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Actualizado: 26 ene 2021 / 11:36 h.
  • Noah Gordon. / Fotografía de noahgordon.com
    Noah Gordon. / Fotografía de noahgordon.com

Noah Gordon escribió «El diamante de Jerusalén» el año 1979. Hasta 1986 no llegaría «El médico» que, siendo un best seller, resultó ser una novela trepidante, bien documentada y de ritmo robusto. Algo que no se puede decir de esta historia protagonizada por Harry Hopeman, un erudito judío y, de paso, tratante de joyas.

La acción es irregular (mucho mejor en las zonas expositivas que nos llevan siglos atrás que en la trama que se desarrolla en pleno siglo XX); los personajes son sosos y Gordon les coloca en el centro de subtramas carentes de interés y vacías. La relación del protagonista con una experta en arte yemení parece que es una excusa para llenar páginas y poco más. Interesa ese esbozo que se hace de los primeros momentos de la Inquisición o los dibujos del Renacimiento italiano o la Alemania de Adolf Hitler.

«El diamante de Jerusalén»: De Gijón a León en 30 minutos

Harry Hopeman recibe un encargo profesional (encontrar el conocido como ‘diamante de la Inquisición’) aunque su labor termina siendo una especie de búsqueda de sus raíces en Israel. Las suyas y las de todo su pueblo. Se encuentra por el camino con un personaje que tiene cierto interés, Yosuf Mehdi, con el que descubrimos parte del mundo de los negocios alrededor de los diamantes.

La novela no es gran cosa y está llena de errores provocados por la falta de documentación, algo que sorprende porque los relatos posteriores estaban montados sobre datos precisos. Por ejemplo, en «El diamante de Jerusalén», Gordon hace viajar a uno de sus personajes a lomos de su caballo desde Gijón a León y tarda, digamos, media hora.

Ni siquiera es una novela divertida y toda la tensión narrativa se pierde por los cuatro costados cuando los giros argumentales son, bien previsibles, bien improbables.

Calificación: Prescindible.

Tipo de lectura: Hay cosas mejores que hacer en esta vida que leer esta novela.

Tipo de lector: Me temo que no hay muchas personas que tengan la tortura intelectual entre sus aficiones.

¿Dónde puede leerse?: No se me ocurre, la verdad.