Era la mañana del viernes 12 de agosto. María Santísima de Regla, de la Hermandad de los Panaderos, había sido trasladada a primera hora por la ruta de la plata, la histórica vía que cruza España, hasta la capital de este país, Madrid, a donde llegó a las 16:20 horas, concretamente a la Parroquia del Carmen, templo que es la sede canónica de la Hermandad de los Gitanos de aquella ciudad y en el que residiría la dolorosa durante la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Fue transportada en una furgoneta de la empresa SIT, especializada en el embalaje y transporte de obras de arte. Con Ella fueron el entonces prioste primero, Juan Pacheco, y el recordado Julio Jiménez, antiguo oficial de junta que en ese momento ostentaba el número 5 en el censo de la corporación de la calle Orfila.
La imagen viajó dentro del mismo cajón de madera en el que fue trasladada María Santísima de la Estrella a las dependencias del IAPH, en la Isla de la Cartuja, para su última restauración, acometida entre 2009 y 2010. La Virgen panadera fue preparada para este viaje inédito en su Capilla de San Andrés por parte del restaurador de la talla, Enrique Gutiérrez Carrasquilla, así como por Luis Miguel Garduño Lara. Con ellos estuvo en todo momento el hermano mayor de aquellos momentos irrepetibles, Emilio Santiago del Pino. El vehículo, además, fue escoltado por la Guardia Civil, y a cuarenta kilómetros de Madrid fue relevado este cuerpo por la Policía Local de Tráfico.
Un día más tarde, el sábado 13, recalaba en Madrid el hasta hace escasas fechas vestidor de la Señora, Mariano Martín Santonja, que la revestiría y prepararía para que fuese subida a su paso de palio, ya preparado para acoger a la Santísima Virgen, por lo que durante el día anterior la titular de esta corporación fundada en 1601 no se halló expuesta al culto, pues quedó reservada en una de las capillas del templo madrileño de la calle de la Salud, fuera de la visión de los fieles. A partir del lunes 15, fiesta de la Asunción, comenzaría el triduo en honor a la Virgen de Regla, predicando el primer día el recientemente fallecido cardenal fray Carlos Amigo Vallejo, mientras que el martes 16 ocupó la sagrada cátedra el entonces obispo auxiliar Santiago Gómez Sierra, hoy obispo de Huelva, y el miércoles 17 cerró estos cultos el anterior arzobispo hispalense, monseñor Juan José Asenjo Pelegrina. El jueves 18 tuvo lugar el retranqueo, que se realizó a puertas abiertas, desbordándose el templo de cofrades, fieles y curiosos que aplaudían con emoción cada vez que Pepe García Monge, el capataz, mandaba arriar el paso.
Llegó la mañana del viernes 19 de agosto. Aún no había amanecido, y a las seis salía la comitiva sevillana rezando el rosario de la aurora con la dolorosa coronada el domingo 26 de septiembre de 2010. Por las calles Salud y Carmen se salió a la Puerta del Sol en busca de la larga calle Alcalá, por donde alcanzaría la Plaza de Cibeles en torno a las ocho y diez. El coro de la propia hermandad puso sus notas musicales a aquel histórico amanecer. A las 19 horas comenzaría el vía crucis, en el que María Santísima de Regla representaría, tras el rezo de las catorce estaciones, la soledad de la Madre de Dios al pie de la Santa Cruz. El paso de palio sevillano fue el que más cerca estuvo del lugar desde el que Su Santidad el Papa Benedicto XVI siguió este piadoso ejercicio. Tristemente, desde la Conferencia Episcopal no se le explicó al vicario de Cristo en la tierra el significado de las imágenes allí presentes y llevadas desde distintos lugares del mapa nacional. El papa vino, rezó el vía crucis, y se marchó. Y ni miró a las cofradías. Para qué vamos a engañarnos ni a contar otra cosa. Y quien escribe estas líneas puede dar fe de aquello, pues estuvo presente allí acompañando a los cofrades de los Panaderos.
Cayó la noche, y comenzaría la procesión de regreso de los distintos pasos o tronos a los lugares en los que fueron acogidos para aquel acontecimiento. La Virgen de Regla fue la primera en salir. El elevado calor provocaba que la candelería resistiese a duras penas, aunque logró aguantar hasta el final, apareciendo en todos sus cirios, por cierto, los nombres de todas las titulares marianas de hermandades penitenciales y letíficas de Sevilla. Tampoco faltó el cirio en honor a los donantes de órganos con el lema “Lágrimas de vida”, que iba a lucir en la Madrugá de ese año 2011 la Virgen de las Angustias de los Gitanos y que no pudo salir por las precipitaciones en aquella lluviosa Semana Santa, siendo portado finalmente por la Reina de la calle Orfila en Madrid. Por Alcalá llegó a la Puerta del Sol con los sones de la Banda de Música de Dos Hermanas “Santa Ana”. En este emblemático punto finalizaba el recorrido común de las cofradías participantes. Sonó la marcha de la Salve a Nuestra Señora de la Salud de la Hermandad de San Gonzalo, corporación del entonces delegado del Miércoles Santo en el Consejo General de Hermandades y Cofradías, Mateo Domingo González Gago, que no faltó a la cita, como tampoco lo hicieron otros miembros de aquella junta superior: el presidente Adolfo Arenas, el recordado secretario Manolo Nieto, el tesorero Tomás Vega, la delegada de hermandades sacramentales Maruja Vilches y el del Jueves Santo José Carretero, hoy secretario de este organismo. Obviamente también estuvo la delegada de Glorias Esther Ortego, pero ella acudió como camarera de la Virgen. Avanzaba la madrugada, apretaba el calor en mitad de la noche, y la cofradía se adentraba por las calles Arenal, Plaza del Celenque, Maestro Victoria, Rompelanzas, Carmen y Salud, culminándose este sueño en torno a las dos y media de la mañana.
Antes de lo previsto, el sábado 20 por la tarde, María Santísima de Regla aparecía en devoto besamano ante su paso de palio, ubicado junto al presbiterio del templo hacia la nave de la epístola, y durante todo el domingo 21, Madrid se despidió de Ella, celebrándose una misa de acción de gracias aquella jornada por la tarde, presidiéndola el propio párroco del Carmen, Adolfo Lafuente Guantes, ya jubilado desde diciembre de 2020, y que en 2012 acudió a Sevilla para predicar los cultos septembrinos de la Madre del Señor del Soberano Poder.