Los orígenes de la crucifixión

Luis Antequera nos ofrece una visión completa de la muerte de Jesús y varios de sus discípulos en «Crucifixión. Orígenes e historia del suplicio». La obra, publicada por el grupo Almuzara, recoge detalles del método de ejecución a partir de fuentes históricas y arqueológicas

24 mar 2023 / 10:01 h - Actualizado: 24 mar 2023 / 10:03 h.
  • Los orígenes de la crucifixión

«La pena de la crucifixión es uno de los peores tormentos que el ser humano haya podido concebir para maltratar a sus semejantes, tan cruel que ha recibido toda clase de calificativos». Así arranca ‘Crucifixión. Orígenes e historia del suplicio’, la obra con la que el abogado y economista Luis Antequera nos traslada hasta la antigüedad para explicarnos la génesis y el desarrollo de este terrible castigo. Publicada por el sello Sekotia, perteneciente al grupo Almuzara, sus 190 páginas podrían parecer innecesarias por hablarnos de un asunto conocido —la bibliografía existente sobre Jesús de Nazaret es tan rica como heterogénea—, sin embargo, a poco de sumergirse en su introducción, es fácil comprobar el valor que poseen las mismas. Y es que si por algo destaca este libro cuyo lanzamiento ha coincidido con el inicio de la Cuaresma, es por los datos novedosos o escasamente divulgados que contiene.

Los orígenes de la crucifixión

¿Quiénes inventaron la cruz?

Los orígenes de la crucifixión

La primera cuestión que aclara ‘Crucifixión’ es aquella referida a la génesis de la pena capital. Y es que a la pregunta «¿quiénes inventaron la cruz?», millones de personas de todas las épocas suelen responder «los romanos», y una gran mayoría la relaciona directamente con la Pasión y Muerte de Jesucristo. Sin embargo, mucho antes del nacimiento del Galileo, el historiador griego Herodoto ya mencionaba a tres mil personas crucificadas por orden de Darío I, el rey de los persas que gobernó entre los años 522 y 486 a.C. Una manera nefanda de ejecutar a la que Cicerón calificaría mucho después como «el más cruel y asqueroso de los suplicios», y que también sería utilizada por cartagineses, griegos y macedonios. La prueba más fehaciente de la popularidad de la cruz en tiempos pretéritos la tenemos en Alejandro Magno, quien como señala Luis Antequera, «hace uso profuso de la crucifixión durante su campaña asiática». No en vano, hasta dos mil enemigos fueron colgados por orden de este emperador, según recoge el escritor romano Curtio Rufo en su ‘Historia de Alejandro’. Pero la cosa no queda ahí. El icónico madero servirá para ejecutar a los enemigos de los celtas, númidas y asirios, llegando a incluir entre las víctimas brujas, druidas y otros «rebeldes». Y aunque cueste creerlo, hasta los propios judíos utilizarán este método de condena —el historiador Flavio Josefo nos narra con profusión de detalles cómo Alejandro Janeo, monarca asmoneo que reinó entre los años 103 y 76 a.C., utilizó la cruz contra sus enemigos fariseos—.

Crucificados cántabros

Es el propio Cicerón quien atribuye la adopción de la cruz por Roma a Tarquisio el Soberbio (534-509 a.C.), último de los siete reyes romanos. A partir de entonces, «los testimonios romanos de crucifixiones son inacabables», según Luis Antequera. Como curiosidad, Estrabón relata cómo los valientes soldados cántabros, una vez condenados a muerte por los romanos, no se privaban de cantar en la cruz. Detalle que nos recuerda a la famosa película ‘Quo Vadis’, cuando el personaje de Nerón, magistralmente interpretado por Peter Ustinov, se sorprende al escuchar los cánticos de los cristianos crucificados en el Coliseo. Lo que sigue a ese momento del film de 1951 —el prenderles fuego en el mismo patíbulo— también está extraído de la realidad, ya que, como explica el autor de ‘El cristianismo desvelado’, la cruel crucifixión llevaba aparejada otras humillaciones, desde la desnudez del reo a la privación de sepultura, pasando por las burlas de los ejecutores. Todos estos detalles vienen recogidos en la primera parte de la obra, siendo a partir de la segunda cuando se abordan aspectos concretos de la crucifixión más famosa de la historia, la de Jesús de Nazaret.

Los orígenes de la crucifixión

De Jesús a Constantino

Dotada de un gran rigor, pero con la dosis justa de tecnicismos, ‘Crucifixión. Orígenes e historia del suplicio’ aborda el martirio y muerte de Jesucristo desde las propias fuentes, arrancando en los textos canónicos y deteniéndose en las más famosas reliquias de la cristiandad —de la Sábana Santa al ‘Titulus Crucis’—, todo con objeto de reconstruir qué ocurrió en la Jerusalén del siglo I en vísperas de la Pascua. En este sentido resultan muy interesantes los cuadros que recogen las distancias recorridas por Jesús en vísperas de su muerte —los datos están calculados a partir del discurso evangélico y la propia geografía jerosolimitana—, el tipo de escarnios sufridos antes de ser clavado en la cruz o los eventos que condujeron a su agonía. Para rematar la obra, Luis Antequera dedica un buen número de páginas a las crucifixiones de cristianos, sobresaliendo los discípulos Pedro, Andrés y Felipe, y concluyendo en el obispo Simeón. En cuanto a la abolición de la cruz, Constantino fue uno de sus principales artífices durante la primera mitad del siglo IV, si bien, dado el tamaño del imperio y «la costumbre demasiado arraigada», el suplicio continuó funcionando más allá de su muerte.