Misericordia para Sevilla

El Gran Poder protagoniza un imponente traslado a la catedral para el cierre del año de la Misericordia. Miles de devotos llenaron las calles al paso del cortejo

03 nov 2016 / 22:43 h - Actualizado: 04 nov 2016 / 11:02 h.
"El Gran Poder","El Gran Poder en el Jubileo de la Misericordia","Señor de la Misericordia"
  • El Gran Poder, a su paso por una atestada plaza de San Francisco. / Manuel Gómez
    El Gran Poder, a su paso por una atestada plaza de San Francisco. / Manuel Gómez
  • Hermanos con cirios color tiniebla, durante la salida. / Manuel Gómez
    Hermanos con cirios color tiniebla, durante la salida. / Manuel Gómez
  • Miembros de la junta de gobierno de la hermandad, con el Señor bajo el dintel de la basílica. / Manuel Gómez
    Miembros de la junta de gobierno de la hermandad, con el Señor bajo el dintel de la basílica. / Manuel Gómez
  • El Gran Poder, en medio de la plaza de San Lorenzo. / Manuel Gómez
    El Gran Poder, en medio de la plaza de San Lorenzo. / Manuel Gómez
  • El Señor, vuelto hacia su antigua parroquia, desde donde le cumplimentaron las hermandades de la Soledad y el Dulce Nombre. / Manuel Gómez
    El Señor, vuelto hacia su antigua parroquia, desde donde le cumplimentaron las hermandades de la Soledad y el Dulce Nombre. / Manuel Gómez
  • El paso del Gran Poder, cruzando la plaza de San Lorenzo, junto a la estatua de Juan de Mesa. / Manuel Gómez
    El paso del Gran Poder, cruzando la plaza de San Lorenzo, junto a la estatua de Juan de Mesa. / Manuel Gómez
  • Camino de la Catedral. / Manuel Gómez
    Camino de la Catedral. / Manuel Gómez
  • Todas las calles por las que pasó el Señor estuvieron repletas de público en una noche en la que al final la lluvia no hizo acto de presencia. / Manuel Gómez
    Todas las calles por las que pasó el Señor estuvieron repletas de público en una noche en la que al final la lluvia no hizo acto de presencia. / Manuel Gómez
  • Vista cenital del Señor del Gran Poder durante su traslado a la Catedral. / Manuel Gómez
    Vista cenital del Señor del Gran Poder durante su traslado a la Catedral. / Manuel Gómez
  • El cortejo baja por Entrecárceles hacia la plaza de San Francisco. / Manuel Gómez
    El cortejo baja por Entrecárceles hacia la plaza de San Francisco. / Manuel Gómez
  • El paso, rodeado por una multitud en la antigua Plaza del Rey. / Manuel Gómez
    El paso, rodeado por una multitud en la antigua Plaza del Rey. / Manuel Gómez

Con un río de lágrimas recibía Sevilla al Señor del Gran Poder la tarde noche de este jueves. El Dios de Juan de Mesa, que deja su casa de San Lorenzo por unos días para presidir el cierre de oro al Año de la Misericordia en Sevilla, iba dejando a su paso un reguero de miradas piadosas, de pena, de desesperación, bocas abiertas, lágrimas y peticiones. El Señor lo puede todo. Y Sevilla lo sabe bien.

Por eso, más de una hora antes de su salida –prevista finalmente a las 19.00 horas de este jueves en lugar del viernes por el inoportuno alto riesgo de lluvia–, todos los accesos a la plaza de San Lorenzo, un barrio puro en el corazón del centro histórico de la ciudad, era un hervidero de personas que querían coger el mejor sitio posible para ver al Señor. Los pasitos rápidos delataban que no había otra intención. Ya llegara uno por San Vicente, por la Alameda de Hércules, Cardenal Cisneros o Jesús del Gran Poder, empezaba a escasear el hueco libre para apostarse de forma más o menos cómoda durante los aproximadamente 90 minutos que faltaban para que llegara el Gran Poder.

Y en la plaza de San Lorenzo ocurría más o menos lo mismo. Aunque estaba engalanada con una alfombra roja, el mejor adorno para rendir honores al hijo de Dios era la plaza en si. Con sus árboles centenarios, sus vecinos de siempre, los pájaros cantando y con Juan de Mesa ahí arriba de su pedestal observando todo con todo lujo de detalles y recordando seguramente cómo un día logró esculpir a Dios gracias a la ayuda de Dios. Todo era perfecto para que a la hora prevista y tras las campanadas de la torre, se abrieran las puertas de la basílica y comenzara a salir, sin prisa y sin apenas pausa, el largo cortejo de hermanos del Gran Poder que quisieron acompañar, con cirio tiniebla en mano, al Señor del Gran Poder hacia la seo sevillana.

