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Rutas con encanto: de Sevilla a la Cuenca Minera de Riotinto

La huella de la Revolución Industrial quedó impresa en la corteza terrestre de la Comarca Minera de Riotinto que hoy brinda al visitante una experiencia parecida a la de viajar en el tiempo

Mario Garcés mgarces83 /
24 ago 2020 / 09:53 h - Actualizado: 24 ago 2020 / 09:59 h.
"Motor"
  • El barrio inglés de Bellavista, en Minas de Riotinto, con su arquitectura victoriana del siglo XIX
    El barrio inglés de Bellavista, en Minas de Riotinto, con su arquitectura victoriana del siglo XIX

No por estar cerca de Sevilla, apenas a una hora de camino, es menos desconocida la Cuenca Minera de Riotinto para muchos sevillanos. Hay quien, viviendo a tan poca distancia, tan solo ha oído hablar de la zona y nunca ha paseado por algunos de los curiosos y exóticos rincones que esconde. Una semblanza rápida del lugar tal vez sirva para crearle el suficiente interés al lector en esta primera entrega de Rutas con encanto, que prepararé periódicamente para sugerirles escapadas con las que ponerse a los mandos de su coche o de su moto y alejarse a pasar el día o, por ejemplo, el fin de semana.

Lo que ver por el camino

Para llegar a Minas de Riotinto desde Sevilla hay que tomar la A-66, la Ruta de la Plata, aunque yo aconsejo optar, preferiblemente, por seguir la antigua alternativa, la N-630 (la carretera que va paralela a la autovía), que pasa por Santiponce y atraviesa las poblaciones que hay en el camino hasta llegar a la Venta del Alto donde, unos cientos de metros antes, hay que tomar el primer desvío del camino para seguir por la N-433. Antes de llegar a Las Pajanosas está el merendero El Esparragal, a la sombra de los eucaliptos. Es la mejor forma de disfrutar visualmente del manto que cubre el paisaje y que, según la época, torna de verde a dorado, extendiéndose desde los márgenes del asfalto hasta el horizonte.

Para entonces ya hace un rato que el perfil de la capital se dibuja en la lejanía. Bajo y llano. Roto solamente por la inmensa fealdad de Torre Sevilla. Los campos sembrados van dejando paulatinamente paso al monte bajo de la dehesa. Al ganado bravo en las veredas. A las encinas y alcornoques y a las fincas con solera y mayoral. Aconsejo hacer una parada en el camino para hacer una foto en el viejo puente que hay a la entrada de la Hacienda La Concepción. Desde ahí sólo quedan cinco minutos para pasar por Arroyo de la Plata y, si no han desayunado, háganlo en Casa Juanito. Pídanle una tostada con aceite y jamón. O una tapa de caldereta de venao si ya es mediodía. Es fácil localizar a Juanito porque es el alma del bar tras la barra.

El paisaje minero

Pasado Arroyo de la Plata, a unos diez minutos en dirección Aracena, hay que tomar un desvío para continuar por la A-476. A la izquierda de la carretera queda, en lo alto del monte, El Castillo de las Guardas. Dejo a elección del lector la opción de subir al pueblo, pero las vistas desde la iglesia y desde el mirador del castillo bien merecen detenerse un rato. Ya sólo quedan unos 25 kilómetros para llegar a Minas de Riotinto y el paisaje vuelve a cambiar. Las paredes cobrizas de los desmontes por los que transita la carretera preparan al viajero para el impacto visual que supone llegar a la Comarca Minera. De repente, tras coronar un leve repecho a la altura de Nerva, la mina aparece como una herida abierta en mitad de la tierra frente a los visitantes.

El primer punto de interés en la Comarca es el ferrocarril turístico. La estación está a la izquierda de la carretera, pasado el último desvío de Nerva, antes de llegar a Riotinto. No se lo pierdan. Es un disfrute recorrer los 22 kilómetros de vías del antiguo trazado que desembocaba en el muelle de Riotinto, en Huelva, adonde iban a descargar los vagones cargados de mineral para ser embarcado. Si van el primer domingo de cada mes, entre noviembre y abril, pueden hacer el recorrido acompañados del silbido de la locomotora de vapor.

Sin salir de Nerva aún, es parada obligatoria y algo recóndita la mina de Peña del Hierro. Allí está uno de los antiguos malacates que se conservan restaurados en la comarca. Lo ideal es hacer la visita a pie, que comienza atravesando un antiguo túnel de la mina y da paso a un recorrido circular a través de un bancal inundado de la corta. Las visitas guiadas se pueden contratar en el museo o a través de la web. Sigan luego en coche hasta Minas de Riotinto, a cinco minutos.

Rutas con encanto: de Sevilla a la Cuenca Minera de Riotinto
Zarandas, entre Minas de Riotinto y Nerva

Las huellas de la Revolución Industrial

Desde la misma zona del ferrocarril se puede acceder en coche a Zarandas. La carretera está muy deteriorada pero las vistas son espectaculares, con los escombros de las antiguas instalaciones de tratamiento del mineral.

Para todo esto ya la mañana ha pasado y, si es hora de comer, pueden hacerlo en alguno de los restaurantes de Riotinto, como La Fábrica, Galán o Época. En el pueblo en sí hay relativamente poco que ver, pero está el Museo Minero, excelente para conocer la historia de la zona y para ver el Vagón del Maharajá, un lujoso vagón de ferrocarril construido en Inglaterra que fue traído para una visita de Alfonso XIII.

A la salida del pueblo, justo frente al cuartel de la Guardia Civil, está el antiguo barrio victoriano de Bellavista. El que fuera hogar de la jefatura técnica de la Mina desde finales del siglo XIX es un excelente lugar para pasear al atardecer, después de ver el museo. En el barrio, entretienen a la vista las casas con su particular arquitectura y, si está abierta al público, se puede conocer la Casa 21 para ver el interior de una de ellas. Son igual de curiosos los dichos que aún conservan los lugareños, mezcla de español y de un inglés chapurreado que quedó en el acervo particular de la región. Es difícil imaginar que en mitad de la Sierra de Huelva exista una iglesia presbiteriana, un club inglés y que aquella fuese la cuna del fúbtol en España, del tenis y del golf.

Desde el Bellavista, preguntando a alguien de la zona, se puede pasear por un sendero del bosque (donde antiguamente se podía visitar el cementerio anglicano, que ahora está cerrado para evitar bandalismo y será reabierto en el futuro, tras su restauración) hasta la Corta Atalaya. Su espectacular paisaje, junto con el del mirador de Cerro Colorado, es un excelente colofón a una jornada de visita por una de las zonas de Andalucía donde más patente queda la huella de la Revolución Industrial.