Sentido común

La solicitud de La Milagrosa suscita el debate sobre los límites de la permisividad

29 jun 2017 / 15:11 h - Actualizado: 29 jun 2017 / 15:13 h.
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A veces, el descaro de un novato puede sobrepasar el límite. Entiéndase bien. La hermandad de la Milagrosa ha cruzado la línea de la prudencia y se ha lanzado al inmenso vacío de las críticas. La apuesta de la joven hermandad ha sido arriesgada. La última en llegar a las vísperas quiere llegar las primera, y está pagando la novatada.

La corporación del Sábado de Pasión ha operado correctamente, elaborado la solicitud tal como mandan los cánones, y planificando a fondo las distintas posibilidades. El derecho a pedir lo tienen, y lo han ejercido. Pero la respuesta estaba asegurada. Cuando uno arriesga, debe estar preparado para las reacciones.

No paran de sucederse los comentarios. Asombro y, como era previsible, rechazo. Según el propio hermano mayor, estaban preparados. La noticia resulta impactante, cuanto menos. Se antoja una decisión tremendamente osada. Lo cierto es que resulta difícil visualizar a una hermandad de penitencia cuya experiencia es de dos años, abriendo la Carrera Oficial por la que más tarde pasará toda la nómina de cofradías. Podríamos decir que nos habla el sentido común, ese que a veces es tan difícil de explicar con papeles por delante.

La coherencia nos dice que no todo cabe en la semana grande. La proliferación de participantes es una gran virtud pero puede convertirse en un serio problema si no existe control alguno. Las riendas las lleva el Consejo de Cofradías, que debe aplicar justamente la vara de medir, y debe tomar decisiones tajantes para que el asunto no se vaya de las manos. La misma valentía de la que ha hecho gala la más joven de las hermandades de vísperas, debe imperar en la toma de decisiones del Consejo.

Si La Milagrosa cumple los requisitos de la normativa, ¿cuál es el argumento? ¿Por qué no puede la guardia judía abrir el cortejo de hermandades de la Semana Santa de Sevilla? Que responda el sentido común.

La antigüedad debe ser un aliado, la experiencia, un rango. Para solidificar los cimientos de una celebración que recibe tantos palos –la mayoría desde dentro–, hace falta poner orden. De lo contrario, nada está asegurado, todo es posible y la tradición pierde su significado. Eso sí, en el barómetro de rangos, a mayor nivel, mayor responsabilidad. Los expertos deben dar ejemplo, y los pequeños tener más cuidado.

Quizás se acerque el momento de reconducir la situación y replantear las normas. La solución a los evidentes problemas por los que pasa nuestra fiesta mayor, pasa por la rigurosidad y la mano firme. Puede que haya llegado la hora de establecer unos límites razonables, para que el crecimiento sea, en todo caso, progresivo, y nunca brusco y desmedido. Por el momento, los planes de cambio se orientan hacia el recorrido de la carrera oficial. Se mira muy de cerca la calle Sierpes, se estudian los horarios y la cantidad de público. El número de procesiones también es un asunto inmediato.

Da la sensación de que algo va a cambiar muy pronto y ante esta situación, hay quien quiere subirse al carro a tiempo, puede que demasiado rápido. En esta tesitura, ¿cuál es el filtro? Seamos serios, no todo vale.