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Actualizado: 07 sep 2021 / 13:10 h.
  • «Alice»: La realidad es todo

La realidad no se limita a lo que se puede tocar, a lo material. Al contrario, esa realidad queda desfigurada si no entendemos que la imaginación, los sueños, las creencias o la magia, forman parte de esa realidad en la que nos desenvolvemos como buenamente podemos. Somos el conjunto de lo material y lo espiritual que nos toca vivir. Y encontrarse por el camino a uno mismo solo puede ocurrir si transitamos las sendas que contienen una cosa y otra.

«Alice» (1990) es la vigésima película de Allen. Es deliciosa y nunca se le ha dado la importancia que realmente tiene. Técnicamente está resuelta de forma admirable, el guion encierra sorpresas que resultan entrañables, y el conjunto funciona de maravilla.

Alice es la personaje principal. Y es que Woody Allen hace una lectura de la obra de Lewis Carroll «Alicia en el país de las maravillas» («Alice’s Adventures in Wonderland»,1865) que remata con otra de la película de Federico Fellini «Julieta de los espíritus» («Giulietta degli spiriti», 1965). La película trata de narrar lo que supone recorrer el camino que nos lleva hasta nosotros mismos y cómo eso solo puede conseguirse si somos capaces de colocarnos al otro lado del espejo. De hecho, Allen aprieta las tuercas de modo que, en algún momento, nos invita a estar a ese lado porque es en el único en el que podemos encontrarnos a gusto.

«Alice»: La realidad es todo

La película rezuma nostalgia, cierta tristeza por el adocenamiento en el que vive el personaje principal. Allen rodó la película durante días nublados, con una luz capaz de encontrar matices y tonos melancólicos que acompañan a Alice durante todo el relato. La fotografía de Carlo di Palma potencia todo lo que busca Allen en cada encuadre. Los claroscuros son especialmente bellos y expresivos.

«Alice»: La realidad es todo

Mia Farrow, que encarna al personaje principal, se encontró con un papel escrito a su medida y está francamente bien. Nos arrastra hasta las conversaciones con los muertos amados, hasta los recuerdos de su niñez, nos deja sentir lo que supone la invisibilidad, la falta de prejuicios frente a los sueños y a la imaginación. William Hurt, Alec Baldwin, Caroline Aaron, Blythe Danner, Judy Davis, Joe Mantegna, Bernadette Peters, Cybill Shepherd, Patrick O'Neal, Lisa Marie, completan un reparto muy bien dirigido en el que todos cumplen con su misión.

La película habla de esa búsqueda de uno mismo aunque, al mismo tiempo, de la irrelevancia de la vida para muchos, de la indolencia con la que se enfrentan algunos a la realidad, de esos problemas del primer mundo que dan risa, de la religión católica como generadora de culpa. Los problemas de pareja, desde luego, están presentes como en todo el cine de Allen. El sarcasmo de Allen con el consumismo es, también, demoledor.

La banda sonora se compone de varias partituras que, en principio, no deberían casar del todo bien y que, sin embargo, suena muy bien. «La cumparsita», un tango de Matos Rodríguez; «Caravan» de Duke Ellington (saxo bajo y percusión); «Limehouse Blues» de Philip Braham; y la enorme “Mark The Knife” de Bertold Brecht y Kurt Weill, entre otras piezas. Se añade un corte del «Concierto nº 1 para violín y orquesta» de J. S. Bach.

«Alice» es una de las grandes olvidadas de la filmografía de Woody Allen. Una segunda oportunidad es necesaria para saborear la propuesta. Echar un vistazo por primera vez, un privilegio.

«Alice»: La realidad es todo