Cofradías

Yo inventé la corneta

“Tu opinión desaparecerá como lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir”

02 mar 2023 / 06:19 h - Actualizado: 02 mar 2023 / 06:19 h.
"Cofradías","Cuaresma 2023"
  • Yo inventé la corneta

No es que me considere muy viejo, pero sí es verdad que esto de la Semana Santa ha cambiado mucho, sobre todo desde el afloramiento de las redes sociales.

En mis tiempos, los jartibles nos concentrábamos en las tertulias cofrades (bares de toda la vida con incienso y carteles de Semana Santa) que fueron muy populares en los 90.

En pleno noviembre podías consumir tu dosis necesaria de incienso por nariz y lagrimales, así como disfrutar de los vídeos de la campana, de esos que El Correo de Andalucía publicaba todos los años y que hacían la delicia de los cofrades cansinos allí presentes.

La copa de balón no había llegado, así que el cubata te lo tomabas en vaso de tubo; envase altamente recomendado (y certificado con normas ISO) para las tertulias cofrades acaloradas, pues por muy pejiguera que te pusieras y por muchos ademanes que realizaras defendiendo el manto liso o bordado, con potencias o sin ellas, o la clásica pelea entre cornetas y agrupaciones, el líquido elemento no rebosaba.

Aquellas tertulias eran dignas de estudio, y se escuchaba cada barbaridad que solo se podía solucionar con la frase comodín; “jefe, ponme otra, anda”. Pero la suerte es que el cuñado maniguetero se veía venir de lejos como San Gonzalo por Reyes Católicos. Su emplazamiento habitual era la esquina de la barra, cerca de la máquina de tabaco y debajo de la televisión, porque él no iba a ver ningún vídeo ni a escuchar marchas; él nos regalaba su presencia para sentar cátedra de lo que creía saber, pero que todos ignorábamos delicadamente con una media sonrisa y mirando a la pantalla exclamando, “mira, ya está la canina en Campana”.

En esos años vivía, como se titula la internacional pieza de Paco de Lucía, entre dos aguas.

Mis amigos de conservatorio, al escucharme hablar de música de bandas me miraban como el meme del chico que levanta la ceja; con cara de querer decir “¿pero eso es música?” Y es que, en esos años, se podían contar con los dedos de una mano los músicos de cornetas y tambores o agrupaciones musicales que se encontraban estudiando en conservatorio.

Por otro lado, en la banda, de esa cuyo nombre ya ni me acuerdo, uno de la dirección me apodó “el niño del sistema inglés” porque con 16 años ya les intentaba advertir que la blanca con puntillo la hacían más corta de lo que debería, y como si ese vaso de tubo se extendiera por la falange de sus dedos y de la boca surgiera mágicamente un palillo de dientes, me espetaba con altiva contundencia la típica frase de “aquí se ha hecho así toa la vía; va a vení tú a desihno cómo se tiene que tocá esto, ¡ome! (.sic)”.

Y es que, en la música cofrade, lo que nos falta es un sistema de galones o emblemas, como los sellitos de la Expo´92, para ver quién es el que más sabe y más entiende, sobre todo ahora, en la era del Tik-Tok.

Por desgracia, empezamos a ver cómo esos cuñados muñidores brotan del suelo como los papeles de caramelos al paso de la Borriquita, pero la diferencia es que ahora no le escucha solo su colega y el pobre del camarero; ahora su voz se expande a todo cofrade existente en la faz de la Tierra, pues los algoritmos perversos y opresores de las redes sociales te hacen recibir sus panfletadas aún sin tener ninguna conexión con esa persona, pues simple y llanamente os une una pasión; la Semana Santa.

En el mundo de la música bandística, las redes sociales han conseguido que esté género artístico se expanda hasta límites insospechados, algo realmente positivo y enriquecedor, pues éramos muchos más de los que creíamos y estábamos mejor formados de lo que pensábamos. Pero, a la vez, la democratización de la opinión, concepto difuso y un tanto casposo de la actual cultura social predominante, ha permitido que gente sin criterio, y con intereses personales y profesionales, impacten en la opinión pública, poder que hasta hace unos años solo se lo podían permitir los medios de comunicación.

Personas que confunden el criterio artístico con el gusto personal y no saben discernir entre ambos, porque muchas veces apenas tienen formación (ya no musical) sino básica, y la historia nos ha demostrado hacia dónde van las sociedades analfabetas, aquellas que parece que los altos poderes necesitan para sus propios intereses, y en el mundo de las bandas no es menos.

Qué sano sería empezar a inculcar los valores de la autocrítica; de la alabanza de la excelencia, aun cuando no sea de nuestro bando o no se entienda, pero se percibe.

De la crítica medida y reposada, respirando profundamente y meditándola antes de arrepentirnos de ella. Dando tiempo a las cosas, porque está bien cambiar de opinión o de gusto. La peor de las esclavitudes es la que nos imponemos con nuestras propias palabras. El “esto es así”, en la música, nunca fue.

Porque el único capaz de sentenciar qué es o no excelente; ese, es el tiempo, por lo que todos los esfuerzos que se inviertan en adoctrinar una opinión sobre el resto, ésta desaparecerá como lágrimas en la lluvia. Llegó la hora de morir, diría el replicante aniquilador de los cuñados del pelotazo, tras impedir que uno de estos asegure que él inventó la corneta.