El silencio ya se había hecho en la plaza unos minutos antes de que sonara el cerrojazo de la doble puerta. Nadie quería estar desprevenido para perderse el momento y el clásico shhhh mandando a callar al personal para que todos los sentidos estuvieran en lo que tenían que estar.

Tras la característica Cruz de Guía con los signos de la Pasión, los tramos de hermanos fueron saliendo del templo. Rostros serios y el corazón seguramente encogido porque se palpaba en el ambiente que algo grande estaba pasando y que estaban protagonizando uno de esos momentos históricos de las cofradías de Sevilla que quedan en los anales y se recordarán para siempre aunque pasen años y más años.

Y lo que estaba pasando es que la familia Villanueva ya estaba mandando a los hermanos costaleros para que se prepararan bajo las trabajaderas porque el reencuentro con Sevilla, este regalo inesperado que ofreció el arzobispo Asenjo a la hermandad, era más que inminente. Poco después de que los hermanos más veteranos del Gran Poder cruzaran el dintel de la basílica, –¿cuántas Madrugadas sumarán junto a Él, cuántas horas hablándole de tú a Tú en la basílica o con la estampita en el bolsillo?–, el Señor se plantó en la calle para llenar San Lorenzo y Sevilla de Misericordia.

También sin pausa y gracias a varias de sus características zancadas se plantó en la puerta de la parroquia de San Lorenzo, la que fue su casa durante más de doscientos cincuenta años, para cumplimentar a las hermandades vecinas del Dulce Nombre y la Soledad. Y sin más dilación, y con el silencio que continuaba y cada vez más miradas que se clavaban en su rostro pidiendo perdón al tiempo que la Misericordia, el paso del Señor enfiló el pasillo central de la plaza para buscar Conde de Barajas camino del baño de masas que se iba a dar durante las dos horas de procesión hasta la triunfal entrada en la Catedral sevillana.

Y tampoco faltaron en el cortejo del Gran Poder, aunque de forma oficiosa, ese grupo de mujeres devotas que siempre están ahí detrás de su huella. Poco a poco, iban saliendo de las aceras para ir buscando su hueco detrás del Señor, un hueco que seguramente les haya dado sentido a muchas cosas en sus vidas, para acompañarlo en su traslado al tiempo que las lágrimas iban saliendo de sus ojos a borbotones al tiempo que el Señor iba cumpliendo su cometido e iba regalando Misericordia por las calles de la ciudad sevillana.

Y así fue, entre lágrimas y gentío, metro a metro hasta la Catedral de Sevilla. Nadie quería perderse el momento histórico y ciertamente, la avalancha, –en el buen sentido– de devotos del Gran Poder superó las expectativas previstas y afortunadamente, no hubo que lamentar incidentes entre la marea humana que acompañó al cortejo durante las algo más de dos horas y media que duró. Especialmente emotivo fue el paso por las plazas del Salvador y San Francisco, que regalaron estampas inéditas que difícilmente podrán volverá a repetirse.

Como había cierto riesgo de lluvia, la junta de gobierno del Gran Poder sí había decidido que se realizaría el traslado lo más rápido posible con la idea de llegar a la catedral antes de las diez de la noche. Y así fue. A las 21.40 horas el Señor de Sevilla cruzaba la puerta de los Palos bajo la música de las campanas de la Giralda, que repicaban con fuerza dando la bienvenida al Hijo de Dios.

Antes de que el Señor regrese el sábado a San Lorenzo –si la lluvia no lo retrasa al domingo–, este viernes podrá contemplarse la talla de Juan de Mesa en el altar del Jubileo. La Catedral abrirá a las ocho de la mañana y la visita al Señor hará de hacerse a través de la Puerta del Bautismo, con salida por la Puerta de los Palos. Las misas se trasladarán todas al altar y están fijadas para las ocho y media, nueve, diez y doce del mediodía. Tras esta última, la Catedral seguirá abierta para que todos los fieles que lo deseen puedan contemplar la histórica imagen del Señor de Sevilla hasta que a las ocho de la tarde se celebren los cultos programados por la hermandad. Durante estas jornadas y durante el traslado de vuelta, el Señor del Gran Poder no dejará de regalar Misericordia y cerrará este año jubilar. Y siempre, con el respeto, la devoción y las lágrimas del pueblo de Sevilla.