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Actualizado: 03 jun 2023 / 15:47 h.
  • Benito Olmo. / Fotografía de Josele Bort
    Benito Olmo. / Fotografía de Josele Bort

Nacido en Cádiz en 1980, Benito Olmo es autor de varias novelas, entre las que destacan La maniobra de la tortuga, que ha sido adaptada al cine recientemente de la mano de Juan Miguel del Castillo, y El Gran Rojo, obra galardonada con el Premio Novelpol a la mejor novela negra publicada en 2021. También ha publicado La tragedia del girasol y las audioseries Desajuste de cuentas y Wonderland. Ha sido finalista del Premio Cartagena Negra 2019, del III Premio Santa Cruz, del I Premio Aragón Negro y del Tormo Negro Masfarné, entre otros. Ha vivido en Frankfurt am Main y actualmente reside en Madrid, donde compagina la escritura con varios proyectos audiovisuales.

En Los Días Felices (AdN), su nueva novela, el escritor gaditano, considerado uno de los grandes autores de novela negra de nuestro país, pone el foco en el negocio de las peleas clandestinas y en las redes de explotación de mendigos, y lo hace de un modo tan rotundo como original. La obra se presenta este lunes 5 de junio, a las 19.30 horas, en el Centro de Investigación y Recursos de las Artes Escénicas de Andalucía (c/ Santa Lucía 10). En dicho acto, con entrada libre hasta completar aforo, Benito Olmo estará acompañado de otro autor del género, el sevillano Juan Ramón Biedma.

Los lectores pueden escoger el orden en el que leen los capítulos de Los Días Felices, ¿qué cambia hacerlo de una u otra manera?

Se trata de un pequeño experimento, un desafío que propongo a los lectores. Los Días Felices puede leerse de la manera tradicional, esto es, desde la primera página hasta la última, pero también puede leerse según un orden alternativo que propongo al comienzo de la novela. Si bien la historia es la misma, la percepción del lector cambia de forma sustancial con esta lectura alternativa, al tener constancia de ciertos hechos y consecuencias de la trama. Eso hace que la lectura sea algo más profunda y permite que los lectores reaccionen de forma diferente ante ciertos acontecimientos. Me he divertido mucho con este experimento y los lectores se lo están pasando en grande con este desafío.

¿Cómo surge tu interés por el negocio de las peleas clandestinas?

Todo comenzó a raíz de un artículo que leí en 2017, sobre una banda de traficantes de personas que operaba en Terrasa. Estas personas tenían a varios ciudadanos nicaragüenses secuestrados y los obligaban a pelear para ellos en veladas de boxeo clandestino. Los mantenían hacinados en naves, al borde de la desnutrición y bajo la amenaza de hacerles daño en caso de que no cooperasen, a ellos o a sus familias. Me repugnó esta moderna forma de esclavitud y, a poco que investigué, me di cuenta de que no se trataba de un caso aislado, sino una práctica cada vez más habitual en las redes de tráfico de personas. Ese fue el motivo por el que me decidí a escribir Los Días Felices.

La novela negra suele poner el foco en todo eso que permanece oculto a la mayoría y que es como el reverso oscuro de la sociedad. En este caso, hablas sobre los mendigos y especialmente sobre la inseguridad en sus vidas, cómo nadie se preocupa por lo que les pasa, o por si desaparecen.

Y esa es la otra gran pata de Los Días Felices: el tráfico de mendigos. Hay organizaciones que se dedican a traer personas de otros países para luego obligarlas a ejercer la mendicidad. Se trata de un negocio que mueve muchísimo dinero y que no mucha gente conoce.

«Cada nuevo lector es un premio»

Ayla es también un personaje que lo tiene todo en contra. Joven, inmigrante, con un padre a su cargo. ¿Cómo se pone uno en la piel de un personaje así?

Ayla me fascina, porque es una adolescente con mucha más madurez que la mayoría de los adultos que conozco. Me siento muy cómodo con ella y ha sido un gustazo ponerla al frente de la trama, junto con el detective Mascarell.

Sueles documentarte mucho para tus novelas, ¿cómo ha sido en este caso el proceso de documentación sobre el tráfico de mendigos y las peleas clandestinas?

Muy duro, mucho más que en otras novelas, ya que he descubierto cosas que me han puesto los pelos de punta. He hablado con policías y con gente implicada en este tipo de delitos, y es ahí cuando te das cuenta de todo lo que nos queda por mejorar como sociedad. Hay que ser muy desalmado para matar de hambre a dos tipos y obligarlos luego a pelear por un trozo de pan, por ejemplo, o para aprovecharse de los más necesitados y obligarlos a pedir limosna en tu beneficio, con amenazas y castigos si la recaudación resulta insuficiente.

Como ciudad, ¿qué atractivo presenta Frankfurt al escritor? ¿Es una ciudad tan peligrosa como a veces parece en tus novelas?

Es una ciudad peligrosa y muy peculiar. La primera vez que la visite, me fascinó que en pleno distrito financiero, rodeado de rascacielos y boutiques de moda, se encuentren las narcosalas y el barrio rojo, conformando un hábitat en el que conviven los diferentes estratos de la sociedad. En apenas un puñado de calles, los problemas están a la orden del día. Como escritor, no podía dejar escapar un lugar así, así que me trasladé a Frankfurt para escribir El Gran Rojo y Los Días Felices.

¿Cómo ha sido tu relación con el castellano en Alemania? En alguna ocasión has dicho que escribir te servía de refugio y resarcimiento por todas las veces que salías a la calle y te costaba hacerte entender en alemán.

Vivir en otro país y verte obligado a desenvolverte en un idioma que no controlas es complicado. Comprar el pan, instalar internet en casa, hablar con el casero... Cualquier situación, por sencilla que parezca, se convierte en un desafío. Lo peor fue que, cuando apenas llevaba un año en Alemania, llegó la pandemia. Eso hizo que dejase de ir a clases, al gimnasio, a jugar al baloncesto y a hacer todo aquello que me permitía practicar el idioma. Escribir fue mi salvación, una manera de llevarme la ciudad a mi terreno y de convencerme de que estaba en el sitio correcto.

Después de una trayectoria ya consolidada como la tuya, con libros adaptados al cine, premios, presencia habitual en festivales de novela negra... ¿Ha cambiado tu relación con la escritura respecto a la que tenías cuando comenzaste a publicar?

Siempre he sido muy exigente con lo que escribo y eso no ha cambiado. Los lectores son los responsables de que, a día de hoy, pueda dedicarme a lo que me apasiona. Ellos son mi universo. Por lo tanto, les tengo mucho respeto y me esfuerzo mucho en dar lo mejor de mí en cada novela. Da igual que seas capaz de vender un millón de libros: cada nuevo lector es un premio.