El año 1977 se aprobó en el Congreso de los Diputados la Ley de Amnistía, se aprobó lo que se ha conocido desde entonces como el ‘Pacto del Olvido’. Y, por supuesto, esto ha generado problemas de todo tipo porque España sigue teniendo fosas comunes en cementerios, cunetas de carretera, en el campo..., porque España sigue dividida en dos. En España han podido convivir los torturadores con los torturados, sin que esos torturadores hayan tenido que rendir cuentas ante la Justicia. En España no se han cerrado las heridas.
«El silencio de los otros» es un documental que habla de lo que sucedió durante la Guerra Civil española y, después de acabar el conflicto, durante los cuarenta años de dictadura franquista; sobre lo que sigue ocurriendo. La película está firmada por Almudena Carracedo y Robert Bahar. Se trata de un buen documental puesto que nos acerca a una injusticia brutal y perversa; porque da voz a muchos de los que no han podido decir una sola palabra durante años; porque no se pueden olvidar algunas cosas si queremos que no se repitan nunca más. Los testimonios son muchos y van de los fusilamientos indiscriminados al robo de bebés en hospitales españoles en los que estaban involucrados médicos, comadronas y religiosas; de las torturas en la DGS de Madrid a la negación por parte de la derecha de los crímenes cometidos. En este sentido, creo que hubiera sido un acierto dejar que hablasen las dos partes. Si algunos han podido hacerlo durante 40 años para decir lo que les ha parecido mejor, hay que dejar que también hablen ahora para que digan la verdad. No se puede buscar esa verdad silenciando una voz. Si se niega la posibilidad de hablar es que se busca venganza y no justicia.
El documental es riguroso y certero. Y eso se convierte en un pequeño problema porque se encorseta mucho el relato en nombre del periodismo objetivo. Poca creatividad al narrar y al montar el material. Pero los testimonios, las imágenes de archivo, los rostros de dolor de las personas torturadas años antes que siguen temblando al recordar lo sucedido, son suficientes para generar emociones y una tensión narrativa poderosa.
Saber que ha habido personas en España soportando durante decenas de años las amenazas de sus vecinos, saber que un hombre que se llegó a sentir una cosa en manos del torturador conocido como ‘Billy el Niño’ ha tenido que vivir tres calles más allá, saber que hay cientos de madres buscando a sus hijos robados en el hospital, o saber que miles de familias siguen sin poder enterrar a sus muertos, es perturbador. Antonio González Pacheco, muerto a causa de la Covid-19 el pasado 7 de mayo, fue el torturador franquista más temido y el que mayor violencia y dolor causó; tiene un lugar especial en el documental gracias a lo sanguinario y perverso que fue.
Seguramente, el formato del documental no sea el idóneo, pero era absolutamente necesario.
Es imponente escuchar al Rey Juan Carlos I recordando la ‘legitimidad política surgida de 1936’. Es imponente saber que el autor del monumento en recuerdo de las víctimas de la Guerra Civil española, «El mirador de la memoria», creyó que su obra culminaba después de ser tiroteada por desconocidos. Es imponente el silencio de todos ante una calamidad de esta envergadura.