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Actualizado: 18 may 2022 / 12:05 h.
  • Mariano F. Urresti.
    Mariano F. Urresti.

La historia del Almirante es un eterno «caso abierto». Casi nada sabemos con certeza sobre él e, incluso, lo que sí es conocido tiene tantas lagunas que resulta difícil realizar afirmaciones sin riesgo. No está claro su origen y tampoco hay consenso sobre el lugar donde reposan sus restos. De ahí que cada nueva publicación dedicada a su figura nos permita acercarnos un poco más a la resolución del enigma. Colón y el mapa templario (Almuzara), el nuevo libro del historiador y divulgador cántabro Mariano F. Urresti, resulta fundamental en dicha búsqueda, pues además de adentrarse en aspectos tan controvertidos como el lugar donde nació Colón, aborda cuestiones poco exploradas como la relación con su familia, las figuras de alto rango a las que pudo tener acceso y el marco histórico que posibilitó el Descubrimiento de América. Y todo ello sustentado sobre una enorme documentación a la que el lector, por primera vez, puede acceder de manera ágil gracias a su depurado estilo. Hablamos con el autor sobre algunas de las claves del libro.

Durante siglos hemos asistido a innumerables debates sobre el origen de Cristóbal Colón. Pese a que el misterio aún continúa abierto, cada vez pierde más peso la teoría genovista. ¿A qué se debe?

En primer lugar, porque esa teoría tiene algunos puntos débiles de difícil explicación. Por ejemplo, que Colón no escribiese jamás en italiano, ni siquiera cuando lo hacía a otros italianos o incluso a la Banca de San Jorge —institución financiera italiana donde tenía depositado su dinero—. O que el Acta de Mayorazgo supuestamente dictada en Sevilla el 22 de febrero de 1498, en la que decía haber nacido en Génova, pueda ser falsa, según algunos investigadores, que recuerdan que en el testamento de Colón el Almirante afirma haber dictado un Acta de Mayorazgo en 1502 y no en 1498. Pero, como sucede con otros documentos colombinos, el Acta de 1502 desapareció oportunamente. O que la ciudad de Génova no homenajeara a su héroe, máxime cuando el supuesto padre de Colón, Doménico Colombo, aún vivía cuando se «descubrió» América. Tal vez los estudios sobre el ADN de los restos del Almirante exhumados en la catedral de Sevilla ofrezcan una respuesta a este interrogante.

Portugués, catalán, mallorquín, gallego... Tu libro expone las principales teorías respecto a la cuna del Almirante. Pero la más sorprendente es la que lo relaciona con Castilla. Háblanos de ella.

Ricardo Sanz García y posteriormente su hijo, Alfonso Carlos Sanz, han defendido con pasión y documentación la teoría que sostiene que Cristóbal Colón pertenecía a la poderosa familia Mendoza; que era hijo de Aldonza Mendoza, hermanastra de Iñigo López de Mendoza, el primer Marqués de Santillana. Aseguran que fue fruto de una relación extramatrimonial de Aldonza, y que el niño fue educado en secreto en el monasterio de San Bartolomé de Lupiana, en Guadalajara. Esta tesis explicaría el apoyo que el cardenal Pedro González de Mendoza, quinto hijo de Íñigo López de Mendoza, prestó a Colón años después, puesto que eran primos. Igualmente, explicaría la razón por la cual Cristóbal Colón aseguró que no era el primer almirante de su familia, algo imposible si era descendiente de un lanero genovés, y comprensible si era un Mendoza, porque habían ostentando el cargo de Almirante de Castilla. Según estos investigadores, Colón estaría enterrado en Cogolludo, un pueblo de Guadalajara.

¿Qué motivó la huida de Colón de Portugal en torno a 1485? ¿Acaso el robo de un documento valioso? ¿De ese mapa templario que aparece en el título de tu trabajo?

Es la propuesta que planteo en el libro. Sabemos que Colón llegó al monasterio de La Rábida en 1485 tras la muerte de su esposa, la portuguesa Felipa Moniz de Perestrello. Le acompañaba su primogénito, Diego, que debía tener siete años. ¿Y por qué afirmo que huyó de Portugal perseguido por la justicia? Porque hay una carta del rey portugués a Colón fechada el 20 de marzo de 1488; es decir, tres años más tarde de su llegada a La Rábida, en la que le invita a regresar y le promete que no será juzgado por los delitos que tiene pendientes ante la justicia lusa. Creo que Colón obtuvo información decisiva en Portugal para su proyecto.


