII. Se trata de un amplio conjunto de pinturas murales comenzadas por Francisco Pérez de Pineda en 1707 que decoran las paredes y las bóvedas de este espacio dedicado al culto eucarístico. Domingo Martínez y Gregorio Espinal tomaron el relevo de Pérez de Pineda en 1717 redondeando este impresionante catecismo en dos dimensiones en el que la iconografía sacramental se une a la exaltación mariana. Hay que resaltar ese papel de la figura de María entendida como primer sagrario de Cristo según los postulados emanados del Concilio de Trento, tal y como explicó pormenorizadamente Francisco de los Reyes Rodríguez, párroco de San Lorenzo.
Foto: Ramón Cañizares
Los trabajos han sido presentados en la mañana de este martes en un sencillo acto conducido por el teniente de hermano mayor de la corporación soleana, José Joaquín Léon, y presidido por el propio párroco de San Lorenzo y el hermano mayor de la Soledad, Ignacio Valduérteles, que destacó la singularidad de la capilla restaurada. “Este espacio es único en el sentido artístico y teológico”, explicó el hermano mayor recordando que “una de las misiones de las hermandades es la conservación de su patrimonio”. Valduérteles resaltaba así la propiedad de este histórico recinto levantado por devoción de los hermanos de la antiquísima Sacramental de San Lorenzo, fusionada con la cofradía de nazarenos de la Soledad después de un complejo proceso jurídico y canónico que concluyó en 1777.
Foto: Ramón Cañizares
Un esfuerzo sin precedentes
Ignacio Valduérteles desveló algunas claves de la financiación de este ambicioso empeño que ha costado más de 250.000 euros a los que habría que sumar los primeros trabajos de eliminación de las humedades de los muros sin los que no se habría podido abordar la restauración de las pinturas. “No hemos recibido ni un solo euro de dinero público”, destacó el hermano mayor agradeciendo los esfuerzos del equipo de mayordomía y, de una manera especial, la aportación de la Real Maestranza de Caballería, corporación nobiliaria que comparte estrechos lazos con la Hermandad Sacramental de la Soledad.
Foto: Ramón Cañizares
El espacio no había sido intervenido desde 1920 aunque entonces se emplearon técnicas y procedimientos que, en algunos casos, habían llegado a ejercer de aceleradores de las patologías que sufría la capilla. El recinto deslumbra ahora por sus dorados y la belleza de los pigmentos azules y rojos de su programa iconográfico. Hay que entender el empleo de esos colores como “la unión del Cielo y la Tierra en la adoración a Cristo Eucaristía” según apostilló el párroco en la didáctica explicación del complejo programa iconográfico de la capilla. Don Francisco, además, desveló detalles que suelen pasar desapercibidos como la pequeña pintura que decora la puerta del sagrario en la que se retrata un descanso de la Huída a Egipto.
“Estáis viendo esta capilla tal y como la vieron los hermanos que la hicieron aunque ellos tardaron 24 años” apostilló el sacerdote destacando una premisa fundamental: “esto, antes de nada, es un lugar de oración”.
Foto: Ramón Cañizares
Un equipo multidisciplinar
La intervención, que ha durado más de un año, ha contado con un equipo interdisciplinar en el que hay que anotar los nombres de Mireya Albert, Rocío Campos, Elena Guisado, Aureliano García, Pedro Jiménez, Elena Martínez, Cinta Martín y Carmen Olivar a los que se ha sumado María de los Ángeles Arjona en los trabajos específicos del retablo. Los restauradores se han enfrentado a un complejo catálogo de patologías, causado principalmente por la humedad que había provocado eflorescencias salinas con descamaciones y pérdida de las pinturas. A ese deterioro había que unir la suciedad que enmascaraba todo el programa pictórico además de desprendimientos, repintes, ennegrecimientos y la maraña de cables –hasta ochenta quilos, señaló el párroco- de la antigua instalación eléctrica.
Foto: Ramón Cañizares
Ramón Cañizares, archivero de la corporación soleana, ha investigado a fondo la historia de la capilla y ha ahondado en la historia de Pérez de Pineda. “Se ha escrito mucho de Domingo Martínez y Gregorio de Espinal pero poco se ha resaltado la importancia que debió tener en su diseño el pintor que la inició en 1707, Francisco Pérez de Pineda, ya que probablemente fue el autor del programa iconográfico que sería adaptado y resuelto diez años después”.
Se trata, apunta Cañizares, de un pintor barroco “discípulo de Murillo, relevante cofrade de las hermandades de San Lorenzo y vecino de este barrio la mayor parte de su vida”. Su obra se puede admirar ahora de una forma muy cercana a como fue concebida hace más de trescientos años. Parroquia y hermandad han establecido unos días de visita cultural antes de que la entronización del Santísimo en la tarde del próximo viernes devuelva la verdadera razón de ser a esta capilla que engrandece el patrimonio artístico y devocional de la ciudad.