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Rocío, el «hospital» que sana las heridas

Las dificultades del camino y el Año de la Misericordia centran los mensajes de la misa pontifical de la Romería del Rocío

15 may 2016 / 16:53 h - Actualizado: 15 may 2016 / 18:00 h.
"Rocío","El Rocío 2016"
  • Aspecto del altar de Simpecados desde el que se ofició la misa pontifical en el Rocío. / Manuel Gómez
    Aspecto del altar de Simpecados desde el que se ofició la misa pontifical en el Rocío. / Manuel Gómez

La penalidades que han padecido en carne propia los peregrinos rocieros y las insólitas dificultades que han debido sortear todas las hermandades filiales en su camino hacia la aldea almonteña han sobrevolado por el Real del Rocío durante la celebración de la solemne misa pontifical de Pentecostés, acto central de la jornada de este domingo en la romería. En una mañana esplendorosa, en la que el sol ha caído de pleno sobre la aldea marismeña, el obispo de Huelva, José Vilaplana, ha iniciado su homilía dando gracias a Dios por el testimonio ejemplar de devoción mariana de tantos rocieros, después de unas jornadas marcadas por las intensas lluvias, y por la admirable y eficaz coordinación de las administraciones en este atípico Rocío que sin duda quedará para la historia. «Las dificultades del camino han puesto de relieve dos aspectos importantes por los que debemos dar gracias a Dios: vuestro amor y devoción a la Virgen María, que no ha encontrado freno por las adversidades meteorológicas, y la coordinación y el esfuerzo de las instituciones que han buscado rutas alternativas para garantizar vuestra seguridad como peregrinos».

Ante una numerosa asamblea de fieles, poblada de trajes de corto y batas rocieras, Vilaplana, que presidió el pontifical junto al obispo de Jerez de la Frontera, José Mazuelos, y los capellanes de las hermandades filiales, instó a los rocieros en este Año de la Misericordia convocado por el Papa Francisco a «descubrir una dimensión importante en la experiencia del autentico Rocío», la de los confesionarios de la ermita. «Muchos de los hijos de la Virgen María, impulsados por tan buena Madre, se acercan al manantial de la misericordia en el sacramento de la penitencia, tanto en el transcurso de la peregrinación como en los días vividos aquí junto a Ella». «El santuario de la Virgen del Rocío, Madre de Misericordia, se convierte así en oasis de paz y en hospital de campaña, expresión del Papa Francisco, en el que las heridas quedan curadas, los errores superados y los pecados perdonados».

En medio de un imponente clima de recogimiento y silencio, los trinos de los pájaros ponen fondo sonoro a las palabras del prelado de Huelva, que animó a los presentes a «ser testigos y portadores de la misericordia en medio de nuestro mundo». «La misericordia nos permite mirar a todas las personas reconociendo su dignidad y tomándonos en serio todas las situaciones de debilidad y vulnerabilidad», indicó, al tiempo que señaló a la corrupción como uno de los lastres de la sociedad. «El reconocimiento de la dignidad de toda persona y el trabajo por buscar el bien de todos nos impedirá caer en la tentación y superar los lastres que enturbian nuestra sociedad: la corrupción, la explotación de los débiles y la violencia en cualquiera de sus formas, física o verbal. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, nos dice el Papa, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio». En este sentido, prosiguió, «nuestra Madre, la Virgen del Rocío, refleja siempre esa llamada o vocación a la santidad que debemos vivir todos sus hijos bajo el impulso del Espíritu Santo en el ejercicio de las obras de misericordia corporales y espirituales».

El obispo de Huelva también hizo referencia, por último, a la vivencia del Rocío en el seno de la familia. «El Rocío es también una experiencia de la alegría vivida en el ámbito familiar, en el que generación tras generación, se transmite la fe cristiana y el amor y devoción a Nuestra Madre, la Virgen del Rocío. Que Ella proteja nuestras familias para que reciban el rocío del Espíritu Santo, el espíritu del amor, del consuelo y de la alegría».

Los cánticos del coro de la hermandad del Rocío de la Macarena amenizaron una ceremonia celebrada, como es tradicional, a cielo abierto a los pies del monumento a la coronación de la Virgen del Rocío, un escenario natural enmarcado por seis esbeltas palmeras y al que sirvió como improvisado altar el colorista retablo conformado por los Simpecados de las 117 hermandades filiales, a los que este año se ha incorporado el de la hermandad de Valencina de la Concepción. Durante la eucaristía en la solemnidad de Pentecostés, con la que culminan las fiestas de la Pascua, los hermanos mayores y presidentes de las filiales ratificaron la protestación de fe, proclamada por el secretario de la Matriz de Almonte, Santiago Padilla.

Tras dos horas de celebración, los emocionados vivas del hermano mayor de Almonte, Alfonso Bejarano, rubricaban al filo de las doce del mediodía el epílogo de una ceremonia en la que no faltaron como canto de despedida las legendarias sevillanas de la coronación, compuestas por el canónigo de la Catedral de Sevilla y preclaro hinojero Muñoz y Pabón, acontecimiento del que en 2019 se cumplirá su centenario.

Precedidos por los sones del grupo de tamborileros de la Matriz, los Simpecados de las filiales retornaban entonces a sus casas de hermandad en espera de su participación en el Santo Rosario y del momento culmen de la Romería, la visita de la Patrona de Almonte, ya de madrugada durante su procesión del lunes.

EL CORO DE LA MACARENA PONE MÚSICA A LA EUCARISTÍA

Los cánticos del coro de la Macarena solemnizaron la misa de pontifical. Además de por guitarras y panderetas, las voces de los romeros macarenos estuvieron acompañadas por un clarinete, dos violines y un violonchelo, instrumentos que aportaron nuevos y diferentes matices a composiciones tan clásicas como la Salve rociera de Manuel Pareja Obregón.