Sorprende conocer que Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, recibiese a Colón ente 1488 y 1489 y le ofreciese «hasta tres o cuatro mil ducados, con que hiciere tres navíos o carabelas...».

«Colón poseyó una endiablada capacidad para borrar las huellas de su pasado»
Portada del libro.

Es cierto. Tras siete años de espera, de negativas y rechazos por parte de las dos Coronas —desde 1485 hasta 1492—, Colón encuentra el patrocinio del duque de Medinaceli. Siempre me ha parecido asombrosa la capacidad de un lanero genovés para acceder a los palacios y cortes de Portugal, Castilla y Aragón. Incluso en Portugal contrae matrimonio con una noble. Y, ya en nuestro país, es recibido cariñosamente por los personajes más importantes de la época, como el cardenal Mendoza, el duque de Medina Sidonia o el de Medinaceli que, en efecto, escribió a la reina Isabel expresando su decisión de financiar a Colón si ella no lo hacía.

Las dos mujeres de Colón fueron diametralmente opuestas. Una era una noble portuguesa, Felipa Moniz, y la otra una huérfana cordobesa llamada Beatriz Enríquez de Arana. ¿Qué pudo atraer al navegante de cada una de ellas?

Casualmente, o no, Felipa era hija de Bartolomé de Perestrello, un notable al que el rey portugués había otorgado el gobierno de Porto Santo, cerca de la isla de Madeira. Existe una leyenda que asegura que fue allí donde Colón tuvo un encuentro que le cambió la vida con un piloto agonizante que había llegado a América por casualidad. Además, Hernando Colón afirma que Bartolomé disponía de unos mapas que Colón pudo estudiar, aunque no está claro que esas cartas de marear existieran. En cuanto a Beatriz, su encuentro con Colón está trufado de leyendas más o menos románticas. Ella dio a luz al segundo hijo del Almirante, Hernando, pero Colón jamás se casó con ella y se comportó con su amante de una forma poco digna.


También existieron diferencias entre los dos hijos del Descubridor, aunque ambos fueron de la mano para reclamar sus derechos en los Pleitos Colombinos.

La familia de Colón era proclive a emborronar las huellas de su pasado y a exigir toda suerte de dignidades y méritos, los merecieran o no. Los Pleitos Colombinos proporcionan declaraciones de testigos muy jugosas que permiten engrandecer la figura de Martín Alonso Pinzón en aquella aventura. Sin Martín Alonso, tal vez Colón hubiera fracasado.

En tu obra dedicas varias páginas a dos frailes de La Rábida, Juan Pérez y Antonio Marchena, claves para la expedición de 1492. Ambos resultaron más valiosos ¿como intermediarios de Colón o como «estrelleros»?

Creo que como ambas cosas. En La Rábida se puede visitar la celda conocida como el Portal de Belén de América, el lugar donde se redactó el borrador de las Capitulaciones de Santa Fe. Desde allí marchó Juan Pérez a lomos de una mula hasta Santa Fe para convencer a la reina de la fiabilidad del proyecto de Colón después de que, según las crónicas, el enigmático marino le hubiera abierto su corazón. Tal vez, revelándole lo que hasta entonces había guardado en secreto.

Nadie duda de la importancia de la reina Isabel de Castilla en el Descubrimiento, pero se suele mencionar poco el papel que jugaron el rey Fernando y la Corona de Aragón...

Pues es un error, porque hubo personajes de la Corona de Aragón que apoyaron decisivamente a Colón. Para empezar, Luis de Santángel, tesorero de la Corona de Aragón, puso de su bolsillo 1.142.000 maravedíes de los dos millones que costó la primera aventura colombina. Y no fue el único alto funcionario de la Corona aragonesa que apoyó al misterioso Colón.

¿Qué grado de veracidad posee la leyenda del prenauta?

Cronistas como Baltasar Porreño, Gonzalo de Illescas, Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara e incluso Bartolomé de las Casas mencionan el encuentro de Colón con ese prenauta, con el piloto que, herido de muerte por la sífilis, relató su aventura al Almirante antes de expirar en sus brazos. Una tormenta habría llevado su barco accidentalmente a las tierras que después Colón buscó. En 1609, el inca Garcilaso le puso nombre al prenauta: Alonso Sánchez, natural de Huelva.

De todo lo investigado sobre Cristóbal Colón, ¿con qué faceta te quedas?

Con su endiablada capacidad para borrar las huellas de su pasado. Parece increíble que aún no haya un consenso definitivo sobre su origen y sobre el origen de su proyecto. Eso dice mucho de él, y no necesariamente para bien.