¿Quién dijo miedo?

Las hermandades atendieron a los partes meteorológicos de la Aemet, aguardaron hasta una hora para salir y aligeraron el paso para estrenar la Semana Santa

26 mar 2018 / 07:00 h - Actualizado: 26 mar 2018 / 08:36 h.
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  • El misterio de Jesús Despojado pasando por la Campana. / Diego Arenas
    El misterio de Jesús Despojado pasando por la Campana. / Diego Arenas
  • ¿Quién dijo miedo?
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  • Nazarenos de San Roque durante la estación de penitencia. / Teresa Roca
    Nazarenos de San Roque durante la estación de penitencia. / Teresa Roca
  • La Virgen de la Amargura. / Manuel Gómez
    La Virgen de la Amargura. / Manuel Gómez

Carlota había puesto como primer regalo en su carta a los Reyes Magos pedir la venia de su hermandad, el Amor, en la Campana. Y Sus Majestades los Reyes se encargaron ayer de que ella cumpliera su deseo. Las previsiones meteorológicas auguraban lo peor, pero la jornada fue abriendo y, pese a los retrasos en las salidas de las primeras hermandades de la jornada, el Domingo de Ramos transcurrió con el esplendor que se le supone.

La detención de Puigdemont en Alemania quedó en segundo o tercer plano en Sevilla –sólo como protagonista de memes cofradieros–. Lo único que importaba ayer era qué hermandades salían o cuáles habían pedido retraso. La situación en Cataluña sólo se recordó en la dedicatoria de alguna levantá por la unidad de España, precisamente en el interior de la parroquia de San Sebastián, ante el palio de la Virgen de la Paz, la primera cofradía en salir, pese a pedir una hora de retraso.


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Sí, pese a la mañana gris y lluviosa, el cambio horario que restó una hora al sueño, el repique lacónico de la Giralda, las procesiones de palmas bajo la lluvia o en el interior de los templos, el Domingo de Ramos se estrenó en el Porvenir. La junta de gobierno pidió una demora de media hora y, concluida esta, una segunda media hora. A las 14 horas, cuando había escampado definitivamente, se abrieron los cerrojos del portón lateral del templo. Ya no aguardaba Alex Ortiz en el balcón de la casa hermandad para cantarle la tradicional saeta porque la cofradía tenía prisa: tenía que estar a su hora en la Campana y acortaría el recorrido, renunciando al Postigo y optando por recorrer parte de la zona vallada de la Avenida de la Constitución, tomar por García de Vinuesa y alcanzar la Plaza Nueva por la calle Fernández y González –recorrido por el que ya pasaba hace 25 años–. El Señor de la Victoria, con la túnica burdeos bordada y mantolín azul, en su paso exornado por lirios cruzó el parque, expresamente abierto para su cortejo tanto a la ida como a la vuelta –el Cecop lo había cerrado por seguridad ante las rachas de viento–, casi como una exhalación. Antes de salir, Ernesto Sanguino, el capataz, quiso recordar al costalero que falleció el pasado jueves en un accidente de tráfico, y a Manuel Santiago, el capataz que creó esta cuadrilla conocida como los Legionarios del Porvenir.

Mientras tanto se preparaba Jesús Despojado. También en Molviedro se pidió media hora de demora y se decidió cambiar el recorrido de acceso a la Carrera Oficial con la intención de facilitar la llegada de La Paz. Así, la cofradía del antiguo Compás de la Laguna tomó por O’Donnell hasta la Campana, en lugar de por Rioja y Velázquez. Y casi que ambos cortejos llegaron.

Y es que Carlota Laguillo Prieto, con solo 11 años, cumplió su cometido, y su deseo, pero con cierto retraso, porque también el cortejo de los niños de la Borriquita pospuso unos minutos su salida para asegurarse que pasaba de largo la lluvia débil que empezó a caer en la plaza del Salvador a la hora que la cruz de guía debía pisar la rampa. Azahar perfumaba, de forma excepcional, el paso de la Sagrada Entrada a Jerusalén, en este año en que la Archicofradía del Amor celebra el 400 aniversario de su fusión, cuando coincidieron en el templo de Los Terceros.

Precisamente desde este templo, pese a las obras que tiene exiliada durante el curso a la hermandad en la parroquia de San Román, llegó el cortejo de la Sagrada Cena. Esta hermandad salió a su hora pero acortó su recorrido por Alhóndiga y Almirante Apodaca, en lugar de pasar por Gerona y Doña María Coronel. Iluminado por los faroles en las cuatro esquinas, con un llamativo banquete para la Última Cena sobre la mesa, una jarra y palangana de barro dispuesta, con un mantón a forma de toalla, para el lavatorio de los pies, el Señor llevaba este año las manos originales que le hizo su autor, el imaginero Sebastián Santos. La voces de la Escolanía de María Auxiliadora, como ya es tradicional, acompañaban al paso del Señor de la Humildad y Paciencia, que no defraudó con su exorno floral, de carácter asilvestrado compuesto por: iris morado, delphinium anigozanthus, tulipán, freesias gloriosas, rosas minis, eringyum, cardos, maranta, esparraguras meyer, tagarninas seca y orquídea vanda. Con el palio exornado con unos clásicos claveles rosas, la Virgen del Subterráneo llegó a la Campana con los sones de Soleá dame la mano, composición de Font de Anta que este año cumple un siglo.

La Hiniesta pidió también media hora de demora para su salida. Pasada la llovizna, la cofradía se puso en la calle. La conjunción de la interpretación de Alma de Dios por parte de la Agrupación de María Magdalena de Azahar y la cuadrilla que manda Ramón Ariza regaló uno de los momentos más exquisitos ayer en la Campana. Detrás, la Virgen de la Hiniesta, que llevaba prendida en su saya la Medalla al Mérito en el Trabajo de Castillo Lastrucci, su autor, con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento, conquistó con su elegancia al público de la Campana, donde, ya llegando a Sierpes, recibió una petalada de sus jóvenes. En la antepresidencia, el alcalde, Juan Espadas; el concejal de Movilidad, Seguridad y Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera; los concejales del PP, Beltrán Pérez y Amidea Navarro, y Javier Millán, de Ciudadanos, conformaban la representación municipal en este cortejo, ya que la Hiniesta Gloriosa es la patrona de la corporación municipal.

Menos público

En este punto, la jornada ya acumulaba los 42 minutos de retraso con los que se cerró. San Roque, que había salido a su hora, colocó a sus nazarenos de tres en tres, pidió la venia a las 20.23 horas, cuando estaba prevista a las 19.43 horas. Con túnica lisa y su hermano Marcelino Manzano, delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, en la presidencia con una vara, el Señor de las Penas hizo su estación de penitencia. La Virgen de Gracia y Amparo recordó a los donantes de órganos con un cirio en su candelería que rezaba Luz de esperanza, como en tantos otros palios esta Semana Santo.

Y entonces La Estrella pudo avanzar. La cofradía trianera, que salió sin alteración, bajo el sol, llegó a la Campana con cierta antelación pero sin tener en cuenta el retraso acumulado. Ante su cruz de guía pasaron los cortejos completos de La Hiniesta y de San Roque. Los nazarenos, colocados también de tres en tres, avanzaron rápido, pero un cortejo tan largo que, por más esfuerzos que hicieron, no lograron recortar el tiempo. Un tiempo que, al llegar el Señor de las Penas –antecedido por los nuevos ciriales de Ramón León con miniaturas de Encarnación Hurtado–, con el paso exornado por lirios morados, se detuvo: la entrada del paso portado por los «seises de Triana», «paridos y educados para ser los pies del Señor y entregarlo por un día a Sevilla», según les arengaba su capataz, Manuel Vizcaya, en la salida, encadenó marchas como Réquiem o Silencio Blanco al inicio de la Carrera Oficial. Para entonces, pese al cambio horario, ya se había hecho de noche, y el frío desanimaba al público, que se movió con mayor facilidad por las calles, quizás bajo de moral por la inestabilidad de la jornada o por los sucesos de la Madrugá del año pasado. Eso sí, no se notó en el puente de Triana, que por primera vez pisó una mujer como fiscal de cruz de guía, María Dolores Álvarez Escamilla. El puente sí estaba abarrotado de sevillanos. Más de 2.000 nazarenos después, la Virgen de la Estrella arrebató al público con su elegancia. Bajo el palio de Garduño, que estrenó con motivo de su coronación canónica, guiada por la voz de Pepe Luna, en el palquillo de la Campana recordó a Pepe Garduño, su vestidor, que el pasado diciembre falleció. Con Estrella sublime, la Salve marinera y Virgen de la Victoria, la dolorosa de San Jacinto se adentró en Sierpes.

La Amargura retrasó su salida 20 minutos; el Amor lo hizo 40 minutos, para ajustarse al retraso acumulado y no sufrir parones en la calle. Además, para la salida del Amor, el Ayuntamiento tenía previsto el estreno del nuevo sistema de iluminación que se ajusta a las necesidades. Así, las luces se atenuaron a un 10 por ciento durante el paso del cortejo, equiparable a la luz que había en la ciudad «con los candiles del siglo XVIII», pero que, en caso de emergencia, puede elevarse a luz blanca, lo que evita que se apague el alumbrado para las hermandades de silencio como se hacía hasta ahora.

Silencio blanco y Amarguras, un clásico para acompañar musicalmente a los titulares de la hermandad de San Juan de la Palma en su paso por la Campana. Una delicia sin más. Detrás el cortejo sin cruz de guía y de negro que viene de El Salvador. Ese cortejo que abrió, a primeras horas de la tarde, Carlota Laguillo, con túnica y antifaz blanco, portando una palma rizada que dejó sobre la mesa del palquillo, en el que estuvo, a lo largo de la tarde, el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, y que terminará ya siendo Lunes Santo. Los Reyes Magos no fallan.